Por Omar Colío
Muy a su estilo, Fernando Nachón nos cuenta en este libro
las aventuras de un burguesito trasgresor con conciencia de clase en busca de
fama, que alentado por su amigo Mike quiere escribir el Cien años de soledad
de los años 80, la que cree que será su novela inmortal.
El resultado termina siendo una especie de Pollock, pero en
lugar de estar plasmado con pintura, está plasmado con semen, no es el Cien
años de soledad de los años 80, pero sí es un libro que te lleva por la
decadencia cultural y espiritual de esa década llena de banalidad y consumismo.
El protagonista (Nachón) se conduce por la vida con una
ansiedad neurótica propia de los masturbadores compulsivos, es terriblemente
hedonista, egoísta y envidioso. Es un marihuano intelectualoide mamón y lleno
de prejuicios en busca de fama, quiere fama para poder restregarle al mundo que
es famoso y con eso tener más viejas, pero también es un güey solitario y
sensible, inseguro y paralizado por el duelo.
Es un personaje original y complejo, no es un estereotipo,
tiene contradicciones, es culero (como todos), pero sabe que lo es, le importa,
le duele, pero ni pedo. Cegado por sus prejuicios, admite ser machista y
clasista, no parece haber filtro entre lo que piensa y lo que escribe, eso lo
hace humano, con falencias, uno puede no coincidir con sus acciones e
ideologías, pero entenderlo perfectamente y sentir empatía por él.
Entre sus vicios no sólo están las sustancias que consume,
sino también sus prejuicios que lo alienan del resto del mundo. Es pura acidez
y mamonearía y vicio, este libro le encantaría a los bukowskis, pero en el
fondo es un libro sobre la desesperación, sobre cuanto le pesa al alma estar
vivo.
Siendo un texto mucho más largo pues obviamente tiene menos
momentos brillantes, menos aura mística que Cachetadas en las nalgas,
pero igual se defiende.
Esta no es una novela panfletaria, es una novela humana
sobre el dolor y la pérdida, sobre el duelo y la rabia, pero también sobre la
infinita pendejez humana, a veces intercalada por momentos de brillantez. Hay
párrafos y frases del libro que están para enmarcarlas y colgarlas en un museo,
o de los huevos de alguna estatua.
Me gusta que su prosa sea liviana como el humo de todos los
cigarros que se fuma es fácil de leer, como Unamuno.
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