El partido fantasma. El juego que la FIFA y la dictadura militar chilena ordenaron que se jugara en un campo de concentración
Nunca olviden el 11 de septiembre.
Vamos a hablar mucho de geopolítica para hablar sobre la
historia de un partido que no se jugó, en el camino habrá muerte, tortura,
dolor y uno de los peores ejemplos de crueldad humana. Pero el objetivo de este
texto es la memoria, es recordar que el deporte no es ni debe ser neutral, que
siempre está involucrado en la política y que los poderosos siempre lo usan
para sus intereses.
La historia que voy a contar sucede en un periodo que la
“Historia” blanca ha denominado la Guerra Fría. A pesar de que los gobiernos de
los 50 y 60 quisieron aparentar estabilidad y progreso al lograr que Chile
organizara el Mundial de 1962, a principios de los 70, Chile era una de las
naciones con más altos índices de pobreza en el mundo. El pueblo chileno
depositó sus esperanzas de cambio en Salvador Allende, era la primera vez en la
historia que un socialista alcanzaba el poder por la vía de las urnas.
Allende logró la nacionalización de la industria del cobre,
la más grande en el país andino. Las políticas socialistas del gobierno de
Allende resultaban inaceptables para el gobierno del presidente Richard Nixon. El
gobierno estadunidense, la CIA y las fuerzas armadas chilenas organizaron un
golpe de Estado que derrocó el gobierno de Allende el 11 de septiembre de 1973.
Una junta militar encabezada por Augusto Pinochet asumió el
poder. Pinochet inmediatamente declaró al país en estado de sitio, restringió
los derechos civiles y prohibió los partidos políticos. En los primeros días
tras el golpe el nuevo régimen militar se dedicó a hacer detenciones
arbitrarias para apresar a todo aquel que considerara enemigo político. El
Estadio Nacional de Chile se convirtió en un campo de concentración de presos
políticos. Ahí se mató, se torturó y
se violó. Ahí, los militares hicieron cosas
terribles que mi instinto de escritor me hace querer relatarlas de la manera
más cruda y gráfica posible para denunciarlas, para ilustrar como el capitalismo
despierta el lado más brutal y sádico del ser humano. pero que no detallaré por
respeto a las víctimas.
Tristemente, el Estadio Nacional no fue
el único recinto deportivo que la junta militar convirtió en campo de
concentración. El Estadio Chile, una arena que ha
servido como escenario para encuentros de basquetbol, voleibol, futbol sala,
boxeo y tenis de mesa, pero que también había sido casa del Festival de la
Nueva Canción Chilena en 1971, sirvió como centro de detención y atrocidades
desde el 12 de septiembre, ahí mismo fue asesinado Víctor Jara, cara de la
Nueva Canción Chilena. El sitio de su muerte hoy lleva su nombre.
Su canción “El derecho de vivir en paz”
es un himno de la resistencia anticapitalista en Chile, fue cantada por
millones en las protestas de 2019 en contra del gobierno de Sebastián Piñera.
En el mundo del deporte Jara también es una figura muy respetada, cada
septiembre varios futbolistas de la Primera División chilena le han rendido
homenaje en el Estadio Nacional de Santiago.
Para ese entonces Chile tenía una
selección de futbol joven y talentosa, estaba integrada por leyendas del futbol
mexicano como Alberto Quintano y Carlos Reinoso, que la rompieron en el futbol
azteca setentero, pero la figura era Carlos Caszely, un fantástico delantero
salido del Colo Colo que acababa de fichar con el Levante de España, en la
cancha Caszely combinaba las habilidades de grandes delanteros chilenos del
futuro, era tan letal como Iván Zamorano, tenía el instinto goleador de Marcelo
Salas y la agilidad de Alexis Sánchez.
Fuera de la cancha, en medio del miedo,
del pánico indescriptible que sentían todos los corazones chilenos en ese
momento, Caszely se opuso al régimen militar, él y Leonardo Véliz,
que consideraba a Salvador Allende su héroe personal y que muchos años después
como director de las fuerzas básicas del Sporting de Lisboa formó a jugadorazos
como Ricardo Quaresma y Cristiano Ronaldo, fueron los únicos
integrantes de la selección chilena que se opusieron abiertamente a los
militares en ese álgido momento.
Apenas dos semanas después del golpe, el
26 de septiembre de 1973, la selección chilena jugó en el Estadio Lenin de
Moscú la ida del repechaje clasificatorio al Mundial de 1974 contra la Unión
Soviética. Pinochet no quería que La Roja asistiera, después de todo el país se
mantenía en estado de sitio y la URSS había sido aliada del gobierno de
Allende y era su máximo enemigo político, pero le convencieron de que el que la
selección chilena jugara ese partido serviría para dar una imagen de normalidad
ante el mundo.
Al llegar a la Unión Soviética, que
rompió relaciones con Chile inmediatamente después del golpe, Caszely y Elías
Figueroa fueron detenidos, interrogados y hostigados por los soviéticos, que
los trataron como si fueran espías de Pinochet.
Estoy lejos estoy de ser uno más de los
apologistas de la URSS, de esos que creen que la Unión Soviética era un ejemplo
para el mundo como símbolo del comunismo triunfante, esas nociones me dan risa.
La URSS era una potencia imperialista cuyo modelo económico era un capitalismo
de Estado, el poder residía en una fuerte burocracia, al igual que Chile
durante la dictadura militar, la URSS era un estado absolutista.
Al Partido Comunista de la URSS siempre
le gustó meter sus narices hasta el fondo en el deporte, lo veían como un medio
de mostrarle al mundo la superioridad del “comunismo”, de 18 justas olímpicas
invernales y veraniegas en las que participaron, el equipo soviético quedó en
primer lugar del medallero en 13 (en las otras 5 quedaron segundos). Varios
jugadores de esa selección soviética han dicho que las autoridades
futbolísticas de su país les exigieron ganar el juego en Moscú por diferencia
de 3 goles porque desde ese entonces no estaban dispuestos a ir a jugar la
vuelta a Santiago (el triunfo por default le daba a Chile una victoria de 2-0).
También han dicho que las autoridades de la URSS decidieron que el equipo no
fuera a jugar el partido de vuelta no por una cuestión moral, sino por miedo a
ser derrotados en la cancha y humillados
por el enemigo político.
En el juego de ida, Chile salió a jugar
con una postura ultradefensiva y logró que el encuentro en el Estadio Lenin
terminara 0-0.
Y después….ahhh, sólo estupidez, idiotez
humana, o mejor dicho estupidez impregnada del fantasma de los intereses
capitalistas, los hechos que voy a relatar ilustran mejor el absurdo que el
mito de Sísifo.
La URSS denunció las atrocidades que
estaban sucediendo en el Estadio Nacional de Chile ante la FIFA, denunció el frío, el hambre, el dolor y los simulacros de fusilamiento
diarios a los que estaban sometidos los presos, pedían que el juego de vuelta
se jugara en un país neutral.
La FIFA mandó a una comisión a
inspeccionar el estadio, los militares ni siquiera reubicaron a los presos,
sólo los escondieron y les pusieron un fusil en la sien para que no hicieran
ruido, los embajadores de la FIFA caminaron por el Estadio Nacional como si nada,
vieron de lejos a los presos, se hicieron pendejos y dijeron: se juega aquí.
La noche del 20 de noviembre de 1973, a
horas de que iniciara el juego de vuelta, el director técnico de la selección
chilena Luis Álamos informó a sus pupilos que los soviéticos no iban a
presentarse y que por lo tanto habían calificado al Mundial. La concentración
chilena se llenó de alegría, pero unos segundos después fueron informados que
al día siguiente tendrían que servir como marionetas del régimen militar y de
la FIFA, pues el organismo rector del balompié mundial ordenaba que tenían
que presentarse en el Estadio Nacional y anotar un gol ante un oponente
inexistente.
Ese día La Roja estaba más roja que nunca, manchada por la sangre de los masacrados, los chilenos
entraron a la cancha, saludaron al público que estaba ahí a punta de pistola y tomaron
un lado del campo, el otro fue tomado por un equipo invisible, los locales
hicieron el saque inicial y comenzaron a conducir la pelota visiblemente avergonzados
hasta llegar al área donde el capitán Francisco Valdés marcó de mala gana el
simbólico tanto con el que los militares y la FIFA fantaseaban con haber
goleado al comunismo.
En el Estadio 15,000 personas (a las que no les quedaba otra
porque tenían cerca a un militar armado) gritaron el gol, pero nadie lo gritó
más fuerte que el General Pinochet, que esa tarde en Santiago ilustró en la
cancha lo que había hecho con Chile, había desaparecido a la oposición, en este
teatro macabro la camiseta roja de Chile representó la sangre de los miles de
presos, torturados, desaparecidos y asesinados por su régimen. Mientras, un fantasma recorría toda América Latina, el fantasma del imperialismo.
Antes de que el equipo chileno viajara a Alemania
Occidental para el Mundial, la madre de Carlos Caszely fue secuestrada y
torturada por los militares, esto era un mensaje para el delantero,
advirtiéndole que debía quedarse callado, que no debía aprovechar su plataforma
sobre las atrocidades de la junta militar en Alemania frente a los medios
internacionales. Chile no pudo ganar un solo juego en el Mundial y se quedó en
fase de grupos. Caszely fue expulsado en el duelo contra la selección local.
Ah, América Latina, ¿Por qué no hay nadie que bese tus
heridas históricas?, heridas que siguen abiertas. América Latina, tan llena de
fantasmas. El partido fantasma es un fantasma que vuela por las
heridas de Chile y de toda América Latina. Una muestra más del desangramiento
que las potencias imperialistas han hecho de nuestro continente. Ah, América
Latina, te quiero. Te quiero libre, libre de heridas, libre de fantasmas, libre
del imperialismo. América Latina, nunca olvides el 11 de septiembre de 1973, nunca
olvides a Víctor Jara, nunca olvides tu derecho de vivir en paz.
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