Por Omar Colío
Judas, novela del perenne candidato al
Nobel de Literatura Amos Oz, es un libro que tiene muchas interesantes aristas
que analizar, sobre todo en un tiempo como éste en el que el infinito conflicto en Palestina se ha vuelto a intensificar. En este ensayo desmenuzaremos diferentes aspectos de la obra que nos
permitan entenderla. Analizaremos su entrañable conexión dentro del contexto
del conflicto en Palestina, su relación con la vida de Amos Oz y nos
sumergiremos a fondo en el contenido de la obra y sus personajes para desglosar
el mensaje que el polémico autor jerosolimitano dejó en ésta, su última novela.
Comencemos
pues recapitulando los sucesos acontecidos en el libro. Al comienzo del mismo el
mundo se le viene encima a Shmuel Ash, su novia lo deja y se casa con un
antiguo novio, se ve forzado a abandonar sus estudios porque su padre perdió
toda su fortuna, se da cuenta que su tema de investigación (Jesús a los ojos de
los judíos) no es nada original y su grupo por la transformación socialista se
disuelve tras una discusión después de que se revelaran los horrores causados
por Stalin en la Unión Soviética. Estas circunstancias orillan a Shmuel a aceptar
un modesto trabajo cuidando y conversando con Gershom Wald, un excéntrico viejo
judío inválido e intelectual con el que
Shmuel mantendrá interesantes debates. La dueña de la casa jerosolimitana en la
que Shmuel y Wald convivirán durante el invierno de 1959 a 1960 es Atalia
Abravanel, una y atractiva mujer de mediana edad que es la viuda del único hijo
de Wald—asesinado en el conflicto con los palestinos—y la hija de Shaltiel
Abravanel, un miembro del gabinete de David Ben-Guirón que fue vilipendiado y
considerado un traidor por oponerse a la creación del Estado de Israel. Atalia
también servirá como el objeto de deseo de Shmuel durante su estancia en la
casa del callejón Rabbi Elbaz.
En
una novela en la que el discurso lleva mucho más peso que la acción, Shmuel y
Wald se sumergirán en profundas conversaciones sobre la naturaleza humana, la
historia hebrea y sobre si es justificada o no la imposición de un Estado judío
en la Palestina moderna. También defenderán la figura de Jesús ante los ojos de
los judíos, pueblo que por razones conocidas por todos la ha atacado
históricamente, esto inevitablemente los
llevará a discutir sobre Judas, a quien
Shmuel no considera un traidor, sino el discípulo más fiel y el primer
cristiano. Ya que según su teoría, fue Judas quien más creyó en él, inclusive
más de lo que Jesús creía en sí mismo, para Shmuel, la prueba concluyente de
ello es que Judas fue el único de sus discípulos que murió junto a su maestro.
La
traición, la compasión, el pensamiento independiente, la posibilidad de aplicar
la teoría en la praxis y la violenta historia del conflicto en Palestina son
los temas centrales que se discuten en esta novela, que está estructurada en
capítulos cortos contados por un narrador omnisciente que sigue todo el tiempo
a Shmuel (con una excepción de la que hablaré más adelante), escritos en una prosa
sencilla, eficiente y fluida, pero no seca, ya que el autor sabe dejar espacios
para la poesía.
Contexto
histórico
Para
poder adentrarnos en este libro, es fundamental contextualizarlo
históricamente. Como mencioné en el resumen, la acción de la novela transcurre
durante el invierno de 1959-60, apenas un poco más de una década después de la
salida de los británicos de Palestina y de la imposición del Estado hebreo de
Israel por parte de la ONU (léase por parte de las potencias occidentales), mismo
que en ese entonces seguía siendo gobernado por su fundador, David Ben-Guirón,
un hombre que en su juventud enarboló la ideología de izquierda, pero que para
ese entonces se había vuelto la cabeza de un Estado fundamentalista y genocida
al servicio de las potencias capitalistas.
Si
bien estos años no representan la etapa más álgida del conflicto (si se les
compara con el resto de la década de los sesentas en el que un puñado de
naciones árabes trataron de acabar con la ocupación de Palestina) el peligro en
Jerusalén estaba presente en cualquier momento, la sangre seguía siendo
derramada todos los días como sigue siendo derramada hasta el presente. La
tensión del conflicto es casi un personaje oculto en la novela.
También
dentro del contexto histórico es imposible no hablar de la biografía del autor,
quien a los 14 años se unió a un kibutz, esto es una especie de institución comunal
fundada en Palestina en 1909 por judíos rusos que se habían encontrado
nuevamente sin patria tras infructuosamente tratar de derrocar al zar en 1905.
Ahí el futuro escritor recibió una ideología sionista de izquierda fuertemente
influenciada por las ideas de Karl Marx. El sionismo de izquierda hoy en día
suena como una contradicción después de observar el genocidio que el pueblo
judío ha llevado a cabo en lo que ellos llaman “Tierra Santa”, pero bajo el
contexto en el que los kibutz fueron creados tenía sentido, ya que hay que
recordar que llegaron ahí tras ser expulsados de casi todo el mundo. Esa
ideología penetró profundamente en la psique de Oz, que a pesar de que formó
parte del ejército israelí durante la Guerra de los seis días y la Guerra de
Yom Kippur, dedicó toda su carrera literaria a pregonar las injusticias que el
Estado de Israel llevaba a cabo en contra de los árabes.
Análisis
de los personajes
Ya
con un breve contexto histórico, nos es posible sumergirnos en el análisis de
los personajes. Toda la acción de la novela recae en tres personajes, Shmuel
Ash, Atalia y Gershom Wald.
Shmuel
es un joven torpe, tiene las manos chatas y deformes, es asmático, gordo,
descuidado, sensible y llorón. Su
torpeza no sólo es física sino también ideológica, Oz nos pinta a Shmuel como
un soñador más que como un hombre inteligente, es un hombre que sigue su
corazón más que su cerebro, lo que se puede ver en su sensibilidad, su
persecución de un romance imposible con Atalia, en su interés por la doctrina
de Jesús y en su posición política.
En
contraste su contrincante en los debates, Gershom Wald es un viejo realista y
calculador, un erudito borgiano que se la pasa citando las sagradas escrituras
y discutiendo condescendientemente por teléfono con viejos rivales, un sátiro
listo para sacarle una navaja a Darwin, a Newton o a cualquier figura
consagrada, pero cuya fragilidad física y emocional (acentuada por la muerte de
su único hijo en el conflicto con los árabes) lo hace ser un pragmático
admirador de Ben-Guirón y a pensar que de no ser por el militarismo israelí,
todos los judíos en Palestina estarían muertos.
Por
su parte, Atalia es una mujer sarcástica que cree que todos los hombres están
llenos de mierda, su experiencia le ha llevado a esta conclusión, particularmente
las decepciones que sufrió tras la fría relación que tuvo con su padre y tras
la muerte de su marido, que ella parece juzgar como innecesaria y estúpida. Le
gusta ser misteriosa pero cínica, como con Shmuel, un hombre que para nada le
atrae, pero al cual le gusta tener bajo su total control.
Al
leer la obra es fácil llegar a la conclusión que todos estos personajes no son
sino la alegoría, la encarnación de una figura arquetípica judía y su relación
con el conflicto en Palestina, Shmuel ,
encarna el pensamiento independiente y la lucha interna entre los ideales y las
emociones. Por otro lado, Atalia, representa la voz crítica y amarga de
aquellos judíos que se sienten marginados o traicionados por su propio pueblo.
Gershom Wald simboliza la justificación del sionismo y la defensa de la
identidad judía. Aunque también es importante apuntar que todos estos
personajes son imperfectos y han sido torturados por la vida, lo cual los
humaniza. Oz inteligentemente lo refleja en las extremidades de cada uno, en
las manos gordas y chatas de Shmuel, en las manos arrugadas de Atalia, que
revelan su verdadera edad y en las inservibles piernas de Wald.
Judas
Hay
un cuarto personaje importante en la novela, Shaltiel Abravanel, el fallecido
padre de Atalia, un arabista de alto rango dentro del consejo sionista quien es
expulsado de su comunidad por oponerse a la creación del Estado de Israel y
sugerir un convenio de paz con los árabes, esta idea radical lo hace quedar
como un traidor, que al final se queda solo y olvidado, sin amigos en ninguno
de los bandos y sin siquiera el cariño de su hija, quien lo ve como un hombre
frío y débil, es él quien encarna el arquetipo del personaje titular, Judas, el
más grande de los traidores. Sin embargo Oz, al igual que hicieron Jorge Luis
Borges en Tres versiones de Judas y Nikos Kazantzakis en La última
tentación de Cristo quiere resignificar esta figura y para ello, decide combatir
las inconsistencias en la narrativa cristiana.
Oz
usa a Wald para dar su teoría sobre los cristianos, a quienes llama los
verdaderos enemigos de los judíos, la figura clásica de Judas para él
representa al antisemitismo, pues es la imagen estereotípica del judío propagada
por los cristianos. En lugar de eso, Oz prefiere relacionar a Judas con el
verdadero revolucionario, con el pensamiento independiente y verdaderamente
radical, sólo alguien verdaderamente radical podría creer en el amor como fuerza
que mueve al mundo, al igual que sólo alguien verdaderamente radical podría
creer en la coexistencia de judíos y árabes en Palestina.
En
el capítulo 47 se da la excepción de la que hablé hace un momento, el narrador
omnisciente sigue a Judas después de la crucifixión y de la nada se transforma
en Judas contándonos la historia en primera persona, en esta narración Judas
nos repite la teoría que Shmuel tenía sobre él, no traicionó a Jesús por
dinero, sino porque en verdad creía que Jesús era el Mesías y que su muerte
traería el juicio final, el fin de los tiempos injustos. Pero tras la muerte de
su amado maestro, él se arrepiente ante su error y decide suicidarse, esa es la
imagen que Oz nos quiere brindar de Judas, la del pensamiento verdaderamente
radical, tan radical que sus actos no se ajustan a la realidad del mundo, tan
radical que su actuar de buena fe parece una traición ante los ojos de todos.
Crítica de la novela
Si
bien he de decir que este es un libro interesante y muy bien escrito también he
de apuntar los problemas que encuentro en él, el principal es que su
transformación de la figura de Judas pretende ser subversiva, pero ni siquiera
resulta original, pues como dije, Borges, Kazantzakis y otros más ya habían
pensado en esto y lo desarrollaron mejor.
La falta de subversión también resuena en la postura del autor, pues
aunque para un sionista la postura política de Oz puede resultar radical, para
los que observamos neutralmente con horror el genocidio ejercido por los judíos
en Palestina, esta postura resulta al menos tibia, el momento en el que Oz
desenmascara su verdadero sentir es cuando Wald explica que tras el forzado retiro
de Abravanel, los dos viejos se sentaban a discutir de política todo el día, hasta
que ocurrió la muerte del hijo de Wald en la guerra, después de lo cual no
hablaron más. Con esto el autor nos está diciendo que si bien Wald (el
realismo, la identidad judía) respetaba la postura de Abravanel, la misma le
pareció estúpida e irrelevante después del derramamiento de sangre judía.
Otra
parte en la que la novela pudo ser subversiva y lo desaprovechó fue al no
mostrarnos la visión árabe del conflicto, ninguno de los personajes es
musulmán, ni nunca se explora el otro lado del muro, incluso parece abrir una
puerta para ello con el trabajo de Atalia para la oficina de un investigador
privado (mismo que por cierto tampoco va a ninguna parte) pero no lo aprovecha,
las únicas voces que escuchamos son voces judías, críticas, pero a fin de
cuentas judías.
Pero quizás el más grande problema de la novela es su final, en el que después de que la torpeza de Shmuel lo hace fracturarse el tobillo, este se gana momentáneamente los favores de Atalia, quien decide tener sexo con él en un par de ocasiones. Pero después, casi de la nada, decide que Shmuel está curado y que es momento de que el joven abandone para siempre la casa. Y así, sin ninguna clase de resolución termina abruptamente la novela, lo cual puede ser una alegoría a la persistencia del inacabable conflicto en Palestina, pero también puede ser una salida fácil para el escritor.
Conclusión
Judas
de Amos Oz
plantea una interesante relación entre Judas y el radicalismo, mostrando cómo
lo verdaderamente radical puede ser percibido como traición por el mundo
mundano no ilustrado en lo profundo del potencial humano. Sin embargo, la
novela no logra ofrecer una perspectiva completamente original y deja de
explorar otras voces y perspectivas en el conflicto, por lo cual me parece una
novela incompleta.
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