Fiesta chiva en el Azteca

 



El milagro de Santa Úrsula Coapa 

Después del juego de ida la situación estaba de la chingada. "¡Chale güey, aposté la cabellera!" me dijo mi amigo Lupe, del que ya hablé en la encarnación pasada de este juego virtual ultravioleta. No es el único de mis amigos que se jugó la cabellera al resultado de la semifinal entre Chivas y América. Por alguna razón todo el mundo anda apostando las cabelleras en estos tiempos locochones, especialmente los calvos.

Llovía. El agua parecía arrancarle suspiros melancólicos al pavimento. Las sombras danzaban con el humo. La mujer de Lupe ya observaba atentamente las formas de su cráneo, imaginando como se iba a ver Lupe pelón y a lo mejor pensando en la técnica exacta que iba a emplear para raparlo. Yo le daba un 10% de probabilidad a la mata de Lupe de seguir existiendo. Y, chale, ya a nuestra edad una vez que te cortas el pelo ya hay una buena posibilidad de que nunca vuelva a crecer. 

Pensando en que había traicionado mi voto de eterna lucha por la revolución literaria al pensar en dos cosas que tienen que ver con lo desconocido en términos porcentuales como un vil matemático, tuve un momento de absoluta realidad, de esos en los que te encierras, te volteas a ver a ti mismo en el espejo y te sinceras contigo mismo, te hablas al chile, dejas de hablarte como normalmente te hablas, ya sabes, con todo el aderezo barroco, con toda la mierda que te tragas diciéndote que es chocolate para poder sobrellevar este mundo torcido e injusto, esta realidad dolorosa y cruel…¿No les pasa? En fin, me sinceré conmigo mismo y me dije que ese 10% de probabilidades que le daba a mi amigo Lupe para no convertirse un pelado más eran muy generosas, estaban siendo infladas por mi pinche corazón chiva.

Le dije a Lupe que no mame, que Paunović quiere que las Chivas jueguen como el Manchester City, pero que la figura del City es Haaland y las piches Chivas ni siquiera juegan con un “9” nominal. Por más que Lupe insista que Alan Mozo es el Bernardo Silva mexicano, él mismo admitió que había muy pocas posibilidades de que el Guadalajara le ganara a su archirrival en el Estadio Azteca por dos goles. “Si sucede lo llamaré el milagro de Coapa”, me dijo.

Pero para el domingo el panorama había cambiado, no sé por qué, pues en la cancha la circunstancias eran las mismas. Había algo en el aire, se respiraba la posibilidad de un milagro. No sé si esto fue provocado por toda la mierda que hablaron mis amigos americanistas, no sé si fue la lluvia que no ha parado, no sé si fue el Popocatépetl haciendo erupción con toda su furia ancestral y guerrera, arrojando desgarradores rugidos y lenguas ígneas que surcan el cielo nocturno desde sus entrañas y cubriendo a la ciudad con un manto de ceniza, delicada y lúgubre, que como un suspiro impregnado de añoranza que envolvió las calles y los corazones de sus habitantes, recordándoles lo efímero de su existencia. No sé si fue porque el sábado me di un banquete pantagruélico—normalmente suelo llenarme la barriga con humo y cerveza, pero hay que comer, banda, darse una comilona suele traer buenas cosas—y gracias a ella estaba envuelto en un estado de paz e iluminación que me decía que el milagro estaba cerca.

Y muy temprano en el partido el Rebaño Sagrado me dio razones para creer cuando El Piojo Alvarado, que juega como el Bofo Bautista pero con más hueva, por fin le puso huevos y le ganó con determinación una pelota aérea al ex chiva Zendejas en las comisuras de su propia área, condujo el balón como Clodoaldo haciéndole cosquillas a la misma zona de la sagrada cancha del Azteca, hizo un regate que hizo sentir envidia al Bofo, a Messi, a Maradona y a Pelé para eliminar a tres americanistas y concluyó su obra maestra poniéndole a Ronaldo Cisneros un pase para gol tan venenoso que no firmó ni Xavi en sus mejores tiempos. Cisneros definió precipitadamente como normalmente lo hace, pero el balón suele sonreírle a los hombres llamados Ronaldo, el defensor Cáceres se patinó con la cancha empapada y en un revoltijo entre el crema y el rojiblanco la pelota encontró su camino hacia la red para poner a las Chivas a un solo gol del milagro.


Pero luego vinieron los minutos de tensión e incertidumbre, era como si el aire estuviera lleno de navajas y todos vagáramos por la vida con el alma desnuda y la garganta cortada, como si el destino nos contemplara con su mirada implacable. Paunović optó por la inteligencia y la mesura, el juego era lento y aburrido pero tenso. Para cuando comenzó el segundo tiempo el América comprendió que el especular con el marcador era un acto suicida y adelantó sus líneas, este esfuerzo se vio recompensado cuando aprovecharon un descuido de la zaga rojiblanca que le dio mucho espacio a Álvaro Fidalgo, quien tuvo todo el tiempo del mundo para ponerle un pase para gol a Diego Valdés, que entró desmarcado y de cabeza clavó una fría daga en los corazones de los que esperábamos un milagro.

Pero la verdad es que parafraseando a Sócrates (el griego, no mi compa el del Corinthians), nunca se sabe. Lo que nos lleva a caer en religiones, adicciones, supersticiones y doctrinas es el miedo que tenemos a la incertidumbre. Es el no aceptar que hay una parte muy grande de nuestra vida que está completamente fuera de nuestro control. Pero la incertidumbre no siempre es mala, si el vuelo de un mosquito afecta a todo el universo, capaz que de repente un hecho que parece aleatorio y fuera de lugar le jode la vida a unos, pero hace que a ti el universo te cumpla lo que deseabas, esto suele no ocurrir, pero la incertidumbre es algo tan misterioso y delicioso que a veces pasa.

Justo cuando mi boca era un hervidero de maldiciones hacia Paunović, en medio de una jugada irrelevante, Álvaro Fidalgo saltó de la tercera cuerda de un ring que se encontraba en la cima del Estadio Azteca y aterrizó con los tacos por delante en la parte trasera del chamorro del Nene Beltrán, por lo que el VAR le sacó la roja, lo cual dejó en serios problemas al equipo capitalino. Un español arruinando a América, ¿Dónde habré escuchado eso antes?

Al quedarse con un hombre menos, la hombría de Fernando Ortiz se hundió entre sus pantorrillas y cometió el error de tratar de cerrar el partido sacando jugadores ofensivos y metiendo defensivos para tratar de jugar con un camión estacionado en su portería, pidiéndole a sus jugadores que corrieran asustados hacia ella. Además cometió la estúpida osadía de meter a Jonathan dos Santos. El América jugaba con diez y con Jona era como si jugara con nueve.

Chivas olió sangre, palpó el milagro con las manos y se lanzó al ataque. Ellos, los miles de aficionados en el estadio y los millones viendo desde sus casas sabían que era cuestión de tiempo, que con un poco de paciencia el Guadalajara conseguiría los dos goles para darle la vuelta a la tortilla y avanzar a la Final. Su rival dejó de ser el poderosísimo América y se transformó en una bola de niños aterrorizados jugando con una camiseta que les quedaba demasiado grande. Ni siquiera importó que el VAR les anulara un gol de forma polémica, ya que el América seguía envenenado por la pastilla de cianuro que le dio su técnico y como reza el viejo adagio futbolero: “Tanto va el cántaro al agua hasta que le rompe la madre”.

En un tiro libre en los linderos del área, muy cerca de donde le había dicho “Sáquese de aquí” a Zendejas en su jugada maestra, El Piojo Alvarado le tocó el balón a Alan Mozo — el Bernardo Silva mexicano según mi amigo Lupe — quien aprovechó lo timorato de la defensa azulcrema y, como para complacer a los poetas, impactó con furia el balón justo cuando la pelota mordía la media luna, con lo que disparó un cañonazo que entró en el ángulo inferior del arco milagroso del Azteca. Así marcó el golazo que hizo que todos los millones de aficionados americanistas se cagaran en los pantalones.

Poco después, al minuto 89 cuando todo el mundo tenía el alma en vilo, cuando el destino del universo parecía pender de un hilo, Brizuela, Pavel Pérez y Beltrán tejieron un bello triángulo escaleno por la banda derecha que culminó con un peligroso centro a la olla, en el área de la portería milagrosa del Azteca apareció volando Jesús…Orozco quien con un potente remate de cabeza cruzado venció a Malagón y mandó al Rebaño Sagrado a su primera final en seis años.



Por supuesto yo estaba extático, pero no se me notaba porque con los años la sociedad te va orillando a callar tus emociones, lo único que te queda es ser estoico…o no, como mi amigo Lupe que estaba extático y se le notaba,  aunque claro hay que recordar que él había logrado salvar su melena.

Me mandó un mensaje que decía “El milagro de Coapa”, en un principio yo no supe que responderle porque la verdad el triunfo de las Chivas no me pareció una hazaña, ni un milagro. Me pareció que este juego pertenecía más al género de la tragedia (para el América) que al de la épica. Creo que las Chivas jugaron inteligentemente y supieron aprovechar los errores del rival y capitalizarlos, lo cual en los deportes es algo muy valioso, es el secreto de los grandes equipos.Sin embargo, no consideraba que hubiera sido un milagro, a pesar de las adversas condiciones apriorísticas. Por lo que decidí contestarle a Lupe con el tono nihilista, estoico y seco con el que normalmente respondo y le dije: “Más bien fue una cagadota de Fidalgo.”

“Ése fue el milagro” respondió Lupe, y ¿saben qué? Creo que tiene razón. Nuevamente los deportes me han ayudado a obtener una comprensión filosófica más profunda de la vida. La conclusión a la que he llegado es que no sé nada, pero el no saber a veces también es bueno, pues quiere decir que nada está escrito, que los partidos hay que jugarlos, que la Historia se reescribe día con día, que si bien los milagros no existen, si te mantienes siendo paciente e inteligente, si le tienes fe a tu trabajo y te mantienes en tu línea, nunca sabes cuando va a aparecer un tonto entre la infinitud de la estupidez humana que con una idiotez termine por beneficiarte.

Cuiden sus cabelleras.



ATENTXS PORQUE ESTA SEMANA DE LA FINAL TENDREMOS CONTENIDO RELACIONADO CON LA LIGA MX, ESTA SEMANA ADEMÁS DE HABLAR DE LA GRAN FINAL TAMBIÉN REMEMORAREMOS EL GOL DE PULIDO EN LA FINAL CONTRA TIGRES Y EL GOL DE MOI MUÑOZ EN LA CRUZAZULEADA MÁS GRANDE DE LA HISTORIA. 

 



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