Por Raoul Duke
A Óscar “Zeta” Acosta
Estábamos en algún lugar cerca de Barstow, al filo del
desierto, cuando las drogas nos empezaron a pegar. Volábamos por la carretera
en el Gran Tiburón Rojo, el indómito viento nos volaba la tapa de la cabeza a
mí y a mi abogado, el Dr. Gonzo, mi escudero, mi compañero de batallas
metafísicas con quien una vez más cruzaba el umbral esotérico del desierto
psicodélico que nos atravesaba las neuronas mientras viajábamos a la velocidad
de la luz entre un vendaval de colores, murciélagos, serpientes eléctricas,
reptiles cachondos, demonios con sonrisas corporativas, pánico, locura, miedo,
asco…la oscuridad inherente al espíritu humano que sólo puede ser revelada por
la antorcha de las drogas psicodélicas. Mientras cruzábamos las piernas
abiertas del infierno nos íbamos riendo, nos reíamos como idiotas, como ebrios,
como monos, como hombres deshumanizados por el capitalismo moderno listos para
embarcarse en una desenfrenada orgía de perversión y depravación. Era momento
de volver a Las Vegas para pasar un buen rato.
El plan era el mismo de siempre: drogarnos hasta perder
cualquier resquicio de conciencia, estafar a un par de hoteles y casinos,
infiltrarnos en el Super Bowl y regresar a tiempo a Los Ángeles antes de que
las llamas del infierno nos consumiera por completo, justo a tiempo para
escribir un artículo al respecto y vendérselo al primer idiota lo
suficientemente tonto como para comprarlo y publicarlo. Pero resultó que el
mundo vive actualmente un clima mucho más decadente que cuando nos sumergimos
en Las Vegas durante el ocaso del Sueño Americano hace más 50 años, cuando este
pueblo estaba dirigido por el crimen organizado. Hoy en día, es dirigida por
las corporaciones trasnacionales que han resultado ser más organizadas y más
criminales que la mafia misma. Por lo cual fuimos identificados por la
maquinaria de control digital-burocrática que construyó el Estado inspirado por
la pluma traviesa de Orwell antes de que siquiera pudiéramos hacer nuestra
movida. El cabrón de mi abogado, mi Sancho Panza huyó durante la noche cuando
olió los problemas, dejándome a la merced de las fuerzas del mal, de los perros
del capitalismo que no tienen problema alguno en llevarte hasta el desierto,
ponerte a cavar un agujero y luego volarte la cabeza si así se les ordena, o si
están de mal humor.
Después de una innumerables e inenarrables torturas e
interrogatorios, por fin tuve la oportunidad de marcarle al canalla de mi
abogado, sólo para enterarme que el Dr. Gonzo llevaba un tiempo desaparecido, que
lo único que sabían era que se había perdido entre los extraños murmullos del
mar de Mazatlán. Sin embargo, que antes de su partida, había arreglado todo
para que me comunicara con Poesía Ultravioleta, un extraño medio de
comunicación que se ofreció a pagar mis deudas y mi fianza, y a conseguirme
entradas para el Super Bowl a cambio de que escribiera un reportaje del juego
para ellos. Sólo así logré escapar de esa peligrosa situación, sólo así pude encontrar
al idiota que necesitaba.
Mientras caminaba hacia el estadio, las estimulantes luces
de la ciudad me provocaban náuseas, no era sólo que este Super Bowl se fuera a
celebrar en el mismísimo infierno, en el culo de Dios que las corporaciones han
diseñado para que seas feliz mientras te arrebatan tu dinero, sino también porque
el trofeo Vince Lombardi sería disputado entre dos equipos odiosos, entre el
nuevo imperio del mal, la hegemonía barbárica representada por los Kansas City
Chiefs de Patrick Mahomes, Andy Reid, Travis Kelce y Taylor Swift, y su copia
barata y menos exitosa, los San Francisco 49ers del Nepo Baby Kyle Shanahan y
la increíble constelación de talento que ha logrado acumular sin de alguna
manera romper las reglas del tope salarial.
“Al menos los Super Bowls entre equipos odiosos suelen ser
muy entretenidos” me decía yo recordando el gran Super Bowl de hace casi una
década entre los odiosos equipos de Seattle y New England, que al igual que
éste Super Bowl LVIII, iba 0-0 tras el primer cuarto. Trataba de enfocarme en
el pasado glorioso del juego para no verme abrumado por el dantesco espectáculo
ineficiente en el terreno de juego que se asemejaba mucho al circo ofrecido por
las almas escupidas por el purgatorio que abarrotaban las tribunas del estadio.
¿Qué puedo decir sobre los que asisten al Super Bowl hoy en día? Son una
especie extraña de monstruos producidos en serie, una manada de borregos, todos
ellos, deslizándose por el estadio con sus teléfonos en alto, más preocupados
por presumir en las redes sociales que por disfrutar del juego. ¡Es un
espectáculo asqueroso, les digo! No saben nada de lo que realmente significa la
experiencia del Super Bowl, ni parecen haber experimentado la experiencia de
estar vivos. Para ellos, esto es sólo otra oportunidad de gastar el dinero que
le robaron a los miserables y demostrar su estatus social. No hay alma en esa
multitud, no hay pasión por el juego, sólo una obsesión con la superficialidad
y la vanidad. Me enferma ver cómo la cultura del consumismo ha infectado
incluso el sagrado terreno del deporte. Pero qué esperar en esta era de
corporaciones y publicidad desenfrenada. Me sentía como un forastero, como la
única y verdadera alma en pena en medio de este circo grotesco, observando
desde las sombras y maldiciendo la decadencia de nuestra sociedad.
Finalmente, en el segundo cuarto, San Francisco pudo
manifestar el enorme dominio que tenía sobre el juego en el marcador,
poniéndose 10-0 arriba con una maravillosa jugada de pizarrón en la que tras un
reversible, el receptor Jauan Jennings, que fue quarterback en la preparatoria,
lanzó un pase a Christian McCaffrey, quien se encontraba del otro lado del
terreno con superioridad numérica, misma que aprovechó para penetrar hasta las
diagonales, lo cual aumentó el tamaño del enorme ego de Kyle Shanahan y puso a Patrick Mahomes, a quien la
defensiva de San Francisco supo contener para que no pudiera demostrar sus cualidades
sobrehumanas y poéticas, abajo en el marcador por dos anotaciones por cuarta
vez en los cuatro Super Bowls que ha disputado en su carrera.
Mahomes y los Jefes lograron sacudirse un poco las telarañas
ofensivas y anotar un gol de campo antes del medio tiempo, marcando puntos por
primera vez en un partido completo, si tomamos en cuenta toda la segunda mitad
del juego de campeonato de la AFC contra Baltimore, para poner el marcador 10-3
a la mitad del encuentro.
No quiero dedicarle más de dos palabras al espectáculo de
medio tiempo, sólo señalar que es ridículo que sea algo tan esperado y visto,
que ocupe un lugar en la cabeza de tantos millones me provoca vergüenza de ser
de la misma especie que ellos. Además, para más inri, hoy en día parece que
todo el mundo lo odia, no existe mas que por razones comerciales, habría que
abolirlo.
Mahomes y los Jefes empezaron la segunda mitad con el balón
y la posibilidad de empatar la contienda en las manos. Sin embargo, desde la
primera jugada quedó claro que la magia de otros ayeres no los acompañaba.
Isiah Pacheco soltó el balón y provocó una pérdida significativa de yardas, un
par de jugadas después, Mahomes lanzó una terrible intercepción que le dio la
bola a los 49ers dentro del territorio rival. No obstante, Brock Purdy, un tipo
que ha sido apodado “Big Cock Brock” y que ha sido comparado con un joven Tom
Brady, no pudo hacerle honor ni a los apodos
ni a las comparaciones, en los momentos de más apremio para el rival,
Purdy lució flácido, completamente carente de instinto asesino, en gran parte
debido al gran trabajo del veterano coordinador defensivo de los Chiefs, Steve
Spagnuolo y de la gran joven unidad que comanda, la cual es la principal razón
por la que este equipo de Kansas City llegó hasta el Super Bowl en primer
lugar.
Durante gran parte del tercer cuarto permaneció esta tónica,
este estira y afloja soso y tedioso en la que ni una ofensiva ni la otra
estiraba gran cosa y las defensivas mandaban sin aflojar ni un poco su posición
en el campo de batalla. Hasta que los Jefes, perdiendo 10-6, despejaron el
balón con tal suerte que este golpeó a un jugador de los 49ers distraído en el
bloqueo, lo cual convirtió el ovoide en una bola viva que recuperó Kansas City,
en un error en equipos especiales que hizo a los aficionados a San Francisco
recordar aquel terrible juego de campeonato contra los Gigantes hace una docena
de años en el que un par de errores similares les costaron el partido. Una jugada
después, Mahomes aprovechó para ir a la yugular y encontrar a Marquez Valdés-Scantling
solo en la zona de anotación para que los Jefes tomaran la ventaja en un juego
en el que daba la impresión que habían sido arrastrados por el rival, con lo
que sembraron las náuseas, el miedo y el asco en las millones y millones de
mentes que veían atentamente este mensaje que Mahomes, Kelce, Taylor Swift y la
hegemonía tenían para ellos.
Pero el mal no iba a triunfar tan fácilmente, en la
siguiente serie ofensiva Purdy manipuló los hilos de su ofensiva como lo hacía
Joe Montana y condujo a su equipo entre el desierto hacia la tierra prometida,
misma que alcanzó después de conectar con George Kittle en una cuarta
oportunidad clave que mantuvo la serie con vida y, un par de jugadas después
encontrar a Jauan Jennings, que con un una resistencia a los golpes digna de
Manny Pacquiao y un movimiento de cadera digno de Lio Messi, se sacudió un par
de tacleadas e ingresó a las diagonales para devolverle la ventaja a su equipo
y convertirse en apenas el segundo hombre en lanzar y recibir un pase de
touchdown en el Super Bowl, uniéndose al legendario Nick Foles. No obstante,
entre la celebración un grito de pánico quebrantó los corazones y las cabezas
de los aficionados de los Niners cuando el punto extra de Jake Moody fue
bloqueado. Ese segundo error consecutivo en equipos especiales fue más que un
ominoso presagio, una mancha de sangre que profetizaba la caída de los
gambusinos.
Aprovechando el cansancio de la línea defensiva de San
Francisco, Mahomes navegó como un cuchillo entre la carne entre la defensiva
rival, que sin embargo, logró cerrarse en el momento más crudo del encuentro y
sólo le permitió a los Jefes un gol de campo para empatar el juego a 16 con
menos de 7 minutos restantes en el último cuarto.
Purdy tuvo la oportunidad de llenarse de gloria, de anotar
los puntos de la victoria y no dejar tiempo en el reloj para que la bestia que
conduce los hilos de los Jefes no pudieran responder, llevó el balón hasta la
zona de puntos, pero la defensiva de los Jefes nuevamente logró imponerse en el
momento más dramático y contuvieron a los Niners a un gol de campo, que le daba
la oportunidad a Mahomes de empatar o ganar el partido con un poco menos de dos
minutos en el reloj. Mahomes guio a sus hordas hasta las puertas de la victoria,
en las que disparó el balón con dirección hacia Kelce con la intención de
sellar el triunfo, pero apareció el veterano Fred Warner, el corazón, el
símbolo de la defensiva de San Francisco para evitar el touchdown y que los
Chiefs tuvieran que conformarse con un gol de campo para mandar al Super Bowl a
tiempo extra por segunda vez en la historia.
Sólo Mahomes y Warner se acercaron al réferi Bill Vinovich para
la celebración de uno de los volados más importantes de la historia, Warner lo
ganó, pero Shanahan tomó la absurda decisión de recibir primero el balón, yendo
en contra de los porcentajes en lo que sería el primer juego en la historia de
la NFL en el que se aplican las nuevas reglas de tiempo extra en postemporada,
en las que ambos equipos tienen garantizado tener el balón.
Después de que un castigo contra Kansas City mantuviera la ofensiva
de San Francisco con vida, Purdy hizo un par de buenas jugadas que pusieron a
su equipo en los linderos de la zona prometida, pero la defensiva de los Chiefs
nuevamente detuvo a los Niners y los obligó a intentar un gol de campo que le
daba la oportunidad a Mahomes de terminar con el encuentro con un touchdown.
En la primera serie de downs, Kansas City se vio forzado a
jugársela en cuarta y corto, Mahomes retuvo el balón y le dio a su equipo la primera
oportunidad necesaria para mantener con vida la mediocre temporada 2023 de la
NFL, a partir de ahí Mahomes y sus hordas marcharon por el terreno de juego insaciables,
inevitable como la muerte, como la
entropía, los Jefes avanzaron como el ejército de esqueletos de El triunfo
de la muerte de Pieter Brueghel y concluyeron la serie ofensiva ganadora
con una jugada de pizarrón diseñada por Andy Reid, en la que Mahomes conectó
con Mecole Hardman, otro de los receptores de los Jefes que completó su arco de
redención, que sin marca en la tierra prometida atrapó el ovoide y le dio a su
equipo su tercer título de Super Bowl en cinco años y dejó a San Francisco
tendido en el terreno.
Así concluyó el Super Bowl más dramático de la historia, que
fue una mímesis de la temporada 2023 de la NFL, cuya calidad de juego no fue la
más alta, pero esas imprecisiones, esos errores constante en momentos clave que
la plagaron mantuvieron los juegos cerrados toda la campaña. Definitivamente este
no es el Super Bowl mejor jugado, pero en términos de drama no hay otro que se
le compare. ¡Sólo en Las Vegas!
Y este dantesco, inquietante y nauseabundo espectáculo
concluyó con el novio de Taylor Swift, quien después de un altercado con su entrenador
en la primera mitad tuvo un buen juego en el que lideró a todos los jugadores del
campo en recepciones, cantando Viva Las Vegas, dando el discurso más
cliché posible y besando a su pareja, lo que provocó la aversión y el asco de
este humilde gonzo reportero que pensaba que naturalmente en estos tiempos el
rostro de la maldad tiene que ser la de una mujer hermosa según el canon occidental, la de la fantasía sexual de
cualquier puberto, que al igual que la NFL es una alegoría de la vacuidad de
contenido que hay en las “artes” del presente y del exceso en el consumo vital
de las élites que están acabando impunemente con el planeta.
Y así, entre la locura del juego y el veneno de las luces de
Las Vegas, concluyó este Super Bowl épico, una odisea de caos y decadencia que
refleja la desolación de nuestra era. Y a pesar de las grandes emociones que el
juego me provocó, me fui del estadio con asco y miedo. ¡Tengan miedo! ¡Tengan
mucho miedo! ¡El triunfo de los Chiefs significa que la hegemonía es más
hegemónica que nunca!
Texto; Omar Colío
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