Argentina-Francia, la Final más épica en la historia de la Copa del Mundo

 



¡GUAU! ¡Qué final! Si se hubiera cumplido mi pesadilla de no levantarme a tiempo para ver la final del Mundial por andar en la peda y me hubieran contado qué fue lo que pasó la verdad no me lo hubiera creído. Sólo creo en esto porque lo atestigüé. Estoy impresionado, francamente sigo atónito, no sé cómo le voy a hacer para escribir esto porque ni las palabras más bellas del lenguaje pueden hacerle justicia a este juego, la Final de la Copa del Mundo 2022 puede ser el evento deportivo más épico, emotivo e importante que he presenciado en mi vida (El Super Bowl XLII es el único otro serio contendiente para este título), me siento fugado, volado, anonadado, como si en el momento exacto del pitazo inicial, Gianni Infantino hubiera aparecido en la sala de mi amigo Erick donde vi el partido y me hubiera sujetado mientras el emir de Qatar me inyectaba una maravillosa droga y desde entonces mi mente no fuera otra cosa que una máquina de vómito rosa de la que salen estrellas, unicornios y sensuales odaliscas. 

Ha sido grandioso, hay muchísimo de que hablar, por eso quiero escribir esto, para que cuando en tres segundos el mundo entero voltee la página y todos vuelvan a la programación habitual de sus vidas no se olviden de esto, de este momento cumbre en la historia del deporte, de este incidente tan estrambótico, de esta épica digna de los escritos de Homero. Las campanas siguen retumbando en mi cabeza, sigo viendo el mundo bajo los efectos de la droga de la FIFA, pero eso no quiere decir que esté cegado, que sea inmune a toda la mierda que hay alrededor de un evento como éste, y ya saben cómo nos gusta hablar de mierda en este canal, así que prepárense para una ensalada de héroes mitológicos, batallas épicas, magos, alquimistas y unicornios rosados con el usual aderezo de la mierda cortesía de la oligarquía.

El mundo no ha cambiado mucho en las últimas cuatro semanas, seguimos montados sobre el mausoleo de los derechos humanos, seguimos con la mirada fija en el teatro de marionetas de los autócratas, pero todo eso se nos ha olvidado, lo hemos dejado pasar por nuestras tráqueas junto con el maravilloso futbol que ha habido en este torneo que nos ha ayudado a digerirlo, pero con todo y eso las apariciones a cuadro de Gianni Infantino, Tamim bin Hamad Al Thani y Emmanuel Macron hacen que las primeras sensaciones de la droga de la FIFA sean desagradables, que la reacción de los nervios sea de pánico y aversión cuando Macron empieza a colarse cada que puede en las tomas de la cámara, que persigue por todo el estadio, al final del partido Macron corrió más que los jugadores, está exhausto, su cara de pillo por fin denota que está completamente rebasado por la situación, por la realidad neoliberal que se ha creado y que lo tiene persiguiendo cámaras por todo el Mundo, lo mismo en Champs Elysées que en un país que asesina por dinero y uno piensa: Pffff, si así está Francia, cómo estará el resto del mundo. 

El árbitro silba y empezamos a ver cómo se mueven las piezas en el teatro forjado por el emir Tamin, el gran maestro de ceremonias mira con orgullo como sus dos esclavos de oro más preciados— Messi y Mbappé— se disputan no sólo la Copa del Mundo, sino también el título de mejor jugador de futbol en el universo. Ha sido un gran mundial para el emir que obtuvo lo que quiso por lo que su familia pagó cuando un día en su palacio su padre se decidió a lavar la imagen de su inmensa riqueza disfrazada de nación y a base de sobornos a los oficiales de la FIFA obtuvo este Mundial que Qatar sólo pudo organizar gracias a la magia de la explotación humana, a la cual recurrió con todo su poder la monarquía qatarí, que tomó la misma actitud que Lord Farquaad diciendo: “Algunos tal vez mueran, pero es un sacrificio que estoy dispuesto a aceptar”. Sólo así pudieron construir los estadios y las ciudades necesarias para albergar la Copa del Mundo, con el esfuerzo, el sufrimiento y en algunos casos el sacrificio de la vida de esclavos contemporáneos, esclavos importados de Nepal, de Pakistán y Bangladesh, irónicamente estos últimos son los que más quieren que Messi alce la Copa, porque están enamorados de la selección argentina desde que Maradona venció a su enemigo en común —Inglaterra—en el Mundial del 86.
 
Como toda epopeya, ésta empieza con algo lodoso, el caldo primigenio de la belleza siempre es una ciénega de líquido amniótico, es algo que va más allá de la plasticidad del evento. De entre el fango (o mejor dicho de entre el tango) del caótico caldo primigenio, el árbitro polaco se inventó un penal de Dembélé sobre Di María que me hizo recordar el asco que sentí cuando anularon el gol que Enner Valencia le anotó a Qatar hace cuatro domingos. Justicia poética dirán los que estaban del lado de los gauchos, porque Argentina había sido claramente mejor, porque Di Maria había sido un filero que le voló la tapa de los sesos a la defensa francesa y porque el pobre Dembélé entro a jugar la final del mundial con los calzones zurrados, yo no estaba en Lusail, como dije yo vi el partido en la sala de mi amigo Erick en Texcoco y desde ahí alcancé a oler la caquita que se le salió a Dembélé por los nervios. 
 
De esa manera lodosa Messi obtiene el penal con el que ha soñado toda su vida, a diferencia de Macron y de Dembélé, él sí está a la altura de la situación y simplemente se mantiene estoico, ni siquiera toma mucho vuelo, sólo observa con cuidado los movimientos de Lloris que le baila, pero Messi es una estatua que sólo se mueve una vez que el arquero francés ha invocado a Fortuna y escogido un destino para lanzarse, entonces Messi simplemente lo cruza disparando en dirección contraria para anotar su primer gol en una Final de Copa del Mundo. 

Un gol que, como dije, me provocó asco, no me malentiendan, sí tengo corazón y estaba hinchando por Argentina, pero no sé, me pareció un gol muy plástico, muy burocrático, supongo que todos esos años atrás, cuando comenzó esta magia, nunca imaginé describir a Messi en su primer gol en una final del Mundial como una estatua, además la duda que me causaba la inexplicable falta que precedió al tiro penal manchaba aún más este gol que he querido gritar desde hace década y media. No lo grité, ni siquiera dije ¡A huevo!, ni aplaudí, ni hice nada de lo que se supone que se debe hacer cuando el futbolista que más admiras marca un gol en la Final de una Copa del Mundo, sólo dije ¡OK! Y seguí viendo el partido, que es lo que les recomiendo hacer cada que la vida no cumpla sus expectativas, y entonces: 

Narraciones Poetosas: El gol de Di María

Este gol es un tótem. Todas las cabezas de los míticos personajes que están aquí perfectamente alineadas por el universo estaban predestinadas a formar este objeto sagrado mucho antes de su nacimiento. El primero es el más elegido de todos, este poema empieza con la figura de Kylian Mbappé, que es la cabeza más alta de este tótem. Por primera vez en el juego, Mbappé ha logrado crear con sus pies ligeros un huracán en el área argentina, pero sus propios vientos soplan muy fuerte en su contra y hacen que la pelota se le escape en un autopase y le caiga al santo patrono de la locura, al más latino de todos, a Dibu Martínez, quien sólo con tocar el balón le inyecta la pasión necesaria para crear una obra maestra como ésta, Dibu revienta la pelota de derecha y la incendia, el balón es ahora un meteorito que cae traicioneramente a los pies del defensor francés Upamecano, quien antes de darse cuenta se ve abrumado entre dos fuerzas que se le vienen encima y amenazan con aplastarlo, a su espalda el entrenador argentino Lionel Scaloni grita con tal fuerza que su grito parece el de las madres de la Plaza de Mayo, le grita a un joven baluarte de la albiceleste que vaya a presionar con todo a Upamecano y el joven discípulo obedece y es la otra fuerza que se le viene encima al francés, quien atrapado decide deshacerse de la pelota. El meteorito muerto le cae a Nahuel Molina, que de un toque lo compone e inicia el letal contraataque, Mac Allister se da cuenta del potencial de la jugada y le toca la pelota de primera a la figura central de este tótem, Lio Messi, Messi va a ser el último de esta concatenación de argentinos que no va a tocar la pelota de primera, pero vamos a darle chance porque está de espaldas y porque es un viejo artista. El genio rosarino se acomoda elocuentemente la pelota y con la zurda toca el balón como billarista entre dos franceses. ¡Dink! un pase lleno de plumas le llega los pies a Julián Álvarez, que hace unos segundos la enjundia con la que juega lo había llevado a salirse de la cancha, pues él es el joven baluarte al que Scaloni increpó a presionar con todo a Upamecano con la bravura de las madres de la Plaza de Mayo. Como si desde su nacimiento hubiera sabido exactamente lo que hay que hacer, Álvarez da una pincelada en el lienzo de la cancha al dar un pase hacia delante de primera, justo a donde ya está Mac Allister, que no ha parado de correr en esa dirección desde que apareció por primera vez en la jugada pasándole la bola a Messi. Como buen gaucho, Mac Allister galopa junto a la pelota a la que deja pastar sólo lo suficiente para surcar su trazo, él sabe que detrás de todos los defensores franceses un compañero suyo viene solo, ese hombre es Ángel Di María, que va escondiéndose de la cámara. El Fideo parece bajar el ritmo de su carrera cuando se da cuenta que su magrísimo cuerpo aparece en la toma de la televisión, como si no quisiera que los franceses se dieran cuenta de lo solo que está, va jugando a las escondidas con el galope de Mac Allister, que sabe que es tiempo de plasmar su trazo en el lienzo de la historia, el trazo de Mac Allister es un cometa tierno que sale disparado del botín del irlandés gaucho, un exquisito trazo para redireccionar la bola y la historia, la pelota pivotea acariciando el área, vuela al mismo tiempo con fuerza volcánica y ternura hacia donde ahora sí aparece Di María en el borde del área listo para rematar suavemente de pata izquierda hacia el ángulo de la portería con la finura necesaria para evitar levemente la zambullida de Lloris, que se lanzó con la elegancia con la que navegaba el submarino de Jacques Cousteau sobre el cosmos. 

¡Gooooool! ¡Qué clase de gol! Clásico instantáneo que va directamente al archivo de los mejores goles en la historia del Mundial y al de los mejores ejemplos de colectividad y solidaridad. Un gol que en el gigantesco escenario de las finales de la Copa del Mundo sólo es comparable con el famoso golazo colectivo de Brasil culminado por Carlos Alberto en la Final del 70. Un gol que al mismo tiempo sirve de tributo a la colectividad y a un icono de la selección argentina muchas veces olvidado, Di María —la última figura del tótem— como un ángel abrió sus alas y se fue volando del Estadio directamente hacia la inmortalidad. Pibes ¡Nunca estuvieron solos! Maradona tuvo a Valdano y Messi tuvo a Di María. 



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El golazo de Di María no sólo demostró que lo único que nos hace falta a los latinoamericanos para crear cosas hermosas es aprender a jugar en equipo, también lavó el asco producido por toda la mierda que rodeaba al partido, a partir de entonces el encuentro bajó en intensidad, Argentina seguía dominando y los vigentes campeones del mundo seguían siendo inofensivos, me pregunto si en este punto Didier Deschamps se arrepintió de no tener al vigente ganador del Balón de Oro—Karim Benzema — disponible para entrar a la cancha. El juego parecía lejos de la epopeya, parecía que iba a hacer una simple coronación cursi para Messi, parecía que la plasticidad que ha rodeado a esta Copa del Mundo desde hace 12 años cuando se eligió a Qatar como anfitrión por fin había esculpido su efigie para un rey de plástico…. 

Pero ¡No tan rápido!, porque la otra figura de proporciones históricas que está en el campo se niega a cederle el trono a su compañero de equipo en el PSG. Al minuto 79, Mbappé alcanzó a puntear una pelota para inyectarle veneno, la disputa por la bola se convirtió en un amistoso combate de cosquillas entre dos luchadores olímpicos, en un mano a mano entre el experimentado defensor Otamendi y el atacante Kolo Mouani, que forcejearon por la posesión hasta que el joven delantero francés cayó en el área y el árbitro marcó un polémico penalti por segunda vez en el partido. Bueno, qué se le va a hacer, había que compensar el penal que le regaló a Argentina y ponerle un poco de emoción al partido. Mbappé tomó el balón y cruzó su disparo como dictan los cánones: Fuerte, raso y colocado al ángulo. Imposible para Dibu. Francia descontó para hacer el final más emocionante, pero el dominio argentino había sido abrumador. No hay manera de que Francia llegue así de tarde a la fiesta y espere volver a aspirar al bicampeonato del mundo, ¿Verdad?......
                                                          ………95 segundos después: 

Narraciones Poetosas: El segundo gol de Mbappé 

El principio de esta escena está sacado de los Super Campeones, Messi conduce álgidamente el balón y de la nada llega Kingsley Coman (déjà vu de la pesadilla del Bayern), quien le da un empujoncito con el que lo saca de la toma para robarle la pelota, Coman conduce la esférica y da la voz de ataque. Grita: ¡Vámonos de peda! y de todos los rincones de París salen poetas que se suman a la fiesta, aparece Baudelaire y Rimbaud y Verlaine y Artaud y Mallarmé y Balzac y Apollinaire y toda la Comuna de París, pero es Adrien Rabiot quien toma la pelota y le pone mostaza y poesía con un pase de vaselina, en la cornisa del área lo espera Mbappé, que peina el balón con su cabeza completamente desnuda (hasta de cabello) intentando hacer una pared con Marcus Thuram en un movimiento más glamoroso que la suma de todos los sombreros que han paseado alguna vez por París. Thuram deja que el balón bote y le responde la pared con un trazo exquisito digno de la elegancia de su linaje, ¡Oh là là! ¡Qué elegancia la de Francia! La pelota dibuja una parábola de abajo hacia arriba y luego otra vez hacia abajo en el área que hace recordar la silueta de la Torre Eiffel, justo antes de que el balón caiga, Mbappé transforma sus pies ligeros en un mazo con la dureza de las murallas edificadas por Poseidón alrededor de Troya, con el que impacta la pelota de volea con una rabia que en el deporte yo sólo le he visto a Mike Tyson, Michael Jordan y a Earvin N'Gapeth ¡BAM! ¡Su disparo dobla las manos de Dibu Martínez como si efectivamente el mejor portero del Mundial fuera una caricatura y la pelota se cuela al fondo de la red para empatar el partido! El festejo de Mbappé sólo puede ser descrito así, como una serie infinita de signos de admiración: ¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!......Mbappé da un salto hacia la Luna y postrado en el Mar de la Tranquilidad frunce el ceño, porque realmente ÉL es el elegido, el universo es suyo, él sólo tiene que estirar la mano y tomarlo, y cuando Mbappé frunce el ceño, frunce todos los nervios del universo, todas las fuerzas del cosmos —de las que él es amo — convergen en su todavía infantil rostro y ¡BAAAAAAAAANG! ¡El universo estalla! 


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Así que el universo estalló, ¡Volvió a pasar! a Argentina le volvió a pasar lo que le había pasado en los cuartos de final contra Países Bajos, o lo que le había pasado en la Final del ’86, pero ¡Hey! En ambas ocasiones la albiceleste prevaleció, así que, sí, el universo colapsó, pero no es la gran cosa. Mira, Argentina está de nuevo al ataque… ¡NO! Ahí viene Francia de nuevo…UFFFF…ah, mira Francia tiene otro chance UFFFF… ¡Qué suerte! Argentina sigue en el partido, pero es un partido que tenían ganado y se quedaron a nada de que Messi tuviera la despedida más cruel en la historia de los Mundiales. nunca me he creído eso de que el 2-0 es el marcador más engañoso, pero ahora, como siempre, el universo y el futbol conspiraron para callarme la boca, el futbol siempre encuentra la manera, ¡Qué suerte! ¡Qué drama! ¡QUÉ FINAL! .... 

(estos fueron mis pensamientos mientras Messi disparaba a gol desde fuera del área en el tiempo de compensación, pero el final de película no se dio porque Lloris atajó el cañonazo de Messi y por cuarta vez en los últimos cinco mundiales la Final se fue a Tiempos Extra). 

Tiempo Extra 

El primer tiempo extra fue tenso y burdo como siempre, sin embargo se alcanzaron a ver esbozos de buen futbol y sobre todo quedó claro que Argentina había retomado el protagonismo del encuentro al ser más atrevido que Francia en la búsqueda del gol de la victoria, Argentina parecía recuperado del tremendo par de sopapos que le había clavado Mbappé, pero sobre todo Argentina parecía desearlo más, como si el deseo que empujaba a Messi hacia la Copa también empujara a toda la selección y por extensión a todo el pueblo argentino, que se mantenía en vilo, como siempre. 

Aunque para ser honestos habría que decir que era todo el planeta el que estaba en vilo, porque ver esta Final era como ver un thriller de Hitchcock, era como si un cuchillo metafísico estuviera cortándonos la piel, las tripas, los huesos, los átomos, la esencia. Y todos desollados, pero con una sonrisa calavérica en el rostro, veíamos este juego que tenía más pinta de Apocalipsis que de partido de futbol desde la cornisa de nuestras almas. 

Fue ese mismo cuchillo metafísico el que se apareció en Lusail al minuto 109, cuando Gonzalo Montiel manda un pase largo hacia el filo del área, donde aparecen tres piantaos, tres billaristas lunfardos entre cinco defensores azules, los billaristas no están armados con palos sino con botines y con navajas metafísicas, el que desinfla el globo de Montiel es Lautaro Martínez, que mata el balón con un navajazo metafísico para que le caiga a Messi, que de primera se la toca a Enzo Fernández, el más pibe de la selección, que será el más pibe pero está aquí, ya inscrito en los anales de la historia, porque tiene un tremendo par de bolas y un talento extraordinario para el billar metafísico, que demuestra en su trazo de primera para dejar a Lautaro solo frente al marco, pero Lautaro sigue con su mufa y estrella su disparo en Lloris, quien con un heroico zarpazo salva momentáneamente a su equipo y al mismo tiempo le pone el pase de gol al capitán de la otra escuadra… 
                                             ….Lio Messi está solo con la pelota en el área chica, el tiempo se ha congelado, el universo entero ha desaparecido, sólo queda Messi, que ve a la pelota y a todo su deseo venírsele encima. Como el tiempo está congelado, a Messi le da tiempo para pensar en todo, en su vida, en su carrera, en las pinches palabras que los pinches comentaristas deportivos dicen, en el significado de la palabra legado, en el de la palabra mesías. El reloj de arena comienza a moverse de nuevo y Messi ve la pelota cada vez más cerca de él, piensa que lo que se acerca a él no es la pelota, sino su destino que viene a cumplirse y después piensa que eso es una pelotudez porque el único destino de un hombre es la muerte y siempre se cumple, todo lo demás es una amalgama de caos, desolación y acciones aleatorias que a veces mueven al mundo y hacen que vivir valga la pena. Mientras Messi pierde el tiempo pensando en esto se da cuenta que no va a poder impactar la bola que ha estado esperando toda su vida con su pierna preferida, ni modo, el poema quedó roto, la redención de Messi no es con la izquierda, impacta el balón de diestra y sale corriendo como un niño poseído por la locura, porque aunque Jules Koundé evitó que el último gol de Messi en el Mundial tocara las redes, no pudo con el peso de la historia, que dictaba que la concatenación de hechos imposibles que terminó en el nacimiento de Messi tenía como único objetivo este momento, este glorioso momento, en el que toda Argentina salió corriendo con las venas llenas de alegría y locura para festejar la llegada del Messías, que como les fue prometido, por fin les trae de vuelta la Copa del Mundo.


Excepto que, con este gol Messi no logra nada de esto, porque esto no es una fantasía, ni un guion hollywoodense, ésta es la realidad y la realidad es que a pesar de todo el encomio que rodea a Mbappe desde que irrumpió por primera vez en el futbol profesional, el reconocimiento que recibe no es suficiente, porque Mbappé es de los pocos jugadores en la historia que puede anotar a voluntad, sólo hace falta que reciba el balón, no importa en qué circunstancia, sólo con tocar el balón con sus pies ungidos por las deidades puede destruir a cualquier defensa, no importa el escenario, qué importa que estos sean los últimos suspiros del tiempo extra de la Final más épica en la historia de la Copa del Mundo, él es el elegido, a él le basta con agarrar un rebote después de un tiro de esquina para hacer daño. Mbappé aparece de la nada sin marca y con el balón controlado en el borde del área y a pesar de que el rectángulo está lleno de obstáculos, dispara con tanta precisión (o buena suerte) que la pelota impacta precisamente en el codo de Montiel y el árbitro no duda en sancionar el tercer tiro penal del partido. Mbappé unge la bola con un beso y engaña a Dibu para empatar el partido y provocar una vez más las lágrimas de la banca argentina, que, como buenos hijos de un país colonizado, lloraban una vez más por su infinita tragedia, por el infinito sufrimiento que tenemos que padecer perennemente los latinoamericanos.

Pero el drama no terminó ahí, a continuación, tuvimos la secuencia que más júbilo y más vértigo ha generado entre los aficionados al futbol en la que no se haya marcado ningún gol. Como buen país colonialista, nuevamente Francia buscaba robarse el encuentro en los últimos segundos, después de un rebote, Kolo Mouani se encontró mano a mano con Dibu, El universo zumbó, todos los corazones argentinos cayeron al vacío, el mundo entero retuvo el aliento mientras Kolo Mouani disparó un cañonazo de derecha, pero Dibu se confirmó como el mejor guardameta del torneo al realizar una providencial atajada con la pierna izquierda para impedir la gloria francesa. Ni tiempo nos dio de respirar, mucho menos de pensar en todo esto, o siquiera de ver la repetición de la icónica salvada de Martínez, porque en cuestión de segundos Argentina tuvo el triunfo en un cabezazo de Lautaro que se fue desviado, porque la mufa del delantero del Inter sigue, y el Mundial se acabó sin que el argentino haya marcado ni un solo gol.

Y para entonces ya todos estábamos exhaustos, incrédulos y anonadados por todas las cosas increíbles que acabábamos de ver. Yo trataba de rememorarlas mientras le daba otro sorbo más a mi desayuno de cerveza, e igual que todo el universo al unísono, comencé a tomar aire para tratar de contener todas las emociones que volaban alrededor de mi cabeza y prepararme para la tercera tanda de penales para definir a un campeón del mundo en la historia. 

Los penales 

Ah, mierda, esto ya se extendió mucho y todavía quedan un chingo de cosas por decir, si estás leyendo esto, lo siento. trataré de ser lo más breve posible en lo que sigue, pero si eres de esas personas a las que les gusta esta narrativa en formato largo, por favor te pido que escribas en cualquiera de nuestras redes sociales un mensaje que diga: Loco, me gusta esta narrativa en formato largo, para que yo sepa que vale la pena. Muchas gracias. Sigo: 

Ya para los penales como que el universo ya estaba cansado de tanta carcajada, como que los dioses del balón dejaron a un lado su amor por el absurdo y se acordaron que esto era serio y que había que coronar a un campeón mundial, aquí paró el drama que nunca hubiera sido aprobado ni siquiera por la más cursi de las casas productoras de Hollywood. 

Mbappé y Messi cobraron sus penales con maestría, no importó que el del argentino fuera el segundo y el del francés fuera ya el tercero, sólo describiré sus penales como un par de chispas que incendian un bosque, si nos pusiéramos a aplaudir ahorita y no paráramos hasta que el último de nuestra especie cayera muerto, fatigado por tanto blandir las palmas, no nos alcanzaría para que fuera un aplauso digno de la actuación de estos dos, pero por esas cosas del fútbol que tanto nos fascinan, este campeonato del mundo será definido por los miembros de otros, el fútbol es un deporte inventado por los obreros, es un deporte de hombres, no de dioses. Hoy que dos deidades olímpicas se batieron épicamente a muerte, ninguno de los dos logró inclinar la balanza hacia su lado, la suerte nuevamente será determinada por los hombres, por los que son como el resto. El futbol y las revoluciones son ganadas por el pueblo, por eso el futbol es el deporte más popular del mundo, por eso todos nosotros estamos aquí, sintiendo cosas respecto a unos güeyes que nunca llegaremos siquiera a olfatear en nuestras vidas. 



En un tiro penal el tirador siempre tiene más responsabilidad que el arquero, pero me parece que esta Final fue definida por los cancerberos. Hugo Lloris, el gran capitán francés, el D’Artagnan de los aspirantes a ser los primeros bicampeones del mundo en 60 años, el elegante arquero vestido elegantemente de amarillo—que lo hacía parecer el submarino de Jacques Cousteau— salió en las cuatro tomas de los disparos argentinos zambulléndose en la nada, alejándose irremediablemente del balón por su propio peso. Messi les mostró a sus compañeros —que como buenos argentinos son cancheros y lunfardos —como engañar al portero de origen vasco. Muchachos, sólo hay que esperar hasta el último segundo, hay que dejarlo que se zambulla en la nada, es un hombre supersticioso, tiene que jugar su suerte, no se queda quieto, siempre trata de adivinar, hay que esperar a que eso pase, a que no pueda con la comezón de su alma, y entonces hay que tirar al otro lado. Y así fue. 

Del otro lado está Dibu Martínez, el héroe de las masas, el más canchero, el más latino, el más chingón, el más poronga de toda la barriada. Mucha gente lo odia por las mismas razones que yo lo amo, porque es todo lo que Jorge Campos dice ser, pero mientras Campos es un personaje pulido por los tentáculos del marketing ultracapitalista que envuelve al futbol, Dibu en verdad lo es, Dibu de verdad está piantao, piantao, piantao, es como el mismísimo Pelusa, personaje que famosamente se le fue de las manos a Cortázar, Pelusa empezó a escribir a Cortázar así como todo lo que escribimos en la tribuna pública del presente, —que le hubiera hecho chiquito el corazón al gigante Cortázar— en realidad Dibu lo está escribiendo sobre nosotros. Por eso yo escribo que Dibu, como su tocayo de las telenovelas, es un personaje que se salió de las páginas de la genial literatura argentina para enfrentar al mundo. 
 
Dibu bailó y bailó su cumbia villera, no pudo hacer nada contra Mbappé, pero sí que melló en las consciencias del resto de los tiradores franceses con su guerra psicológica, por eso amo a Dibu, porque es estúpidamente inteligente. 

Gracias a la gran producción de cámaras de un evento como el Mundial (que en esta Final nos regaló momentazos como cuando un instante después de la conclusión del poético gol de Di María, nos puso a Olivier Giroud soplándose un moco con la nariz como todo un vikingo), yo puedo adivinar al 90% de los tiradores que van a fallar con sólo ver su rostro mientras caminan hacia el paredón de fusilamiento. Es simple, sólo hay que ver si el tirador tiene cara de ser el verdugo o el fusilado. 

La cara infantil de Coman dejaba leer que a pesar de que había sido fundamental en la remontada francesa—inclusive robándole a Messi la pelota para iniciar la jugada que terminaría con el golazo del empate de Mbappé—, estaba completamente abrumado por la situación, el Dibu le ganó el duelo a muerte con su astucia, leyó en sus ojos la dirección del disparo y con sus grandes reflejos lo atajó. Del penal de Tchouaméni ya Dibu lo dijo todo: se cagó, no pudo con la sangre fría (estoy usando este término como eufemismo de crueldad) del Dibu. No pudo con su sonrisa de culero. 

Para cuando Gonzalo Montiel posó su rostro inexpresivo y estéril frente a la mirada de todos los ojos del mundo, ya todos teníamos claro que ahora sí los planetas por fin se habían alineado y Argentina iba a salir campeón, ya todos estábamos listos para que se concluyera la Gran Obra y sonara “Eclipse” de Pink Floyd. El universo respiró aliviado cuando Montiel engañó a Lloris y el balón cruzó la línea de meta y nos golpeó que el mejor jugador de esta generación por fin podría llamarse a sí mismo “Campeón del Mundo”. Montiel se quitó la camiseta al mismo tiempo que a todos se nos destapaba la sesera y nuestras mentes volaban libres en el nuevo mundo en el que por primera vez en dos décadas un equipo latinoamericano es el campeón del deporte más popular del mundo. 

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Epílogo

Aunque ya todo el universo había respirado y había millones soltando una que otra lagrimita, para que a Messi le entregaran el trofeo todavía faltaba un ratote, un Macron exhausto seguía buscando a las cámaras mientras hacía como que consolaba a sus compatriotas, de esa pausa larga en lo que armaban el escenario me quedo con el abrazo en el césped entre Messi y sus compañeros y con la imagen poética de Mbappé derrotado en la banca. Ahhh, qué larga fue la espera y los burócratas de la FIFA tienen orgasmos mientras hacen al mundo entero esperar, pero la verdad es que esta vez no hay ni como culparlos, porque a falta de revisitar profundamente el Mundial de Brasil 2014, me parece que este Mundial de plástico ha sido en el que la acción en la cancha ha sido más emocionante en toda la historia. 

De la premiación lo mejor fue otra vez Dibu, que sin importarle una mierda toda la plasticidad de la FIFA y sus patrocinadores festejó recibir el Guante de Oro como mejor guardameta del torneo como siempre festeja (como presumiendo una gran erección), desafiando al mundo como siempre, su festejo fue un desafío a la moral colonialista, una expresión del grado más puro de la latinidad.

 
El peor momento de toda la Final, fue un instante antes de que a Messi le entregaran la Copa. Si bien la escena infantil de “La Pulga” frotándose ansiosamente las manos mientras se saborea el momento es extremadamente poética, el primero en arruinarla es Infantino, que como buen burócrata en lugar de llegar al punto que deseamos todos, retrasa el éxtasis mundial el mayor tiempo posible al resoplarle a Messi no sé qué chingaderas protocolarias que tienen que ver con dónde se tiene que parar y a dónde tiene que voltear, y mientras Infantino avienta su choro, el emir irrumpe en la escena para marcar a Lio como se marca al ganado al ponerle el bisht, para que aparezca en la foto que le va a dar la vuelta al universo con la marca del país que sobornó y mató para poder organizar este torneo para lavar su imagen. Lio está más ansioso que todos, él más que nadie quiere por fin cumplir su destino y levantar el trofeo, no tiene la más puta idea de cómo ponerse la capa ésa con la que su jefe o está marcando, ni tiene el menor interés en ella, pero Messi es un niño bien portado, un perro fiel del capitalismo y de los regímenes autocráticos, así que deja que lo marquen y que alarguen su espera.

Y lo que siguió fue totalmente absurdo, una muestra más de la infinitud de la estupidez humana, en un momento seis manos se cruzan sobre la Copa, las de Messi, las de bin Hammad y las de Infantino, ninguno la quiere soltar, Lio no lo va a hacer porque sabe que ya es suya, que se la ha ganado, bin Hammad no la quiere soltar porque no obstante que ya marcó a Messi, quiere tener un último momento con la Copa que tanto dinero le costó en sobornos e Infantino no la quiere soltar porque él sabe que la Copa en realidad es suya y sólo suya, sabe que él es en realidad el más grande ladrón en el Mundo.



Mientras estas seis manos convergen ridículamente sobre la Copa, sobre el máximo tótem de la masculinidad, yo me acuerdo porque la Copa tiene forma de verga parada. Finalmente, el emir concede soltarla y le da una palmada en la nuca a Lio un poco violenta, pero Infantino sigue aferrado a la Copa, no le importa que Lio ya le valga verga todo el protocolo y haya iniciado la marcha hacia donde está el resto de sus compañeros, todavía le resopla un par de cosas y por fin se desaferra, deja que los niños jueguen con su Copa…por un rato

Cuando las manos asquerosas de Miguel de la Madrid le entregaron la copa al Diego en el 86, el Diego le dio a la Copa un beso de enamorados, un beso de película, lo de Lio no va por ahí, al principio trata la Copa como si fuera un bebé, le da besitos, la mece, le da suaves caricias, pero luego le da un beso de amantes, un beso lleno de lujuria. Mientras se va acercando a sus compañeros —que brincan, cantan y celebran como niños, como ebrios, como monos— todo se vuelve más primitivo, más primate y Lio empieza a blandir la Copa como si fuera su gigantesco miembro erecto bañado en oro. A fin de cuentas, todo esto sigue siendo a ver quién es el más poronga del mundo y Lio concluye el mejor Mundial de este siglo siendo una estatua del Dios Príapo.





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