El colonialismo en el futbol contemporáneo

 


Por Omar Colío

¿Qué tranza, banda? El futbol tal y como lo conocemos fue un juego desarrollado  en el Siglo XIX en escuelas británicas para la élite, pero que en poco tiempo fue adoptado por las clases populares, que lo convirtieron en el fenómeno social y cultural que es hoy en día. A pesar de las enormes desventajas que implica nacer en la precariedad, prácticamente todos los más grandes futbolistas de la historia has surgido de la clase obrera, de donde también proviene la mayor parte de su afición.

Sin embargo, en las últimas décadas, los explotadores se han reapropiado del futbol profesional a tal grado que el deporte más practicado en el planeta ha pasado de ser propiedad popular a serlo de una bola de aprovechados que alejan cada vez más al futbol del pueblo, además de impregnar al balompié de ideologías que sólo sirven para enajenar a las personas y hacerlas reproducir conductas que únicamente le sirven a los intereses de los más poderosos. Este humilde análisis pretende mostrar cómo una ideología tan rancia como el colonialismo se manifiesta en el futbol y en otros ámbitos de la vida contemporánea.

El futbol profesional ha sido conquistado por los tentáculos del colonialismo moderno, en el análisis que hicimos sobre la UEFA Champions League hablábamos de cómo el futbol profesional es una máquina bien engrasada que funciona al servicio del poder europeo, como los equipos que disputan esta competencia también compiten en el saqueo de talento que ejecutan a escala global y de cómo estos jóvenes talentos, llenos de sueños y esperanzas, son arrastrados al corazón del imperio futbolístico, donde se les explota y se les blanquea. Estos mismos jugadores hijos del tercer mundo se convierten en muy buenos embajadores de los clubes y las instituciones europeas, a quienes alaban zalameramente, cegados por los millones y millones que reciben de estas instituciones capitalistas sólo por jugar al futbol,  inclusive les decía que si no me creían, simplemente escucharan hablar a  gente como Hugo Sánchez.

El proceso es simple y brutal. Los mejores jugadores del mundo son arrebatados de sus contextos originales, arrancados de sus raíces y llevados a los coliseos europeos. Allí, se espera que abandonen cualquier rastro de su identidad y se adapten a los estándares del futbol europeo. Se convierten en peones en un juego donde los verdaderos ganadores son los magnates del futbol, esos titanes de la industria que se sientan en sus tronos de marfil, acumulando riquezas y poder mientras sus estrellas brillan en el campo y con ese brillo ciegan a la población.

Los jóvenes talentos son arrancados de sus raíces y  transformados en mercancías que adornan vitrinas lejanas, dejando a la alegría de verlos crecer en nuestros campos como un recuerdo borroso.

De esto habló Marcelo Bielsa en una reciente rueda de prensa que se volvió viral, en la que destacó cómo el futbol contemporáneo ha sido arrebatado al pueblo, que no sólo tiene que ver cómo sus ídolos son vendidos, como esclavos, al mejor postor, sino también tiene que pagar cantidades cada vez más exorbitantes para disfrutar del juego en el estadio y hasta por la televisión.

Y para colmo, los medios de comunicación hegemónicos usan al futbol para mandar un mensaje colonialista, al darle más peso al futbol europeo sólo porque en ese continente hay equipos, algunos, no todos, que hacen una gigantesca inversión en la formación de sus planteles, imposible de realizar en países donde reina la precariedad. Ah, y no hay que olvidar que mucha de la riqueza necesaria para realizar estas inversiones proviene del saqueo de recursos del tercer mundo. Saludos, Florentino Pérez.

En países como México, los medios repiten que la única manera de salvar a la selección mexicana es mandando más jugadores a Europa, como si únicamente allá se pudiera formar al talento. Los medios deportivos festejan cada que un futbolista mexicano llega a un equipo europeo. No importa si este equipo pertenece a ligas como la belga, la escocesa, la danesa o la neerlandesa, que no están entre las mejores ligas del mundo.

Todo esto únicamente refuerza la narrativa colonialista con la que las élites han contaminado toda nuestra cultura, la que se repite hasta al cansancio en todos los medios de comunicación y en las escuelas, en las que todavía se nos hace creer que somos inferiores a los seres humanos que habitan en países donde la calidad de vida es un poco más digna. Refuerzan también la narrativa que nos infantiliza y nos hace creer que somos incapaces de crear soluciones por nuestra cuenta. Lo mismo en el futbol y en todos los aspectos de la vida. Yo no he escuchado a ningún comentarista deportivo decir en un medio hegemónico. “Hey, ¿y si en lugar de querer mandar jugadores a Europa, usamos la enorme afición que existe por el futbol en México para crear una de las ligas más poderosas del mundo?”

No es un accidente que Bielsa haya concluido su famosa respuesta a la pregunta sobre la Final de la Copa Libertadores 1992 tirándole la bolita a los medios. Cuando dice “Qué lástima que lo tenga que decir yo…Pero usted…como representante de un gremio que se atribuye un poder, que se manipula hasta el máximo, ¿por qué no asume, a través de la investigación, desenmascarar las mentiras?”, Bielsa tira un dardo a los medios hegemónicos que no mencionan ninguna de estas temáticas en los cada vez más largos espacios que le dedican al futbol.

Además el colonialismo no sólo afecta la psique del aficionado, también afecta al futbol jugado en la cancha. En mi opinión, la selección brasileña no ha tenido recientemente el éxito que solía tener debido a que, como señalaba Bielsa, ahora deja ir a sus talentos a Europa a una edad muy joven, cuando los jugadores todavía no terminan de formarse como futbolistas y como personas.

Si se observa un juego de la selección brasileña en la última década y se le compara con cualquier otro episodio histórico de la canarinha se notarán muchas diferencias. Se observará que el jogo bonito ha dejado de existir en la cancha y se ha convertido en un simple eslogan publicitario. La selección brasileña ha dejado de jugar con la alegría que la caracterizaba y que les trajo cinco títulos mundiales para optar por el orden táctico que requiere el futbol europeo…y los resultados ahí están.

Pffff…y pensar que hay gente alienada por la mentalidad colonialista que cree que Pelé y sus compañeros de generación no fueron tan grandes porque nunca jugaron en Europa. Pues, la verdad yo no los vi teniendo muchos problemas para superar a los mejores jugadores europeos en rumbo a ganar tres copas del mundo. Más bien los europeos tuvieron suerte de no haber jugado en Brasil durante esos años, pues no habrían tenido cabida.

Ufff, en fin. Queda mucho para reflexionar y eso que sólo tocamos el tema del colonialismo en el futbol moderno superficialmente, todavía queda mucho por rascarle, por ejemplo hablar de cómo algunas selecciones europeas se aprovechan de la precariedad que ellos mismos crearon en sus ex colonias para potencializar sus selecciones de futbol.

En fin, la lucha contra el colonialismo en el fútbol es también una lucha por nuestra identidad y nuestra dignidad. Es una lucha por devolverle al pueblo lo que es del pueblo. Porque el futbol no debe ser un privilegio de unos pocos, sino un derecho de todos.

Es hora de que el balón vuelva a rodar en nuestros campos, de que nuestras ligas se fortalezcan y de que nuestros jóvenes talentos puedan brillar aquí, en casa. Solo así podremos recuperar el espíritu del juego, ese espíritu que pertenece al pueblo y que ningún imperio podrá arrebatarnos. Todos estos principios hay que aplicarlos no sólo al futbol sino a la vida misma.

Nunca hay que olvidar las palabras de Bielsa: “El futbol es propiedad popular”. 

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