Dock Ellis y el juego sin hit volando en LSD



Por Omar Colio 

Hoy es Día de la Bicicleta, lo que quiere decir que hoy se conmemora el aniversario de cuando Albert Hoffmann experimentó el primer viaje voluntario de LSD en la historia. Qué mejor momento para sumergirnos en lo más profundo de la esencia del cosmos y hablar de la asombrosa hazaña de Dock Ellis, que el 12 de junio de 1970 lanzó un juego sin hit ni carreras mientras volaba en LSD, lo que quizás sea la hazaña más impresionante en toda la historia de las Grandes Ligas.

Feliz Día de la Bicicleta 

Durante el pico de su carrera, Dock Ellis ganó la Serie Mundial de 1971 con los Piratas de Pittsburgh y fue uno de los lanzadores más dominantes en toda la Gran Carpa, pero su relevancia fue mucho más allá de sus actuaciones sobre la lomita. Influenciado por su compañero de equipo, el gran Roberto Clemente,—quien fue una especie de Jackie Robinson para los peloteros latinos—Ellis fue un vocal crítico del trato diferente que recibían los peloteros negros en Grandes Ligas, y en 1971 estuvo en el centro de dos eventos históricos en las Mayores, primero en el Juego de Estrellas, en el que abrió por la Liga Nacional y junto al pitcher rival Vida Blue se convirtió en el primer lanzador afroamericano en iniciar un Clásico de mitad de temporada, y unos meses después, el 1 de septiembre, cuando los Piratas mandaron al campo a la primera alineación en la que los nueve peloteros eran negros.



Roberto Clemente fue la mayor influencia en la carrera de Dock Ellis, como lo ha sido en la carrera de muchísimos peloteros a través de la historia.


Sin embargo, su hazaña en el diamante del viejo Estadio Jack Murphy de San Diego sigue siendo la razón por la cual es más recordado. Y es que ¿cómo no va a ser memorable? Si bien el uso de sustancias para mejorar el rendimiento siempre estará inherentemente ligado al beisbol, el LSD no es una de estas sustancias, todo lo contrario, el LSD hace que la mente entre en un estado de trance, que haga un viaje trascendental en el que se abrirá como una flor al sol, dejando que los colores y las formas se mezclen en un remolino de sensaciones, el mundo exterior se difumina, el ego muere y deja al desnudo la verdad más profunda del ser. Así que, naturalmente cualquier tarea física se vuelve un millón de veces más difícil.

Durante su carera en Grandes Ligas, Dock Ellis resaltó por su excentricismo



Los Piratas habían volado a San Diego para su serie contra los Padres con un día de antelación. Dock era nativo de la cercana Los Ángeles, así que aprovechando que los Piratas tenían el día libre, le pidió permiso al mánager Danny Murtaugh para viajar a casa y en el mismo aeropuerto de San Diego tomó una dosis de LSD para que le pegara en LA. En la carretera todo su ser se desvaneció y para cuando llegó a Los Ángeles, Dock estaba voladísimo. Después de vagar por las calles angelinas, Dock llegó a la casa de la novia de uno de sus amigos, quien inmediatamente notó algo raro en Dock y le preguntó qué le pasaba, Dock sólo respondió: “estoy tan hasta arriba como un pino de Georgia”.

Dock se sumergió en una noche interminable de fiesta y alucinaciones hasta perder por completo la noción del tiempo. Poco después de haber tomado una nueva dosis, la novia de su amigo lo sacudió y le dijo que se tenía que levantar para ir a lanzar, Dock le dijo: “No, lanzo mañana. ¿De qué demonios estás hablando?” así que la chica le mostró la sección deportiva del diario, que informaba que el pitcher abridor de los Piratas para el juego de esa noche frente a los Padres era el mismísimo Dock Ellis. “¿Qué le pasó a ayer?”, preguntó Dock. “No lo sé, pero será mejor que salgas en este instante” le respondió la chica.

Dock salió disparado rumbo a San Diego y apenas logró llegar a tiempo para el juego. Ya en el estadio tomó unas cuantas anfetaminas—que eran la droga que siempre consumía antes de lanzar y que, según sus propias palabras, más del 90% de los ligamayoristas utilizaba en ese entonces —y salió al terreno  con la mente en ebullición por los efectos del LSD, que convertían cada estímulo en un torbellino caótico. En cuanto el juego comenzó, cayó la niebla y trajo consigo una llovizna que cayó como un manto de cristal líquido que cubrió todo el Estadio, lo cual hizo que todo pareciera aún más onírico.

Tratemos de ponernos por unos instantes en los spikes de Dock e intentemos imaginar el momento. Nada estaba quieto, cada partícula brincaba en todas direcciones, el tiempo se retorcía y se contraía como un espejo roto, los sonidos se difuminaban en un millón de distintas dimensiones, el griterío de los aficionados retumbaba en sus oídos como si fuera el incesante quejido de las almas en el infierno, además la bola se agrandaba y encogía como un corazón palpitante. ¡Vaya condiciones de mierda para lanzar el juego de tu vida!

Naturalmente, la joya de Ellis no fue precisamente una obra maestra del pitcheo, estuvo llena de lanzamientos descontrolados, bateadores golpeados, bases por bola y de momentos donde se cruzaron los cables, como en la séptima entrada en la que Dock corrió a la inicial para realizar una asistencia y en un solo movimiento atrapó la pelota y pisó la almohadilla, exclamando “¡Acabo de anotar un touchdown! Los jugadores de los Padres sabían que estaba drogado —aunque no sabían con qué — y aprovecharon para estafarle colchonetas a diestra y siniestra. Pero el casillero de imparables de los locales se mantuvo en cero a pesar de que la percepción alterada de la realidad de Ellis hiciera que no pudiera ver a los bateador y que estuviera asustado de cualquier bola que hiciera contacto con los maderos de sus rivales aunque no fuera en su dirección. Ah y además hay que sumarle que el entonces novato Dave Cash estuvo todo el juego molestando a Dock diciéndole que estaba tirando un juego sin hit, lo cual va en contra de todas las convicciones del beisbol, que es un juego enarbolado en supersticiones.

A pesar de poder percibir físicamente la tensión que había en el dugout, Ellis logró salir a la novena con sin haber recibido un solo imparable. Esto en parte gracias a la suerte, factor importantísimo en cualquier juego sin hit y en parte a las tremendas jugadas a la defensiva de sus compañeros, como Matty Alou y el magnífico Bill Mazeroski. Finalmente Dock logró ponchar al emergente Ed Spiezio, —padre del loco Barbarroja Scott Spiezio —y completó la hazaña más increíble en la historia de las Grandes Ligas.

Ed y Scott Spiezio lograron ganar la Serie Mundial con los Cardenales de St. Louis. 


Años después Dock mencionó que el lanzar esta joya de pitcheo en esas circunstancias le fue más fácil pues solía automedicarse y salir al campo de juego colocado. Incluso declaró que todos los juegos que lanzó en Grandes Ligas lo hizo bajo la influencia de las drogas, ya que era la forma en la que lidiaba con la ansiedad, el miedo a fallar, el miedo a perder, el miedo a ganar.

Aunque el LSD no es sustancia idónea si quieres practicar un deporte, su consumo no conlleva riesgo de adicción ni de daños a la salud, por lo cual no es una droga peligrosa para el cuerpo, aunque sí lo es para los poderes fácticos del sistema, ya que su efecto puede expandir la mente y alterar la percepción de la realidad, por eso en casi todo el mundo su consumo sigue estando criminalizado.

Desgraciadamente durante su carrera Dock Ellis consumió muchos otros tipos de drogas adictivas que causaron que su juego y su vida fueran en franca decadencia, lo que lo llevó a tener conductas violentas graves y a estar a punto de perder la vida. Afortunadamente, Dock logró rehabilitarse y pasó los últimos años de su vida ayudando a jóvenes con problemas de adicción.

 

PD. Si quieren saber más sobre Dock Ellis, busquen el magnífico documental sobre su vida llamado No No: A Dockumentary

 

 




Comentarios