Por Omar Colio
“Sócrates sólo hubo uno, jugaba en el Corinthians, también
jugó en la Fiore.” Es el mal chiste que me conté a mí mismo en el desayuno, ya
me tomé tres cafés y todavía no despierto del todo, últimamente ha sido así, ya
nada me despierta.
¿Qué les digo? Debería amar mi trabajo, me enamoré del calcio
a los seis años, que me paguen por cubrirlo es un sueño, podría ser peor,
podría lavar baños, podría haber sido plomero como mi abuelo y vivir toda mi
vida con el culo de fuera, podría haber sido abogado como mi padre que nunca
pudo disfrutar de la riqueza que acumuló gracias a su trabajo porque su
obsesión por el mismo terminó matándolo, podría haber sido banquero como mi
cuñado y tener que vivir sabiendo que yo soy la razón por la que millones se
quedan sin casa, matan o mueren de hambre, podría trabajar en una oficina como
hizo mi madre y vivir exactamente el mismo día todos los días de mi vida.
Pero ése es el problema, que ya me sé esta historia, todas
las mañanas prendo la máquina y pierdo una hora de mi vida en el tráfico
insufrible de la avenida Ferruccio Valcareggi hasta llegar al Estadio Artemio
Franchi (nombrado así por un ex presidente de la UEFA fallecido en un accidente
de tránsito) a la conferencia de prensa para que quien sea que está detrás del
micrófono declame un discurso carente de todo significado y cuando se le
cuestione nos ofrezca una serie de respuestas genéricas y prefabricadas.
Todos los días algún pobre diablo gasta litros y litros de
saliva en soltarnos un diluvio de palabras que no dicen nada, las babas que salen
de sus bocas nos sirven a nosotros como tinta opaca con la que escribimos una olvidable
nota sobre las diáfanas palabras que nos escupen encima todos los días.
Pienso que en parte los jugadores hacen esto porque nos
tienen miedo, porque algunos de los medios son unos cabrones que publican lo
que sea con tal de llamar la atención y recibir sus preciosos clicks que es lo
que les importa, a veces mientras estoy en el tráfico pienso esto y envidio a
Artemio Franchi.
Pero también en el tráfico me digo que hoy será diferente,
sí, porque hoy es la presentación de…de… ¿de quién? Sí, este chico…el nuevo
fichaje…que viene de jugar en…en… ¡Los Países Bajos! .... ¿De qué parte de
Sudamérica es? ... ¡Mierda, no me acuerdo!, pero no hay problema, nada más es
cosa de preguntarle a cualquiera de los colegas en lo que nos fumamos el
cigarro antes de entrar a la sala de prensa
La verdad es que, aunque amo el calcio yo quería
escribir de otras cosas, escribir literatura siempre fue mi sueño, quería
escribir cosas tan maravillosas como las de Moravia o Calvino, tan bellas como
las de Pasolini, tan cínicas como las de Pirandello y tan hermosamente oscuras
como las de Papini, aunque este último haya sido un cabrón fascista.
Ah, pero también me hubiera gustado ser un revolucionario, de
joven era muy de izquierda, me la pasaba cantando Bella Ciao y Fischia
il vento toda la noche con mis camaradas mientras bebíamos litros y litros
de cerveza. Me ilusionaba pensando en un futuro el que yo le escribía sobre mis
sentimientos a la clase obrera y con mi prosa la inspiraba en su lucha
revolucionaria que inevitablemente acabaría con el establecimiento de la
dictadura del proletariado.
Pero ninguno de esos futuros llegó. A los escritores
académicos siempre les parecí muy vulgar y a los escritores vulgares siempre
les parecí muy académico, bien dicen que lo más difícil es encontrar tu voz.
Total que estaba quebrado económica, ideológica y
emocionalmente, completamente desilusionado con la vida. Un buen día se
apareció mi cuñado por mi casa y me dijo que me había conseguido un empleo en
La Gazzetta y 35 años después sigo aquí, institucionalizado, como Brooks
Hatlen en The Shawshank Redemption. Hace mucho tiempo que escribo esto
en automático, no sé exactamente desde hace cuántas décadas, por lo menos desde
que se fue Batistuta no he sentido pasión por mi trabajo.
Después de algunos años en los que tuve que estar a la caza
de la nota, las influencias de mi cuñado lograron darme una columna que me
gusta creer que alguna vez tuvo algo de seguimiento, pero que según me contaron
hace unos años los del departamento de analítica de la Gazzetta, se fue
en picada hasta volverse insostenible, según ellos me cuesta trabajo conectar
con las nuevas generaciones.
Mi hermana es curadora de la Galleria dell'Accademia y no me
lee porque nunca le ha gustado el calcio, en alguna ocasión me contó que
después de 20 años de verla pasar y saludarla todas las mañanas, el guardia que
custodiaba al David le preguntó un poco avergonzado si ella y yo éramos
parientes, cuando ella le dijo que sí, él le confesó que leía mi columna todos
los jueves, lo cual quiere decir que, según ella, aunque sea de lejos, pero el
mismísimo David de Miguel Ángel fue lector de La Gazzetta Calcistica. Yo
no sabía si eso era cierto o era algo que me decía mi hermana para darme
ánimos, siempre he sido pesimista, me cuesta trabajo vivir en la nube de
autoengaño en la que viven muchos, además el tema de mis lectores siempre ha
sido para mí un tema sensible desde los viejos días en los que militaba y mis
camaradas me decían que mis escritos eran buenos pero estaban completamente
desconectados del lector común, el de carne y hueso, según el camarada
Malatesta mi prosa carecía por completo del concepto de masa y por lo tanto creía
que era poco factible que pudiera influir en el proletariado. Merda! No
podía dejar de pensar en eso cada que veía mi nombre impreso en el periódico
todos los jueves sobre mi mesa.
Así que un jueves cualquiera decidí ir a la Accademia y
comprobar si esto era cierto, era una misión complicada pues debía evitar a
toda costa cruzarme con mi hermana, mi visita sin duda le resultaría
sospechosa, afortunadamente como suponía mi hermana pasa todo el día bebiendo
café y fumando cigarrillos encerrada en su oficina, así que me acerqué a la
famosa estatua de mármol que brillaba en el horizonte y le di la espalda para
contemplar a un hombre bajito, panzón y calvo, me dio risa pensar que le estaba
dando la espalda a la obra maestra de Miguel Ángel, un hombre majestuoso, un
legendario rey con cabello rizado como la espuma del mar, una nariz romana
perfecta, un mentón divino, un cuerpo musculoso y un abultado par de testículos
con el que carga la mítica honda con más gracia de la que ha tenido ningún otro
hombre sobre la faz de la tierra, un rey de piedra que es admirado con
pleitesía por multitudes de turistas peregrinos que cruzan todo el mundo sólo
para verlo al cual yo le daba la espalda para voltear a ver a este curioso
viejo que parecía más un duende o un gnomo que un hombre, debajo de su pantalón
no había nada, ni siquiera aire, parecía que alguien le hubiera cortado la
hombría que debía estar bajo su bragueta.
Lo observé por un momento, el corazón se me rompió
instantáneamente al ver que no llevaba ningún periódico consigo, pero pensé que
podría leerlo a otra hora, así que lo seguí observando hasta hacerlo sentir mi
mirada, él escupió un par de veces y volteó a verme pero no pareció
reconocerme, yo me di ánimos pensando que la Gazzetta nunca ha publicado
una foto mía, por lo cual aunque fuera mi lector mi cara podría no
representarle nada, aun así me le quedé mirando como el David de Miguel Ángel
lo miraba todos los días hasta que empecé a notar molestia en su rostro, me
sentí avergonzado y le ofrecí disculpas, pero él ni siquiera las advirtió, ni
siquiera reparó en mí, su molestia había sido por tener que recordarle a unos
turistas japoneses que está prohibido tomar fotografías.
El siguiente jueves volví a otra hora, tampoco llevaba
periódico, pensé en quedarme un rato más, pero inmediatamente me convencí de
que lo que estaba haciendo era una locura y salí de ahí de inmediato. Un par de
años después en una de esas noches eternas del insomnio volví a pensar en eso,
y después de casi una semana de no poder dormir me di cuenta que era jueves y
decidí volver a intentarlo, pero cuando llegué a mi puesto para vigilar al
hombre que vigilaba al David (que a su vez también lo vigilaba a él con su
mirada inmisericorde) ese hombre era otro hombre, bigotón, más alto, más gordo
y más joven.
Un par de días después cené con mi hermana y bebimos mucho
vino, ella me confesó que esa última vez me había pescado y me preguntó qué
hacía ahí, yo intenté inventarle una buena historia, pero al final ella siempre
ha sabido sacarme la verdad de alguna manera y terminé contándosela, ella me
dijo que hacía un año que el viejo guardia había sido diagnosticado con cáncer
de estómago, a la semana estaba muerto. Cuando le pregunté si la historia de
que había sido mi asiduo lector era cierta ella se quedó callada. Poco después
de la muerte del guardia mi columna cayó en picada y me pusieron de nuevo a
vivir cazando la nota.
Les cuento esto porque por alguna razón he estado pensando
mucho en esto todas las mañanas antes de ir a trabajar, esto que les cuento fue
hace mucho, en la época en que la Fiore estaba en la Serie C.
Atascado en el tráfico de la esquina de Ferruccio
Valcarreggi y Via Frusa encendí un cigarro y empecé a pensar: “a qué carajos
voy si de todos modos ya sé que el jugador no va a decir nada”, hoy en día los
jugadores no le dicen nada a la prensa a menos de que estén en medio de una
dura negociación de contrato o así, mientras esto no pase se limitan a sonreír
una sonrisa de plástico para que las cámaras capten bien el logo de todos los
patrocinadores del equipo y se limitan a decir un discurso genérico escrito por
la secretaria de su representante
Además estos tipos no suelen ser las personas más
inteligentes del mundo, siempre hay alguno que te sorprende de vez en cuando,
pero en general, bueno, creo que saben a lo que me refiero, muchos de ellos
están tan desconectados de la realidad por estar detrás de una nube de dinero y
fama que no se molestan demasiado en usar la sesera.
De repente una voz desconocida resuena en mi cabeza y me dice. “¡Alessandro!, ¡Alessandro!, qué tonto eres Alessandro, no todos son así, ¡Sócrates! ¡Sócrates! ¡Sócrates era diferente!” detengo el auto sintiéndome iluminado, decido no ir a la conferencia de prensa y escribir de algo que sí valga la pena, de Sócrates, por ejemplo.
¡Qué demonios! De cualquier modo, nadie lee esto, ¿quién lee
el periódico hoy en día? si llegan cientos de quejas a la redacción de la Gazzeta
¡Hurra! Quiere decir que sí me leen…pero si no…no quiero pensar qué
significa… ¡Sí, eso es lo que haré! Voy a escribir sobre Sócrates.
Aunque ¡Bah! La verdad es que es muy tarde, qué puedo
escribir yo sobre Sócrates que los biógrafos, los intelectuales y los filósofos
no hayan ya escrito. Lo único que puedo hacer es contar mi pequeña historia con
el gran Sócrates de Oliveira.
Fue en los primeros años que trabajé para la Gazzetta,
cuando al igual que ahora tenía que vivir cazando la nota, la verdad aunque lo
había visto jugar junto a Zico en el Mundial del 82 (¡En el que les ganamos
3-2!) no sabía nada de él. En ese entonces no llegaban tantos jugadores
foráneos como ahora, ninguno de nosotros sabía que era la democracia
corinthiana ni que en Brasil reinaba una terrible dictadura militar, a veces
creo que a los europeos nos hace falta dejar de centrarnos sólo en nosotros
mismos y voltear a ver al prójimo.
Llegué a la presentación de Sócrates como un zombi, sin
esperar nada más que la aburrida charla de un jugador que llegaba a jugar a
Europa medio viejo, según decían mis colegas la magia que alguna vez realizó en
la cancha se había extinguido, así que me quedé dormido durante los larguísimos
discursos, me despertó un colega de un codazo pues era mi turno de hacerle una
pregunta al mago brasileño, lo único que pude pensar fue en cuestionarle sobre
por qué intentaba hacer carrera en el Viejo Continente a los 30 años, pero
seguía medio dormido y las palabras que hilé fueron: “¿Qué lo trajo a Italia?”
“La verdad sólo vine a Italia para leer la obra de Antonio
Gramsci en su lenguaje original” respondió. Me dejó frío. Pensé en los ideales de mi juventud, en la
lucha de clases, en el sufrimiento del proletariado. Traté de hilar alguna idea
para hacerle otra pregunta inteligente, pero cuando reaccioné uno de mis
colegas ya le preguntaba cómo se estaba adaptando al clima toscano.
No pude dejar de pensar en eso aún después de escribir la
nota, no podía dejar de voltear a ver mi librero que estaba lleno de libros que
compré prometiéndome hipócritamente que iba leer pero que había dejado que se
llenaran de polvo, entre ellos estaba la obra completa de Antonio Gramsci, cuya
lectura había dejado definitivamente inconclusa varios años atrás, la mañana
siguiente la saqué del librero y conducí hasta las instalaciones de la Fiore,
ahí se la entregué al jefe de prensa para que él se la diera a Sócrates. Nunca
supe si se la entregó.
No sé si leyó mis viejos libros u otros, pero de lo que sí
estoy seguro es de que Sócrates era un lector voraz y después de un año en el
que no hizo gran cosa en la cancha terminó de leer la obra de Gramsci y volvió
a Brasil, junto con él a su país volvió la democracia.
Así qué, amigo lector, te pido que no te enojes conmigo por
no encontrar aquí una nota sobre una aburrida presentación de un jugador que
dentro de un año (o quizás menos) será presentado en otra ciudad, con otra
camiseta, con otros colores y otros patrocinadores, ojalá encuentres más entretenido
este ditirambo sobre mi oficio, la Fiore y el gran Sócrates.
Alessandro Coglione, La Gazzetta Calcistica.
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