Por Omar Colío
El Guadalajara dejó
de ser un equipo dominante y hegemónico en la liga mexicana hace más de medio
siglo. Si bien en el inter los rojiblancos han forjado equipos que han logrado
enamorar a la afición al futbol y ganar uno que otro campeonato de manera
sufrida, hace más de medio siglo que este equipo debe su enorme popularidad a
la particularidad que tiene de alinear únicamente con jugadores mexicanos. Sin
embargo, en un giro que ha sacudido los cimientos de la tradición chiva, la
firma de Cade Cowell, un seleccionado norteamericano con raíces mexicanas,
plantea interrogantes que van más allá de lo deportivo. Este fichaje no sólo representa un cambio en la política de
contrataciones del equipo sino que también simboliza la disolución de un mito
arraigado: la imagen del Guadalajara como el bastión del futbol mexicano.
Pero, vamos por partes. Primero, un poco de contexto
histórico: El Guadalajara ha tenido jugadores mexicoamericanos en el pasado,
Isaac Brizuela y Miguel Ponce son ejemplos de ello. Sin embargo, en estos casos
los jugadores nacidos en Estados Unidos fueron criados bajo el aura de la
cultura mexicana y siempre, siempre, siempre representaron a México internacionalmente.
Por ejemplo, Brizuela y Ponce asistieron al Mundial de Brasil 2014 con la
delegación mexicana.
Esto cambió en 2021, cuando al equipo femenil del Rebaño
llegó Leslie Ramírez, jugadora nacida en California de ascendencia mexicana y
guatemalteca, que decidió representar a Guatemala internacionalmente. Esto abrió
la puerta para otros fichajes, como el de Santiago Ormeño, delantero nacido en
la Ciudad de México, que gracias a ser descendiente del gran guardameta inca
Walter Ormeño representa internacionalmente a la selección peruana. Sin embargo
en los casos de Ramírez y Ormeño, todavía se puede hablar de dos jugadores
dentro del umbral de la cultura mexicana.
Sería hasta la llegada del director deportivo español, Fernando Hierro, que
estas “libertades” en cuanto a los jugadores que pueden vestir la camiseta
rojiblanca del Guadalajara se llevaría a otro nivel.
Desesperado por encontrar talento mexicano barato, Hierro y
la directiva del Guadalajara han optado, al igual que la selección nacional,
por incorporar a todo jugador con pasaporte mexicano. Eso nos trae la llegada
de Cade Cowell, un jugador relativamente barato y ya desarrollado que de
mexicano sólo tiene el pasaporte. Seguramente Hierro ya tenía algo así en mente
cuando el semestre pasado sondeó las aguas al fichar al portero Óscar Whalley,
un guardameta de origen español e inglés con unas ambiguas raíces mexicanas, que
no ha debutado con el equipo tapatío en partido oficial, pero que sirvió como
conejillo de indias para probar la reacción que tendría la afición ante un
jugador de esta naturaleza. Claro que además de Hierro hay que señalar como
responsable de esta decisión a Amaury Vergara, dueño del equipo, a quien de la
escuadra rojiblanca no le interesa más que los millones que el equipo genera.
Posteriormente reflexionaremos más a profundidad sobre por
qué es tan difícil encontrar jugadores mexicanos, pero por lo pronto sigamos
con Cowell, quien fue criado en la
cultura estadounidense, ni siquiera habla castellano y para echarle más sal a
la herida de los aficionados al Rebaño, juega para la selección de las barras y
las estrellas. Por lo tanto, personifica una ruptura con la narrativa que ha
definido a las Chivas a lo largo de su historia. La inclusión de un jugador con
fuertes lazos estadounidenses en un equipo que se ha distinguido por alinear
exclusivamente a jugadores mexicanos desencadena un debate profundo sobre la
influencia cultural y la pérdida del futbol romántico en el escenario
futbolístico mexicano.
Y además no sólo
representa internacionalmente a otro país, representa ni más ni menos que a
Estados Unidos, una cultura que en el fondo se cree superior a las
otras, que sigue valores imperialistas y a líderes que han tenido como objetivo
someter a lo mexicano durante ya casi dos siglos.
La llegada de Cowell al Guadalajara refleja no sólo una
transformación en la visión del equipo, sino también una adaptación a las
realidades del futbol moderno, donde la globalización y la diversidad son cada
vez más prominentes. El futbol romántico no murió de causas naturales, fue
asesinado por los despiadados intereses del capitalismo neoliberal
Este cambio
estratégico no solo marca la transformación del equipo en términos deportivos,
sino que también plantea cuestionamientos sobre la identidad y la resistencia
cultural. Es un episodio más de la guerra por la hegemonía cultural entre
México y Estados Unidos que vivimos todos los días y la cual la cultura mexicana
va perdiendo, pues cada vez el aura cultural mexicana se agringa más y más. Ahora
esto se manifiesta en el terreno de juego, donde también los mexicanos vamos
perdiendo, pues nuestro futbol ya está a la merced de los caprichos del futbol neoliberal
moderno. La esencia romántica del futbol, arraigada a la tradición y a la
pasión local, parece ceder ante las fuerzas de la globalización y la
comercialización del deporte. A tal punto que tenemos a un seleccionado
estadunidense jugando en el equipo más mexicano de todos.
La llegada de Cade
Cowell a las Chivas es un episodio que refleja la complejidad de la desigual
relación entre ambos países y representa la muerte del futbol romántico,
simbolizado por la alineación exclusivamente mexicana de las Chivas, tradición que
parece haber llegado a su fin con este fichaje que desafía las normas
establecidas.
Personalmente estoy en contra de cualquier actitud
chauvinista, pero a la salud del futbol mexicano le hace falta un equipo como
las Chivas que se le juegue únicamente con talento nacional. Para mí, la llegada de Cowell al Rebaño significa
el final del futbol romántico en México, el darle la espalda a la tradición
definitivo. El alinear a un jugador que representa cultural y futbolísticamente
al odiado rival, no sólo en la cancha sino en el terreno de la política, es símbolo
irrefutable de que el aura romántica que envolvía al Guadalajara ha muerto. A
partir de ahora las Chivas pueden fichar a cualquier jugador del mundo que
deseen sin restricción alguna, pero también tienen que aceptar que han dejado
de ser diferentes al resto. Son más de lo mismo. La verdad es que me estoy
quedando sin razones para seguir siendo hincha del Rebaño Sagrado, ya ni
siquiera puedo apelar a que son un equipo especial, porque han dejado de serlo.
¿Por qué es tan
difícil encontrar jugadores mexicanos hoy en día?
Mencioné que tanto
el Guadalajara como la Selección Mexicana han tenido problemas para encontrar
jugadores mexicanos de élite en los últimos tiempos, el preguntarse por qué es
una pregunta válida con una respuesta simple: el futbol mexicano no está
separado de la realidad nacional. Una realidad plagada de corrupción, la cual
salpica al futbol mexicano. Una corrupción representada mejor que nadie que por
los dueños de los equipos de la Liga MX, a quienes el desarrollo del deporte
les importa un pito, lo único que les importa es el dinero, y es mucho más
redituable importar jugadores de otras latitudes que formar jugadores nacionales.
Además, todos sabemos que la corrupción alcanza un nivel supremo en las divisiones
inferiores del balompié nacional, eso sumado a la desigualdad social que genera
una enorme cantidad de pobreza, la cual causa que muchos jóvenes talentosos no
puedan dedicarse cien por ciento al futbol. Ésta es la receta perfecta para cocinar la
situación que vive el futbol mexicano hoy en día. Y los responsables son los grandes
oligarcas, la asquerosa burguesía nacional perfectamente representada por los
dueños de los equipos de la Liga MX.
¿Y saben qué es lo
peor?
Que en los (pocos)
minutos que Cowell ha jugado con el Guadalajara mi conclusión es que apesta. Vaya
que el seleccionado gringo se ha visto mal en sus primeros minutos con
la camiseta de las Chivas. Miren que el hecho de que Ricardo Marín se vea como
mejor opción dice mucho sobre él. Veremos si puede callarme la boca en el
futuro.
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