Por Omar Colio
27 de febrero de 2022
Domingo por la tarde. Me bajo donde el chofer del camión me
dice que es la Pista de Canotaje de Cuemanco, todavía estoy mareado por las
vueltas del Periférico cuando paso por la pista en la que se disputaron los
Juegos Olímpicos del 68, en la semana ahí encontraron flotando el cuerpo de una
víctima de feminicidio, otra más, en la semana hubo por lo menos cuatro, el
patriarcado sigue asesinando mujeres mientras nos acercamos al 8 de marzo.
Estoy aquí porque estoy buscando al Tlacuachas Rugby Club, el orgullo deportivo
de la ENAH, como dice Brenda, la capitana del equipo, la ENAH tiene muchas
carencias, cuando yo estudié ahí no teníamos ni cortinas, sólo teníamos un
proyector disponible para toda la carrera y si queríamos usarlo teníamos que
tapizar las ventanas con periódico.
¿Instalaciones deportivas? ¡Ja! La única cancha que tenemos
es “El Inframundo” una pequeñita cancha de fútbol de cemento donde las
porterías cargan unas canastas de básquet, detrás de ella hay un pequeño
cuadrado de pasto natural que se ha ido reduciendo poco a poco tras cada
“remodelación” que ha sufrido la escuela, que son de esas que dejan a uno
rascándose la cabeza pensando ¿para qué carajos sirvieron? Tengo muy buenos recuerdos en El Inframundo,
pero por mucho que lo quiera he de aceptar que no es un lugar idóneo para
entrenar un deporte de conjunto.
Es por eso que a pesar de ser el orgullo deportivo de la
escuela de antropología más importante de América Latina son pocos los
privilegiados quienes las han visto en acción, las pobres condiciones de la
escuela, la falta de apoyo y la pandemia las han traído a Cuemanco. En el
nombre llevan a la mascota de la escuela, el tlacuache, que según la tradición
prehispánica le llevó el fuego al hombre en su cola, como Prometeo.
Tengo instrucciones de llegar al restaurante Michmani donde
debo tomar la embarcación que me lleve a “La Isla de Fuego” que es como las
chicas nombraron a la cancha en donde entrenan, el restaurante en realidad está
más adelante pero yo no sé eso y me pierdo un rato en el embarcadero de
trajineras de Cuemanco, como todos los domingos hay mucho güero borracho pero
también hay mucho chilango, unos paisanos protagonizan una escena común en las
cervecerías de México que podría ser el tema de una pintura de algún maestro
del Renacimiento, uno rueda por el piso empujado por el otro, en medio de los
dos ya se atravesó una mujer tratando de calmar la situación, mientras el otro
se levanta rápidamente en posición de pelea y gritándole improperios al que lo
empujó detrás de ellos, en su mesa, un compa borracho ronca a todo pulmón sin
inmutarse por la pelea frente a un cementerio de caguamas vacías.
Por fin doy con el restaurante y en la lancha me encuentro a
un brodi con un balón de rugby que me asegura que voy en la embarcación
correcta, resulta ser Dante, el entrenador del equipo. La lancha se echa a
andar por los canales a toda velocidad navegando entre las trajineras, una de
nombre “Bichota” nos pasa cerca, está adornada por las banderas de Rusia y
Estados Unidos. De repente comienzo a sentirme emocionado, me invade esa
emoción infantil que se siente cuando uno navega por los rescoldos de agua que
quedan en la Cuenca de México, cuando se percibe el aroma de los míticos
ajolotes y de la vida que crece en las chinampas, de repente la lancha da
vuelta y se interna en uno de esos caminos secretos entre los canales y poco
después desembarcamos en la Isla de Fuego.
La isla está plagada de silbatazos, en ella se disputan
innumerables cotejos de tocho bandera, seguimos avanzando tratando de esquivar
colisiones con los jugadores de tocho que corren a toda velocidad en todas
direcciones y en una esquinita completamente rodeada por agua al fin
encontramos a las Tlacuachas alistándose para el entrenamiento, hace dos años
que no se juntan para entrenar, la pandemia ha sido devastadora para el equipo.
Sin embargo aquí están las Tlacuachas achicharrándose en su esquinita ante el
calor seco e infernal que azota la Isla de Fuego, las veteranas se abrazan
felices de por fin reencontrarse, también hay muchas caras nuevas a las que las
veteranas acogen inmediatamente, contentas de que el equipo tiene futuro.
Después de un rato Dante nos avisa que hay que cruzar un
canalito para llegar a la cancha donde será el entrenamiento, es un campo de
fútbol vigilado por la mirada pétrea del volcán Teuhtli, sólo hace falta alzar
la mirada para reconocer que estamos a las faldas del Chichinautzin, no muy
lejos de aquí unas vacas pastan tranquilas, las chicas terminan de alistarse
física y mentalmente, de aclimatarse al fuego, al que cae sobre la isla y al
que llevan por dentro, y al ritmo de música “jotera” (esa que suena en los
bares gay del centro de la ciudad) comienza el entrenamiento.
Es un grupo ecléctico, algunas de las chicas son altas,
otras son bajitas, algunas son musculosas y otras son delgadas, también hay
algunos hombres entrenando con ellas, es un equipo inclusivo, 20 personas se
han reunido para practicar el rugby un domingo por la tarde, nada mal, es un
número alentador, de ser constantes sin duda permitirán la continuidad de este
bello sueño.
Mientras entrenan, un pequeño grupo de visitantes y mirones
observamos la práctica ocultándonos del calor bajo un marginal pedazo de sombra,
entre nosotros están novios, parejas, un perro, unos compas que se están
tomando una caguama, las hijas de una de las chicas que juegan correteando
felices por el enorme llano, y yo, mientras observo me causa gracia pensar que
le estoy haciendo etnografía a las antropólogas.
En el entrenamiento las chicas realizan trabajo para entrar en ritmo de juego, el coach Dante les recuerda algunos fundamentos del rugby como mantener una línea defensiva o atacar siempre los espacios, advierte que el entrenamiento no será muy pesado y que no habrá tacleadas, sin embargo el entrenamiento se estira por horas, los del tocho bandera ya llevan un buen rato caguameando, y hay una que otra tacleada que nos hace emitir un sonido gutural a todos los que estamos observando, cuando pasan al interescuadras un equipo se llama “lesbianas” y el otro “trans”, las “lesbianas” empiezan ganando, pero al final las “trans” terminan por imponer supremacía, se juega con mucha intensidad, uno de los hombres se patina después de tratar de defender un try a toda velocidad y cae en el maloliente canal, aunque en la mayoría de los casos se marque un “tackle” con un abrazo parece una verdadera batalla, pero una batalla divertida, los movimientos de cadera me parecen majestuosos, mientras las observo me emociono y me pregunto si me gustaría jugar al rugby, “¿por qué no?” me respondo.
Después de eso Brenda comanda el estiramiento y mientras
todos unen sus manos recita unas palabras sobre los fundamentos del equipo, la
sororidad y la solidaridad, el amor y el respeto hay un aplauso emotivo y el
entrenamiento concluye, por fin llega la hora de la entrevista, así que,
queridos lectores los dejo con las palabras de las verdaderas protagonistas de
esta historia:
¿Por qué te llamó la atención el rugby?
Daniela: Por la intensidad y el compañerismo en los equipos
que conocí.
Gabriela: Yo me acerqué al rugby porque vi un video de la
selección española que hablaba de como un deporte de contacto para morras no
era común y automáticamente las etiquetaban como lesbianas y dije mchh.. esto
está interesante...y ya cuando vine dije: oh, sí está bastante rudo, pero es un
reto para mí, para mí fue un reto de mi poder muscular.
Anadshieli: Yo soy nueva en el equipo, pero me llamó la
atención porque sabía que mis amigas jugaban y decía que chingón que algo tan
masculino lo jueguen morras y sean las únicas que conozco que lo hacen y dije
bueno, pues las admiro y está chingón, pero ya cuando me invitaron dije ¿por
qué no? Y es justamente seguir compartiendo con ellas, conocer mi cuerpo y
saber qué puedo hacer.
¿Consideras que el rugby es un deporte violento?
Brenda: Yo creo que no es un deporte violento, más bien es
un deporte desconocido y tal vez nos da un poco de miedo porque pues no es muy
común en México se ve un poco aparatoso, pero cuando ya te metes a jugar pues
te das cuenta de que hay leyes que protegen tu cuerpo y el de tus rivales, hay
mucha armonía y camaradería entre ambos equipos entonces eso pues nos lleva a
tener un desempeño más sano, pero sí con esfuerzo, con llevar al cuerpo al
límite, metiendo todo lo que tienes de ti. Pero no por eso es violento es más
bien pues algo que te empodera algo que te hace sentir un fueguito en tu
corazón y que te da ese impulso para taclear, para caerte y rasparte.
Victoria: Yo tampoco creo que sea violento, creo que justo
por ser niñas nos dicen que no podemos hacer nada que tenga que ver con golpes
o con caer, tienen que ser cosas más delicadas, pero después del primer tackle
dices güey, esto es para mí, lo necesito, porque justo es empezar a conocerte y
empezar a conocer la fuerza que tienes.
¿Qué se siente estar adentro de un scrum?
Gabriela: Mi primera vez en un scrum no entendía por qué
estaba ahí, fue como güey, ¿en serio necesito esto? Estar en medio de dos
culos, agarrando. Pero es súper chido, cuando pierdes un scrum es impresionante
porque dices ¡verga! Hay gente más fuerte que yo y cuando ganas un scrum, una
vez nos pasó, sentamos a unas chicas super fuertes de que las empujamos tanto y
fue como no maaa, que poder se siente, es impresionante el poder en conjunto.
Daniela: Sientes la fuerza que dice Gabu, pero también mucha
responsabilidad, estoy muy consciente de que mis compañeras dependen de mí para
que no se lastimen y para ganar ese scrum.
Fernanda: En el scrum se siente mucha unión pero también se
siente un coraje, a mí me duele si a mi compañera la mandan para atrás y me da
mucho coraje, así que quiero protegerla y que ella me proteja a mí, eso es lo
que se desprende en una posición de tanta fuerza, querer que nadie te pase
encima.
Desgraciadamente vivimos en un país muy peligroso para
las mujeres, inclusive en esta semana no muy lejos de aquí se encontró el
cuerpo de una víctima de feminicidio. ¿Qué significa para ustedes eso, estar
entrenando y viviendo en un país en el que es tan duro ser mujer?
Brenda: Yo creo que es un enfrentamiento constante, no sólo con
el ambiente violento que viven las mujeres sino con una misma, porque crecemos
pensando que de verdad somos débiles, que somos vulnerables. Muchas entramos al
equipo y pensamos que no tenemos ni siquiera la habilidad, ni la fuerza, ni la
potencia, que somos mujeres y que somos débiles y el estar en el rugby a mí en lo
personal pues sí me ha ayudado a hacerme saber que soy fuerte, que soy capaz, que
tengo un cuerpo chiquito pero potente, poderoso, lleno de energía, y a explotar
esa actitud que se transmite también en el ámbito social, al principio a mis papás no les gustaba que
jugara porque llegaba constantemente con uno que otro moretoncito y así y me
decían “no lo juegues” “¿Por qué lo juegas?” “¿Te gusta lastimarte?” y la
verdad es que no es que me guste lastimarme, me gusta ser dueña de mi cuerpo y
también se transmite cuando voy a la calle o en el metro, incluso hasta en la
escuela, o sea me ha dado esa autoestima y ese poder de hacerme saber que soy
fuerte no sólo en el deporte sino también en la vida, como que sacas esa chispa
y también ayudó a poner altos y decir esto sí quiero, esto no quiero y eso me
ha enseñado a mí el rugby. Y pues el equipo lleva ya 12 años y seguiré jugando
hasta que me haga viejita.
Gabriela: Antes lo tomaba como que estaba fortaleciendo mi
arma personal, que es mi cuerpo, pero ahora lo pienso como güey, pinche mundo
ojete, neta no sabemos qué nos va a pasar, sólo lo tomo como que hueva no hacer
lo que me gusta. Al contrario de creer que me estoy ejercitando para partirle
su madre al güey que me va a nalguear, ya sólo lo hago porque me gusta el
rugby, que hueva pararme decir: “güey, tengo miedo de hacer algo” y dejar de hacerlo,
sólo lo hago porque me gusta. Pinche mundo ojete en el que desaparecen 11
morras al día, no me voy a quedar con las ganas de hacer lo que me gusta y de
meter un putazo sólo porque me da miedo.
Victoria: Yo creo que es tomar esa libertad que nos niegan
todos los días, la libertad de hacer lo que yo quiero sin necesidad de
cuestionarme. Porque me dicen: “¿Por qué te gusta jugar así? Pareces hombre, eres
lesbiana”. Pues soy quien soy y no le debo una explicación a nadie, ni a mi
familia ni al mundo no y yo me preparo porque sé que si en algún momento soy violentada
me voy a defender, voy a estar lista, porque el rugby es eso, estás en un
constante crecimiento todo el tiempo. A mí me han dicho que soy muy llevada con
los hombres y soy muy llevada con ellos porque me la pelan, porque como dicen
soy muy fuerte en comparación de muchas chicas y pues a huevo, puedo ser aún
más fuerte y voy a ser aún más fuerte.
¿Cómo les afectó
la pandemia como equipo?
Daniela: Siguiente pregunta.
Gabriela: La pandemia llegó en un súper buen momento de
nuestras vidas en el rugby, o sea como que estábamos ya muy enamoradas y éramos
constantes unas 7 u 8 y pues yo sí centré mi vida en el rugby entonces cuando
me lo quitaron me quitaron todo, o sea sí me sentí como güey, ¿y ahora qué hago?
sí hacía ejercicio pero no es lo mismo, no veía a mis amigas, no me reía, no
llegaba con tierra en los dientes, no había en qué pensar el sábado, ese nervio,
esa diarrea matutina antes del partido no existía ya, todo me lo robaron y fue
súper ojete, pero dije de aquí o lo dejo para siempre o me pongo mamada y regreso,
o sea no hay de otra. Mi misión siempre fue voy a regresar y voy a construir un
cuerpo que sea potente y que pueda parar a las de Pumas, en mi mente yo las imaginaba,
yo decía: “esa vieja no va a pasar, no va a pasar” y así, yo las imagino cada
que hago ejercicio. Pero sí, para mí aparte de lo corporal también lo mental
fue muy fuerte porque me robaron todo, el rugby era un 80% de mi día, de mi
vida, de mi pensamiento y fue como te quedas sin salir, sin tus amigas y lo
único que te hacía sentir enamorada te lo quitan, así que fue muy muy feo.
Brenda: Desde la parte de la organización el primer año de
la pandemia hicimos retos, hicimos actividades por zoom o por las aplicaciones
y eso nos funcionó mucho, pero me di cuenta que también el deporte es bien
social, como no nos reuníamos entonces hubo después un buen de miedo por la
situación, por nuestra salud pero también este bajón emocional que implicaba ya
no poder estar juntas, porque esto es de reunirse, de estar aquí corriendo, de
estar riendo y pues la distancia, el zoom, la pantalla pues no lo permitía y sí
pegó bastante, nos costó un año recuperarnos de la pandemia ahorita estamos
empezando, pero lo más chido es que también nos dio la oportunidad de extrañar
y de ver que realmente nos encanta el rugby y lo amamos y estamos dispuestos a
seguir trabajando para que para que la cosa siga existiendo.
En la entrevista las chicas también hicieron énfasis en que éste
es un proyecto autogestivo, prácticamente todo el dinero necesario (salvo una
parte del salario del entrenador que paga la ENAH) sale del esfuerzo de las
jugadoras que han hecho ventas de comida y boteos para mantener el proyecto a
flote, el equipo es un encauce de sororidad y resistencia, un cuestionamiento a
los roles asignados por la sociedad y a las propias mujeres que desconocen la
fuerza de sus cuerpos. En cierta manera el equipo es la perfecta encarnación de
la ENAH, una escuela rebelde que día a día lucha por subsistir en un ambiente
cada vez más hostil, pero ver a las Tlacuachas entrenar hacen que la esperanza
vuelva a aflorar sobre nuestras pieles, pues son una vorágine de energía y
alegría y solidaridad, una perfecta encarnación de la libertad, ojalá y las
Tlacuachas sigan jugando por muchos años y que surjan más proyectos como éste para
que podamos seguir sintiéndonos libres.
Este texto fue publicado originalmente en nuestro antiguo
blog, pero ya que Elon Musk y otros más malvados decidieron bajarlo del
internet decidimos ser combativos como siempre y volverlo a subir.
Comentarios
Publicar un comentario