Por Omar Colío
Mi hija y mi yerno no querían que hiciera este viaje a
Sudáfrica en invierno. Mi hija me dijo: Papá, ¿pero qué tal que te da un aire por
allá y te pones mal? Bah, la verdad es que yo creo que a lo mejor no quería
cargar conmigo, ya saben que a veces ven a nosotros los viejos se nos ve como
una carga, aparte me traen en una pinche silla de ruedas, como si fuera un
tullido, como si mis piernas no me hubieran hecho una leyenda del Guadalajara.
Pero con todo y todo, ya estoy aquí y a pesar del frio valió
la pena, qué bueno que ocupé esa habilidad que tenemos todos los viejos para
ponernos necios, me aferré a venir y mi terquedad rindió frutos. Hoy vi a mi
nieto Javier (al que ustedes a lo mejor conocen como Chicharito) anotarle un
gol a Francia en un Mundial.
Ches francesitos, nos la debían, a mí me caen mal desde la
primaria cuando me enteré que nos invadieron dos veces, ahora por imperialistas
el karma les puso como entrenador un tarado que pone las alineaciones según lo
que le dictan los astros, pfff…¡Qué pendejo! Yo podré no tener muchos estudios,
pero siempre supe que eso de la astrología eran puras patrañas. Como hombre
racional sé que no conocemos todos los secretos del universo. Hasta puedo
aceptar que existe una posibilidad de que la energía emanada de los astros
influya en nosotros, pero eso de que podamos medirla y con ella precisar las
características y los destinos de las personas siempre me ha parecido una
reverenda mamarrachada.
Ustedes perdonen mi lenguaje, pero ya estoy viejo y cuando
uno está viejo ya le empiezan a valer madre a uno las formas, además yo soy de
barrio, como éramos todos los futbolistas de aquella época (no como muchos de
los de ahora, que a comparación de nosotros, nacieron en cuna de plata y por eso
no sienten verdadero amor por el juego y la camiseta), con mucho orgullo puedo
decirles que crecí en el barrio popular de Mexicaltzingo en Guadalajara, junto
a Marco Antonio Muñiz y a otros pelados.
Mi padre nos abandonó, por lo que mi madre tenía que hacer
tortillas para que pudiéramos sobrevivir. Yo tenía que llevarlas de mi casa al
local del mercado donde las vendíamos, así que me la pasaba paseando por el
barrio con mi amigo Marco Antonio Muñiz y toda la bola de pelados. No me
gustaba la escuela, ni mucho menos trabajar, lo que me gustaba era vagar, jugar
billar y sobre todo el futbol.
De jugar en las calles del barrio pasé a jugar a las
inferiores del Nacional. De ahí me jalaron para el Guadalajara donde jugué toda
mi carrera profesional. El subidón del barrio a la fama del futbol profesional la
verdad sí me dejó un poco mareado, el cariño de la afición me hizo sentirme
como estrellita de cine, me volví altanero…qué altanero, la verdad me volví un
mamón y cuando volví al barrio, el barrio me rechazó. Fue un duro golpe, pero me
enseñó una lección de humildad, desde ese momento volví a ser el modesto chico
de barrio que siempre he sido. Trabajar con humildad, dedicación y enfoque es
el gran secreto para mantener una carrera sólida. Ojalá que los futbolistas mexicanos no tuvieran que
aprender esto a la mala, ojalá que a mi nieto no le pase lo mismo que a mí y
no termine volviéndose loco por la fama. Porque si algo aprendí hoy es que
Javier va a ser grande, más grande de lo que fui yo, más grande de lo que fue
su padre, que fue parte del equipo mexicano en el Mundial del 86. Espero que mi
historia le sirva a Javier para que tenga la entereza mental y la inteligencia
emocional necesarias para mantenerse estoico ante todo lo que le pase.
Imagínense, yo era tan mamón que hasta le dije que no a la
selección, la primera vez que me convocaron les dije: “No, gracias”. El
mismísimo Dumbo López, leyenda del futbol mexicano vino por mí hasta mi casa
para llevarme a la concentración y yo lo dejé esperando en la puerta. Pero
afortunadamente después de mi cambio de actitud, Antonio López Herranz me
volvió a tomar en cuenta, esta vez para ir al mundial, y yo no podía decirle
que no a un mundial.
Aunque en 1954 la FIFA por fin logró juntar 16 equipos
dispuestos a participar en su torneo, decidió usar un sistema de grupos extraño.
Cada uno tenía dos cabezas de serie que no se podían enfrentar entre sí (a
menos que fuese necesario un juego de desempate) por lo cual, aunque
compartíamos sector con Yugoslavia, Brasil y Francia, no nos íbamos a enfrentar
contra los balcánicos (qué bueno porque en el 50 nos golearon). Si todo esto
les parece confuso es porque lo es, la FIFA siempre ha sido la FIFA, absurda,
arbitraria y corrupta. Pero ya hablaremos de la FIFA más adelante.
Tomás Balcázar en 1954 |
Era un mundial especial para el futbol mexicano, el
profesionalismo había cumplido 10 años en nuestro país. Bah, eso del
profesionalismo era un decir porque los salarios seguían siendo de risa a
comparación con los de ahora y los directivos tenían control total sobre la
carrera del futbolista, como me pasó a mí cuando el mismísimo Horacio Casarín
quiso reclutarme para ir a jugar en el Zacatepec con un mejor sueldo. Sin
embargo los directivos de Chivas no me dejaron y me terminaron firmando por
menos años y el mismo sueldo que antes, eso no ha cambiado mucho.
Previo a nuestro debut contra Brasil, el loco de López
Herranz declaró ante la prensa mexicana que les íbamos a ganar a los amazónicos
de tal manera que los íbamos a hacer olvidarse del Maracanazo, ocurrido apenas cuatro
años antes. El equipo rebozaba de optimismo, principalmente porque sabíamos que,
a diferencia de las dos participaciones anteriores de la selección mexicana en el
mundial, esta vez nos habíamos dedicado a entrenar y no a pasárnosla de fiesta.
Pero el juego contra Brasil desnudó la realidad de nuestro futbol. Los
brasileños—que jugaban por primera vez en un Mundial con su icónica casaca
Verde-Amarela para sacudirse el fantasma del uniforme blanco del Maracanazo—eran
simplemente mucho mejores a nosotros. Nos superaban en todos los aspectos del
juego, el físico, el técnico, el táctico y el estratégico. Era como si
estuviéramos jugando contra gigantes, eran más altos, más fuertes, más rápidos
y más inteligentes con la pelota que nosotros. Como billaristas, sabían trazar de
la nada el camino invisible que siguen todos los goles. Ya tenían en los pies
la magia que siempre los ha caracterizado, ya jugaban bonito pero también eran
muy ordenados.
La Tota estaba lesionado, así que la chinga le tocó al pobre Chava Mota, Pinga se le aparecía por todos lados y disparaba en su contra. Pinche Pinga, parecía que se materializaba de la nada en el aire de Ginebra, era rapidísimo, nos clavó dos goles, Didi, Baltazar y Julinho hicieron los otros. Nos ganaron 5-0, nos fue peor que lo que le había ido a los pobres diablos que inauguraron el Maracaná cuatro años antes. Esa vez nomás nos habían hecho 4. Con todo y la tremenda humillación en la cancha, hoy me siento orgulloso de haber compartido cancha con el Jogo Bonito de Didi y de Pinga, pero no serían las únicas leyendas internacionales con las que compartiría la cancha. Todavía me faltaba compartir el campo de batalla con el mismísimo Napoleón.
Raymond Kopa, leyenda del Real Madrid |
A pesar de la goleada todavía nos quedaba la ingenua
esperanza de calificar a la siguiente ronda, teníamos que ganarle a Francia —que
se vio sorprendida en su primer juego — y esperar a que hubiera un ganador en
el partido entre Brasil y Yugoslavia para entonces jugar con el eventual
perdedor en un partido de desempate. La gran figura de los franceses era
Raymond Kopa, su juego era tan poético, que en su famoso libro El futbol a
sol y sombra, Eduardo Galeano le dedica un capítulo. Era de origen polaco y
de niño había sido minero, por eso era chaparrito, le apodaban el pequeño
Napoleón y desde el centro del campo comandaba las tropas francesas que en la
primera mitad nos hicieron pedazos. A los 18 minutos Jean Vincent se fue solo
por la izquierda como una flecha y cruzó a la Tota, que estaba mal parado, para
abrir el marcador. Tratamos de reaccionar, pero no pudimos penetrar en la
portería de los franceses, que jugaban duro y sucio, queriéndonos amedrentar a
base de patadas, pero aguantamos sus ataques y nos fuimos al medio tiempo
perdiendo sólo 1-0.
Al medio tiempo, López Herranz nos metió la caguiza de
nuestras vidas. Hasta la fecha los húngaros juran que en la final de este
mundial el vestidor de los alemanes estaba lleno de ampolletas, insinuando que
el famoso “Milagro de Berna” no fue obra del Espíritu Santo sino de las drogas
para mejorar el rendimiento que los alemanes usaron para sorprenderlos en
aquella final. Nosotros no necesitamos ampolletas, nada más de oír la caguiza
que nos puso López Herranz salimos a jugar mejor…al minuto de juego del segundo
tiempo, Raúl Cárdenas pateó desde afuera del área chica y sorprendió al
arquero, lo malo es que el arquero al que sorprendió era la Tota y así se
convirtió en el segundo mexicano en anotar un autogol en un mundial.
Parecía que se venía otra goleada más en la gris historia de México en los mundiales, pero si algo tenía la selección del 54 era orgullo y fuimos hacia adelante, buscando la muerte digna con la cara mirando al sol. En una jugada que yo empecé por la izquierda, la pelota no fue bien despejada del área francesa y el Ingeniero José Luis Lamadrid disparó un cañonazo que horadó las redes francesas.
El gol de Lamadrid |
A partir de ahí tuvimos un poderoso aliado en el público de
Ginebra que desde el partido pasado nos había agarrado cariño y que al ver
nuestro esfuerzo nos alentó para darle la vuelta a la tortilla. El partido
entre Brasil y Yugoslavia (que había empezado 10 minutos antes) había terminado
en empate eliminándonos a los dos equipos, ya nada más jugábamos por orgullo y
por amor al juego. A 5 minutos del final, tomé la pelota besando la media luna, me
acomodé para disparar sintiendo el embate de dos defensores galos más bravos
que Vercingétorix, rozando la línea del área, disparé en medio de ellos con
todo el odio histórico que le tenía a los franceses y me llené de gloria.
Balcázar después de anotarle a Francia |
¡Por fin! ¡Por fin! Por fin la Selección Mexicana iba a
regresar de un mundial aunque sea con 1 puntito, aunque sea con la agridulce y
vergonzosa gloria que da un empate…entonces apareció Kopa, el pequeño Napoleón
reapareció después de su exilio en Elba y le puso una maquiavélica bola a
Vincent adelantito del punto penal que lo ponía en posición ideal para fusilar
a la Tota, pero Narciso López —que había sido boxeador y que años después fue
parte del Campeonísimo Guadalajara—voló como Superman y le puso el pecho al
cañonazo asesino de Vincent, después de atajar el disparo, cayó sobre el balón
y alcanzó a despejarlo antes de que Vincent pudiera contrarrematar.
Pero al igual que el del mito, nuestro Narciso murió ahogado
en el río. Anque a diferencia del griego, al mexicano lo empujaron, el traidor
fue el árbitro español Manuel Asensi, perro de la FIFA, que marcó penal a favor
de Francia por una supuesta mano de Narciso, Kopa fusiló a la Tota a sangre
fría e inmediatamente después, Asensi pitó el final del partido. Otra vez
perdimos.
De lo que les voy a contar a continuación no quedan muchas
evidencias porque la FIFA mandó destruirlas, ya que le daba vergüenza lo que
pasó en el meritito patio de sus oficinas centrales, en pleno mundial y en el
meritito festejo por su 50 Aniversario. Se armó una gresca mucho peor que las que
se armaban en el barrio de Mexicaltzingo, en cuanto Asensi pitó el final del
encuentro todo el mundo se le fue encima, no sólo la delegación mexicana con
todo y directivos (para que no digan que lo que hizo Decio de María en Nueva
York fue un acto sin precedentes), sino también el público ginebrino que invadió
la cancha y encaró al colegiado reclamándole por su crueldad y descaro. El árbitro,
el culero tuvo que salir corriendo como un perro asustado a refugiarse atrás de
la policía para salir volando del estadio. Entre la guardia suiza se ha de
haber sentido como el Papa.
Y bueno, qué más les digo, supongo que conocen el resto de
la historia, volví con el Guadalajara, en el 57 por fin dejamos de ser el
equipo del ya merito y ganamos nuestro primer título profesional, después sufrí
una lesión facial y mi mujer me pidió que me retirara de las canchas, lo hice a
los 27 años, a la misma edad que Jim Morrison dejó las drogas. Tras mi carrera,
me dediqué a mi familia y a ser entrenador, como auxiliar técnico gané 5
títulos más con el Campeonísimo Guadalajara, tuve una hija que se casó con un
mundialista mexicano y juntos trajeron al mundo a otro mundialista mexicano, y
yo me dediqué a aprender, a aprender de la vida que es donde de verdad aprende
uno y ahora puedo estar aquí, en Sudáfrica, tan lejos de casa y de las tortas
ahogadas, que son la misma cosa, contando historias viejas para no acordarme
del frío, para no acordarme que aunque hoy sea la noche más fría de mi vida, la
noche de mañana será aún más fría y la que sigue más fría y así hasta que me
quede frío para siempre. Les cuento esto para olvidarme que hoy es la noche más
caliente de lo que me quede de vida, cómo no va a serlo si hoy mi nieto Javier
se llenó de gloria.
Dicen los franceses que estaba en fuera de lugar, yo digo
que es muy difícil saberlo, así como es muy difícil saber si Narciso metió la
mano hace 56 años, es bueno saber que así como la vida quita también la vida da
a veces. Hoy sí ganamos.
En fin, ya es tarde y yo estoy viejo, así que ya ha llegado
mi hora de dormir. Ya escucho a mi Lucha gritándome “Tomás, Tomás, ya vente a
la cama”, voy a hacerle caso, ahí les dejo esos dos regalos para
Francia de parte de la familia Hernández Balcázar.
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