Narraciones Poetosas: El gol de Jude Bellingham

 

Por Omar Colío

El equipo inglés es una alegoría perfecta del Reino Unido, es un imperio hecho de joyas en ruinas. Joyas que el fuego no quema, pero que ven horrorizadas cómo el imperio se desmorona dentro y fuera de la cancha. Los autoproclamados inventores del fútbol contemplan impávidos el juego con el nudo en la garganta y la frustración a la que ya están acostumbrados, resignados una vez más a quedar insatisfechos porque el equipo blanco es incapaz de complacer los deseos de su sangre que son pillar el tesoro y llevarlo a la isla.

Pero en el último instante, cuando todo parece perdido, un último soñador inglés recordó que nadie tiene un sentido del humor más ácido que la pelota, por eso el gol que salvó a Inglaterra comenzó con una mano. Kyle Walker lanzó un saque de banda y envió la esférica al área, Marc Guéhi voló con la vehemencia de la Real Fuerza Áerea y peinó la bola, ofreciéndole una remota posibilidad a un poderoso soñador y no hay soñadores más poderosos que los niños.

Jude Bellingham, en el corazón del área, no titubeó. Se montó en el huracán de sus sueños, levitó y, con una chilena sublime, impactó la pelota con la fuerza del destino y marcó el gol soñado por todos.  Su gol penetró en el corazón de los eslovacos, que aunque no habían sido técnicamente derrotados, ya estaban muertos.

Inglaterra avanza y Jude puede seguir soñando, puede seguir transmutando el mundo en el que vivimos en un sueño húmedo.

NAAAAA, NAA, NAA, NA,NA,NA,NAAAAA. NA,NA,NA,NAAAAA. HEY JUDE

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