¿Qué
les puedo decir? La neta me caía bien Julio, me gustaba la frescura con la que
se desempeñaba en el montículo, me gustaba que sobre la lomita siempre anduviera
tropicalón, cómo parecía lanzar como si entre pitcheos se estuviera tomando una
chela. Al menos así era la mayoría de las veces, cuando lanzaba bien, porque
hubo ocasiones (como en el Clásico Mundial de Beisbol) en las que en su
lenguaje corporal era evidente cómo la presión lo había hecho perder la
compostura, lo cual me parece que ilustra mucho de su personalidad.
Por
cierto, cuando digo que me caía bien Julio Urías, me refiero al pitcher, ¿La
persona? Bueno, suelo operar bajo el precepto de que el tener dinero y poder
suele corromper al hombre, por lo cual de antemano supongo (correctamente) que
la gran mayoría de los deportistas profesionales son una mierda como personas.
Después
pasó lo que ya todos sabemos, el pasado 3 de septiembre, a la salida de un
juego de la MLS, Urías fue arrestado tras ser acusado de violencia doméstica
grave. Es la segunda vez que el sinaloense es acusado de esto. En 2019 una
denuncia similar le conllevó una sanción por parte de las Grandes Ligas, desde
que las Grandes Ligas instauraron (muuuuy tardíamente) su programa contra la violencia
doméstica en 2015, Urías es el único pelotero que ha sido investigado dos veces
por el mismo.
Mientras
las investigaciones legales y de Grandes Ligas continúan, los Dodgers de Los
Ángeles han cortado los lazos con Urías, lo cual ha hecho que muchos
aficionados se cuestionen cosas como ¿A dónde va a ir? ¿Cuál es su futuro
dentro del beisbol? Honestamente, a mí me vale madres, lo que le pase a un
millonario violento y pendejo no me preocupa, por mí que se muera de hambre.
Aunque
también debo aclarar que tampoco soy de aquellos que piden su cabeza sobre una
pica, no soy una persona punitiva, no creo en los castigos, primero porque
ninguna sanción impuesta ya sea por Grandes Ligas o por la justicia gringa resolvería
el problema, ya que el machismo y la violencia son problemas estructurales que están
enraizados en nuestra cultura y la única manera de acabar con ello es a través
de un proyecto multigeneracional que transforme por completo los valores del
pueblo mexicano, un castigo a Urías no ayuda de nada a las mujeres violentadas.
Como historiador les puedo decir que las sociedades punitivas únicamente
generan más violencia, como pasa en la sociedad punitiva en la que vivimos.
La
gente punitiva me da miedo, pero más miedo me da la gente que genuinamente se
preocupa por el bienestar futuro de Julio Urías y los ridículos que de plano niegan
que las acusaciones sean ciertas, aun cuando la evidencia muestra que el acto
de violencia ocurrió. Yo sé que lo respaldan porque mamaron el machismo de las
tetas de su madre y porque la cultura hegemónica les repitió una y otra vez que
hay que apoyarlo simplemente por el hecho de que es mexicano, pero no mamen
banda, es estúpido respaldar a un tipo a toda costa sólo por el lugar en el que
nació.
En
el mundo contemporáneo, la figura del deportista profesional ha adquirido un
estatus casi mítico en la sociedad. La fama, el dinero y la destreza física
excepcional les otorgan un pedestal desde el cual muchos los ven como héroes y
modelos a seguir. Sin embargo, es esencial analizar críticamente esta
percepción y entender que los deportistas son, ante todo, humanos con virtudes
y fallas.
Es
indiscutible que los atletas profesionales poseen habilidades sobresalientes en
sus respectivos deportes. Admirar su destreza, dedicación y esfuerzo es
completamente válido. No obstante, es fundamental no caer en la trampa de la
idolatría ciega. La idolatría puede cegarnos ante los aspectos menos admirables
de la vida de estos deportistas.
La
realidad es que muchos deportistas profesionales, al igual que cualquier otro
individuo, enfrentan desafíos y luchas personales. La presión de la fama, la
competencia feroz y las demandas de su profesión pueden afectar su
comportamiento y decisiones. Algunos casos de conductas inapropiadas, como
violencia intrafamiliar o comportamiento déspota, han salido a la luz pública,
evidenciando que no todos son modelos ejemplares de conducta.
Es
crucial reconocer que la idea de que los deportistas deben ser modelos a seguir
es una construcción cultural y social errónea. La sociedad, impulsada por
intereses comerciales y la maquinaria del entretenimiento, tiende a
mitificarlos para mantener una narrativa que fomente el consumo y la idolatría.
Esta narrativa se sustenta en la idea de que la fama y la riqueza son
indicadores de virtud y moralidad.
La
realidad es que los deportistas profesionales son personas con sus propias
vidas y experiencias, y no deben ser obligados a llevar el peso de nuestras
expectativas morales y sociales. Es más sensato admirarlos por sus habilidades
deportivas sin sobrecargarlos con la responsabilidad de ser modelos a seguir.
En lugar de idolatrar, debemos fomentar valores como la empatía, la integridad
y la igualdad, no solo en los deportistas profesionales, sino en toda la sociedad.
Julio Urías es un ejemplo más del porqué no hay que poner a los deportistas profesionales en un pedestal
Está
muy bien amar ver deportes, pero hay que mantener una perspectiva crítica y no
olvidarnos nunca de la realidad en la que vivimos, misma que está reflejada en
el mismo juego si lo observamos detenidamente. Lo que está mal es admirar a los
deportistas fuera del terreno de juego, donde muchas veces la fama y el dinero
los convierte en verdaderos idiotas, lo que estácreer que son dioses, creer que
son o que deben ser ejemplos para la sociedad, ¿Por qué habrían de serlo? A fin
de cuentas son humanos, son tan humanos como nosotros, son estúpidos, son
falibles, yo sé que en el pasado he comparado al pitcheo con la poesía, pero
sólo lo hago metafóricamente, las metáforas son buenas para disfrutar del
juego, pero no hay que tomarse en serio las alegorías apoteósicas que hacen
sobre los deportistas los medios de comunicación comprados por el sistema, al
que le conviene tenernos embobados con el deporte.
Además,
a últimas Julio Urias es simplemente un ser humano que sabe lanzar muy duro y
con mucha colocación una pelota, no hay motivo para endiosarlo por eso, no hay
motivo para ponerle una estatua, para plasmarlo en el centro de la cultura y
decir que todos debemos aspirar a ser como él, no mamen.
No hay que poner a los deportistas en un pedestal, de hecho no hay que poner a
nadie en un pedestal, ni atletas, ni artistas, ni políticos, ni figuras
históricas, hay que partir de la idea de que todo el mundo es falible y tratar
de trabajar los problemas de nuestra sociedad
para vivir mejor, el idealizar a los famosos es parte de la enajenación
capitalista.
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