Reseña de Cachetadas en las nalgas de Fernando Nachón


 

Por Omar Colío

Guau, ¡Que difícil va a ser escribir sobre este libro! ¿Cómo chingados tratar de hilar dos palabras después de leer esto? ¿Cómo hacerle justicia? No, en serio ¿Cómo escribir algo (¡Cualquier cosa!) después de haber leído esto?, todos los que se hacen llamar escritores deberían de quedar verdes de envidia después de leerlo.

Me imagino que deben de estar pensando: No maaaa, este güey es re dramático, de seguro han de creer que estoy escribiendo en hipérbole como un tuitero cualquiera, pero no. No creo exagerar cuando digo que es el libro más importante que he leído en mi vida…ok, eso quizás sí fue exagerar, pero definitivamente sí es el libro más fresco que he leído (y eso que sí me he sumergido chido en lo vanguardista y lo underground) y el mejor libro que leído en el año.

Me imagino que así se sintieron los músicos de jazz la primera vez que escucharon a Miles Davis, cuando vieron nacer lo cool, esto es cool, está chido, vibra en la misma frecuencia que el presente. Neta, de verdad me dejó atónito, así que más vale que nos pongamos a hablar del por qué, si no esto no sería una reseña.

Primero que nada quiero decir con toda la seriedad que debe tener todo crítico literario profesional que este libro tiene huevos, es un libro valiente, es un libro disruptivo, el autor es un güey al que le late revolver el cosmos con su vara como si fuera atole.

El Dr. Nachón ha diagnosticado cuales son los males de la literatura, inclusive cree tener una cura, la cual es: Ni pedo, terapia de nalgadas. Hay algo perverso en Nachón, pero eso es lo más interesante, su meta es doblar las paredes de la realidad, enchuecarla, es un niño travieso que quiere ver arder todo, le gusta quemar con una lupa a las hormigas que viven en el bosque de nuestras neuronas.

Como el título sugiere, este libro es una tunda. Nachón es un viejo enojado regañándonos, es como un Zaratustra moderno, pero menos místico y más briago. En sus escritos, Nachón desnuda el culo de la literatura y le da de nalgadas hasta dejárselo rojo y ardiente. La castiga porque no se ha dedicado a desnudar la cruda realidad y ahora es vieja y lenta y está dedicada a adornarse, se ha vuelto como una joya, preciosa, pero a fin de cuentas una piedra inútil por la que se desperdician muchas vidas.

La prosa de Nachón es una crítica al barroco, no sólo a lo literalmente barroco sino a cualquier tipo de adorno innecesario, cualquier imagen que le sobre a la prosa y que entorpezca el relato, no es un iconoclasta porque por supuesto que usa imágenes, aunque pocas, pero son tan poderosas que son suficientes, te dejan satisfecho. Nachón corta sus imágenes de manera exacta, con precisión de cirujano, cualquier otra imagen en sus relatos parecería burda e innecesaria. Se le nota que es antipsiquiatra, a lo mejor en sus viajes entre tantos inconscientes se aprendió unas palabras mágicas para con ellas desgarrar la psique de los lectores. Nachón es un hombre de poco ruido y muchas nueces, sus escritos son una lección para los que nos gusta echar choro.

Con no muchas palabras, Nachón logra relatos con buen ritmo que casi siempre tratan de esos temas que nos mantienen despiertos en la noche, esos que encrespan el alma. Su prosa es ágil y vertiginosa, de repente da saltos metafísicos, es capaz de crear microcosmos (qué digo microcosmos, galaxias enteras) en menos de una cuartilla. Puede pasar de lo terrorífico, a lo erótico, a lo escatológico, a lo cómico de un renglón a otro. Tiene una enorme fuerza vital, su prosa es un ser vivo que no deja de moverse, una vez que sus palabras te entran por los ojos empiezan a volar como murciélagos adentro de tu cráneo, a veces hasta te marea, es crudo, es provocativo, disruptivo desde el primer momento, es frontal, es desafiante, es distinto, es fresco, es radical porque le gusta llegar a la raíz de las cosas, fragmentar la realidad hasta encontrar su unidad indivisible, su núcleo, casi siempre que llega hasta ahí desnuda una verdad horrible, su descripción de la realidad es deliciosamente sombría, su prosa eriza eriza los nervios, los pone alerta, es como si en sus páginas leyéramos el sonido de la trompeta de Gabriel. Es apocalíptico, es incómodo habitar en sus textos, te vuelan la mente, pero también te dejan abrumado, te sientes sucio, sientes la fragancia de toda la mierda que está alrededor de la existencia del ser humano. Tiene una manera muy ñera de describir todo, pero su prosa ñera es bellísima, bien diferente a la de todos los ñeros que se han creído poetas malditos, pero más bien lo que Nachón hace es literatura total porque además el cabrón es divertido, en el fondo todo está plagado de un humor muy negro.

Este libro es un ejemplo de lo que yo considero verdadera literatura revolucionaria, no creo que Nachón quiera destruir la literatura, en realidad entra en el juego y sigue las reglas (aunque las dobla a su antojo). No quiere destruirla, pero sí quiere doblarla y luego estirarla de nuevo para que se vuelva un fuete y con él azotarle las nalgas a los literatos.

Con su estilo autodefinido ciencia ficción cavernícola (narrado en cuarta persona), Nachón se caga de risa de la literatura. Particularmente parece interesado en cagarse en los intelectuales, quienes se ven a sí mismos como salvadores pero que por dentro, en el fondo de su alma, sólo están llenos de la misma mierda que critican. ¡Bam! ¡Zas! ¡Cuchupuff! Nachón derriba a los intelectuales con unos cuantos sukis, se saca el culo y se caga encima de ellos. Es capaz de gestar frases que son mejores que toda la historia de la literatura académica, frases que jamás se le hubieran ocurrido a un escritor de ese tipo, ni en pedo un escritor académico acariciaría esas verdades.

Esto quizá es más notable en la última parte del libro en la que los relatos son directamente una parodia de la literatura y del concepto de “El Escritor” (por ejemplo El peso de nada parece una burla–o al menos una versión muy amarga y oscura–de un cuento de Borges). A Kafka, a Bukowski, a Dickens, al propio Borges, Nachón les dice: ¡Me la pelan!

Como buen karateka, el Dr. Nachón (Antipsiquiatra) se sabe unos buenos trucos,  es metódico, tiene bien definida su técnica, a la mitad del libro rompe la cuarta pared, sale de las páginas de y revela los secretos de su escritura, en el genial Mini cuento con movimiento perpetuo explica la esencia de sus travesuras literarias, mientras que en Defectos Especiales nos confiesa los secretos de su técnica cuando dice: “En realidad no soy un mago de la literatura, sino un cineasta de la literatura. (En mi ensayo -que aún no escribo-: “¿Por qué todos los escritores creemos que debemos ser beethovenes, mozarts y no cumbiancheros?” explico con más amplitud este asunto).”

O sea, lo que está diciendo aquí es que gracias a los avances tecnológicos y a que la sociedad ha dado el paso a tener un imaginario más que nada visual es que se puede dar el lujo de escribir una prosa tan vertiginosa, a diferencia de la época de Balzac en la que hacer esto era imposible. En cierta manera quien está hablando aquí es el superhombre de la literatura, el pináculo del escritor contemporáneo que parece decirnos: La literatura contemporánea tiene que ser vertiginosa, cruda y sin rodeos, si tus lectores también están vivos, ellos entenderán. Este es el camino que nos ha revelado Fernando Nachón con la ternura de sus nalgadas.

Algo que me encanta de su estilo y que quiero hacer notar es como la percepción flota en algunos de sus relatos, por ejemplo, en el viaje de hongos en El Triunfo o en el de los muertos que creen que lo peor que les puede pasar es revivir, parece que el objetivo de su prosa es darle la mayor cantidad de vueltas a la mente del lector para estimular cambios en su percepción de un segundo al otro, a lo mejor así intenta despertar nuevas consciencias. Percepción, para él, también quiere decir perspectiva, en todos sus relatos hay un yin y un yang, un arriba y un abajo que se puede manifestar en cuestiones metafísicas o hasta en la lucha de clases. En ningún momento su literatura es fotografía, es 100% cine, hay movimiento perpetuo, la imagen nunca se queda quieta en el gran teatro de la mente.

Nachón entiende algo que Cortázar sabía muy bien, la mejor manera de llegar a los abismos más oscuros del ser humano, ahí a donde se revelan las verdades más profundas, es a través del juego, en el fondo su escritura no es más que juego. En medio del libro tiene un texto que se llama Puras mamadas y efectivamente son puras mamadas, pero mamadas divertidas (ay, me acordé de cuando Leonard Nimoy dice: lo que usted va a ver son puras mentiras, pero mentiras divertidas en Los Simpson).

Los escritos de Nachón no caen en la trampa en la que cae una gran parte de los escritores que aspiran a crear literatura chida (la de este tipo pues, llámenla underground, contracultural o cómo quieran) que es centrarse únicamente en lo visceral y en lo mórbido, lo cual, bien hecho, es maravilloso, pero estos temas han llegado a un punto en el tiempo en el que se han empezado a volver lugares comunes y por lo tanto ya no se sienten frescos, lo de Nachón es visceral y es mórbido y es lascivo pero también son unos debrayes filosóficos bien chidos, son delirios bien pensados(casi todo al tiempo, a veces sí son puras mamadas), todo sucede tan rápido que se siente como si fuera una conversación en persona entre el lector y el escritor, por eso se siente como algo tan fresco a pesar de que algunos de estos textos ya tengan sus añitos.

Hay quien ha llamado el universo de Nachón bukowskiano, yo difiero con eso, si bien hay temas e imágenes similares en la prosa de ambos, la prosa de Nachón me parece más densa, más devastadora, te hace enfrentarte a la realidad absoluta, esa que como dice Ginsberg nos atropella, esa que casi no vemos, pero cuando nos la encontramos la sentimos como un cuchillo afiladísimo que nos corta la garganta de lado a lado. No me malentiendan, me gusta Bukowski, me ha gustado todo lo que he leído de él y lo considero uno de los maestros del cuento moderno, pero por como escriben uno y otro, estoy seguro de que Nachón ha estado en peores infiernos que Bukowski.

Así como ningún escritor verdadero cree serlo, ningún manifiesto dice serlo, éste es un manifiesto de verdad, como Una temporada en el infierno, este libro es una declaración de guerra, por eso es uno de los libros más frescos de la literatura mexicana y, aunque esté desaparecido, exiliado por la crítica que no soporta nada más que lo convencional y por la academia, Nachón es uno de los escritores mexicanos más importantes de los últimos 50 años, si más gente escribiera así, la banda no se habría alejado tanto de los libros. Este libro debería de ser obligatorio en todos los cursos de literatura de bachillerato, así de importante es, ayudaría a abrir nuevos mundos.

O bueno, por lo menos eso es lo que pienso yo, a lo mejor estoy loco, pero si no me creen, o si quieren que alguien con más nombre se los diga de una manera más convencional, quédense con lo que dijo al respecto Guillermo Fadanelli, que fue algo así como: hay que escuchar lo que este cabrón tiene que decir porque en verdad tiene algo que decir, no como muchos que más que tener algo que decir tienen necesidad de expresarse, pero Fernando tiene un par de sopapos que soltarnos, un par de cosas que le podemos aprender, o algo así.

Bueno, aquí le corto porque la reseña ya me está quedando más larga que el libro y además como dijo Fernando Nachón: Al final la vida es para vivirla, no para contemplarla y escribirla.

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