Por Omar Colío
Como escribí anteriormente, este año
cambié de equipo favorito de las Grandes Ligas, dejé a los Yankees de Nueva
York (que este año tienen una nómina de 280 millones de dólares) por los
Piratas de Pittsburgh (que este año tienen
una nómina de 73 millones de dólares), cuando hice eso supuse que las
aspiraciones al título de mi nuevo equipo se disolverían mucho antes de lo
normal, pero la verdad es que casi no hubo diferencia, los Piratas fueron
oficialmente eliminados de la posibilidad de alcanzar la postemporada el 23 de
septiembre y los Yankees el 24.
Anteriormente mencioné que
las razones para mi cambio de equipo favorito eran por la identidad que
representan los Yankees, aquella anticuada y podrida imagen del capitalismo corporativo
gringo. Bueno, pues esa imagen es en gran parte la razón por la cual el equipo
neoyorquino se encuentra en la crisis que atraviesa en el presente.
Es esa identidad arrogante
la que no los ha llevado a hacer cambios estructurales, cambios necesarios para
que esta escuadra pueda triunfar en el Siglo XXI, para que pueda presumir (acto
que más les gusta a sus aficionados) conquistas frescas y no seguir contando
las mismas viejas historias de las glorias pasadas.
El fracaso de los
Bombarderos del Bronx esta temporada podía olerse a leguas, era previsible con
sólo observar el avejentado y lento roster que arrastraba los pesados lastres
de los contratos de peloteros en franca decadencia como Giancarlo Stanton, DJ
LeMahieu y Josh Donaldson (a quien eventualmente terminaron por despedir mucho
tiempo después de lo debido). Además, la única incorporación relevante que
realizaron los Yankees en el pasado periodo entre temporadas fue la del
lanzador zurdo Carlos Rodón, quien se pasó prácticamente toda la campaña
lesionado y cuando por fin subió al montículo, fue un asco Y, aunque es cierto
que las lesiones a peloteros como Anthony Rizzo, Néstor Cortés, José Treviño,
Jonathan Loáisiga y sobre todo Aaron Judge dañaron las aspiraciones que tenía
el equipo de trascender, sin embargo puedo asegurarles que aún con todos ellos
sanos, el resultado de esta campaña para los Yankees no habría sido muy
diferente, aún si Aaron Judge hubiera cargado a los Yankees en su espalda rumbo
a los playoffs como hizo el año pasado, les aseguro que los del Bronx hubieran
sido aplastados en la postemporada por los verdaderos pesos pesados de la Liga
Americana.
Y es que todo esto es
resultado de la podredumbre que existe en la estructura del equipo. “Si George
Steinbrenner estuviera vivo ya hubiera hecho algo para cambiar esto” se ha
vuelto la perorata más repetida por los aficionados de los Yankees, que se olvidan por completo que Steinbrenner era una y un pésimo hombre dirigente en la
oficina de un equipo de beisbol, George Stenbrenner era todo lo que no querías
en un ejecutivo de un equipo, Steinbrenner eran generalmente impulsivas, viscerales,
arrogantes y muchas veces francamente estúpidas, hay que recordar que fuera de
ese par de títulos ganados a finales de los 70, gracias a Reggie Jackson y compañía,
un equipo armado por Steinbrenner no ganó nunca más, hay que hacer memoria para recordar que fue
sólo cuando “The Boss” fue separado del equipo por pagarle a un hombre para
espiar a Dave Winfield, pelotero de los Yankees con el que tenía un feudo
personal, que Gene Michael logró plantar las semillas armando al equipo de
Derek Jeter, Mariano Rivera y Jorge Posada que tendría tanto éxito a finales
del siglo pasado y principios de éste. Que los aficionados de los Yankees estén
implorando la resurrección de George Steinbrenner es una prueba de lo mal que
están las cosas en el Bronx desde hace un tiempo.
El caótico periodo de George Steinbrenner al mando de los Yankees suele ser romantizado por los aficionados. |
Pero lo que esos aficionados
a los Yankees que exigen la resurrección de George Steinbrenner también ignoran
es que es justo la sombra de ese personaje, la asquerosa mancha indeleble que
dejó sobre el equipo, lo que hace que este equipo siga fracasando una y otra
vez en el presente, primero por el aura que dejó sobre el equipo, la que ya
hemos analizado hasta el cansancio, esa de equipo prepotente que soluciona todo
a billetazos, estrategia que no suele funcionar hoy en día en Grandes Ligas y
segundo por los hombres que dejó a cargo del equipo tras su muerte, que son los
mismos hombres responsables de esta hilarante hecatombe que está atravesando el
equipo que más campeonatos de Serie Mundial ha ganado.
Estos hombres son el
indolente Hal Steinbrenner, quien heredó la propiedad del equipo y Brian
Cashman, a quien Steinbrenner hijo considera “parte de su familia” y quien es
el Gerente General de esta novena desde 1998 y quien se colgó del éxito que
antes de su etapa habían tenido ejecutivos de la escuadra neoyorquina como Gene
Michael y Bob Watson para presumir una supuesta reputación ganadora y
establecer su personaje como “hombre imprescindible” ante los ojos de sus jefes
a pesar de que la única Serie Mundial que el equipo ha ganado “puramente” bajo
su administración fue aquella vez que rompió la alcancía para firmar a CC
Sabathia, AJ Burnett, Mark Teixeira y Nick Swisher, piezas que fueron claves que
se unieron a la ya exorbitante nómina de los Yankees que ganaron la Serie
Mundial en 2009.
Pero la verdad es que bajo la gestión de Cashman, en especial en la última década, el equipo neoyorquino se ha visto superado por muchos otros en cuanto a éxito obtenido, esto como resultado de una visión vieja de cómo se gana en este deporte, lo cual lo ha llevado a manejar el equipo de una manera que enfatiza la contratación a toda costa de peloteros veteranos y que no permite que el equipo se renueve, por eso se ve tan viejo y tan lento, por ello la ofensiva luce tan impotente. La falta de innovación e inteligencia también ha sido clave, pues su departamento de estadísticas avanzadas y sabermetría que está siempre evaluado entre los peores de la liga. También fue Cashman quien de 2018 tiene en el puesto de mánager del equipo a Aaron Boone un hombre amigable y convenenciero que no tiene problema con que todas las decisiones de beisbol sean tomadas desde la oficina de Cashman.
La arrogancia, la testarudez
y la podredumbre de Cashman y la indolencia de Steinbrenner es lo que ha
hundido a los Yankees en este hoyo y ¿les digo algo? Ellos no tienen ninguna
urgencia por salir de él, después de todo, ambos son hombres pragmáticos a los
que sólo les interesa el dinero y la marca de los Yankees es lo suficientemente
famosa para generar millones y millones de dólares sin necesidad de que el
equipo califique a la postemporada.
Ya con la temporada perdida,
los Yankees decidieron darle oportunidad de jugar a los productos de sus
granjas, prospectos como Jasson Domínguez, Austin Wells y Everson Pereira
recibieron sus primeras oportunidades en Las Mayores este 2023. Si bien parece
que el renovar al equipo de esta manera es buena estrategia, hay que decir que
las granjas de los Yankees no son precisamente las mejores, pues no han
seleccionado a grandes peloteros en el Draft y normalmente tienen las granjas
decimadas por cambiar a sus mejores prospectos por veteranos.
Por todo esto les digo que
el problema de los Yankees son ellos mismos, es el aura que llevan impregnada
en el alma desde los años 70, esa arrogancia, esa falta de inteligencia, esos
malos manejas, esa estampa del clásico capitalismo corporativo gringo, ese
conservadurismo es lo que los mantiene fracasando.
Mientras Hal Steinbrenner y Brian Cashman
sigan manejando al equipo de esta manera los resultados serán los mismos.
Mientras los Yankees no cambien radicalmente de identidad, mientras sigan
manteniendo sus prácticas viejas, inútiles y retrogradas manifestadas en
idioteces como no permitir que los peloteros se dejen crecer la barba o el
cabello, seguirán siendo perdedores.
Y sí, ya sé que estoy bailando
sobre la tumba de mi ex equipo y ¿Saben qué? La verdad se siente genial.
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