Narraciones Poetosas: El juego perfecto de Domingo Germán

 


Por Omar Colío

Amo el beisbol porque es tan estúpido. En el beisbol todo es tan aleatorio, tan azaroso, tan caótico. Pero nuestro universo es caótico y en el caos es donde se pueden encontrar la perfección y la belleza. En el beisbol, como en la vida, todo es muy divertido y a la vez muy triste. La pelota esconde una gran tragedia, la tragedia  humana, la tragedia de la existencia diaria. No sé si sea el rey, pero el beisbol es el más poético de los deportes.

Además de su naturaleza irracional y azarosa, a veces hay circunstancias que vuelven amar al beisbol algo todavía más complicado. Muchas veces estas provienen del hedor a colonialismo que suele emanar del seductor aroma del diamante, pero a veces es sólo la gran tragedia humana manifestándose en los deportes profesionales. Ejemplo, Domingo Germán, que apareció de la nada con un cohete amarrado a la espalda para iniciar su carrera en Grandes Ligas con un ascenso meteórico, inmediatamente seguido por un colapso en el que la gravedad lo bajó violentamente hacia la mierda, una caída envuelta en denuncias por violencia doméstica, lesiones, inconsistencia, pitcheo gitano e inefectivo y suspensiones por hacer trampa sobre la loma al usar sustancias pegajosas.

Germán ha estado por años navegando en aguas turbulentas, apenas aferrándose a un puesto en la rotación abridora de los Yankees, esto en gran parte gracias a la lesión de Carlos Rodón, contratación estelar del equipo neoyorkino el pasado invierno, mismo que tomó no sólo su hipotético puesto en la rotación sino su número, por ello Germán lleva en la espalda el número 0, el número de un bandido, el número de un pirata, el único guarismo de un solo dígito que no pertenece a una leyenda de los Yankees, el equipo de pelota con más historia ganadora en el mundo.

Pero a pesar de que la suerte la ha sonreído, burlándose de los Yankees al no permitir que Rodón pueda ni siquiera debutar, Germán no ha aprovechado la circunstancias, llegó a su apertura del 28 de junio en Oakland con un paupérrimo porcentaje de carreras limpias de 5.10, en su última salida, Germán permitió 10 carreras y 4 cuadrangulares en tan sólo 3 entradas y un tercio, pero el beisbol es un juego muy estúpido, por eso lo amo.



En una noche en la que la Luna presumía el filo de sus cuernos, Germán se arrodilló antes de subir a la lomita y agachó la cabeza, no hay animal más supersticioso en los deportes que un pitcher. Nunca sabes, esa es la cosa, antes de subir a la loma nunca sabes si vas a lanzar una gema, nunca sabes si vas a pasar a los libros de historia, nunca sabes si estás subiendo por última vez, y en esas circunstancias encontramos a nuestro problemático protagonista, subiendo al cerrito entre una profunda niebla, por una nube que cubre su presente y el de todos, una niebla tan profunda en la que sólo podía ver a Kyle Higashioka, su cátcher, su guía entre el nebuloso presente, el Virgilio de esta Divina Comedia.

Y después, bueno, qué más se le puede añadir a la perfecta expresión “juego perfecto”, Germán hipnotizó a sus oponentes con su serpentina, con su hechizo gitano con el que convirtió el plomo en oro, hizo la Gran Obra, la hazaña más grande que existe en el deporte, los bates de los Atléticos estaban bajo un trance que los hacía abanicar o conectar la bola justo hacia donde se encontraba el guante de un Yankee, como por magnetismo, como por arte de magia.

Y no hay mucho más que decir, el juego perfecto de Germán es histórico, hace más de una década que no veíamos uno en Grandes Ligas, es el primero lanzado por un pitcher dominicano, pero a pesar de que siempre he dicho que el pitcheo es poesía, el juego perfecto de Germán no fue muy poético que digamos, había algo turbio, como una lagaña que nos impedía ver la belleza. Ni siquiera vimos una de esas grandes jugadas a la defensiva que suelen acompañar a las joyas de pitcheo — más allá de un gran lance de Anthony Rizzo en la quinta entrada —, el hechizo de Germán fue tan poderoso, tan perfecto, que hasta barrió con la poesía. 27 hombres entraron al plato y los 27 fueron retirados en orden.

En este punto hay que hablar de la oposición, del equipo local, porque lo que hace poética esta hazaña, no es el juego perfecto en sí, sino el hecho de que haya sido en el vetusto y vacío Coliseo de Oakland, que se cae a pedazos, que haya sido frente a las cenizas del Agujero Negro, en medio de la melancólica velada del norte de California, que haya sido frente a la alguna vez orgullosa franquicia de los Atléticos de Oakland, 9 veces campeones de la Serie Mundial, hoy una patética franquicia llevada hacia el fondo del abismo por la codicia de su propietario.

El “moneyball” está muerto. La alineación de los Atléticos que se enfrentó a Germán es patética, está armada para recibir un juego perfecto en todos y cada uno de los 162 juegos de la temporada. Una vez que la ciudad proletaria de Oakland, después de perder de manera similar a los Raiders y a los Warriors, decidió no construir con dinero público un nuevo estadio para que el multimillonario dueño de los A’s, John Fisher se siga haciendo más rico con el dinero del pueblo, el muy burgués decidió no invertir más en su equipo, después de todo la franquicia valdrá más una vez que juegue en Las Vegas y Fisher habrá ganado dinero sin hacer nada. A los capitalistas no les importa el beisbol, no les importan los sentimientos de los aficionados que aman a su equipo y ahora tienen que verlo hecho pedazos para que sea más fácil trasladarlo hacia Las Vegas, sólo les importa hacerse todavía más millonarios, hacer que la brecha de la desigualdad siga creciendo.

Y por ello, el estadio está semivacío, porque la alineación de Oakland es tan mala que cualquier lanzador de Grandes Ligas debería tirar un juego perfecto frente a ellos, sólo hay que ver lo impacientes que son en el plato, pero el beisbol es tan estúpido, tan gitano, está gobernado por deidades tan caprichosas, que eso nunca había pasado.

Pero las deidades de la pelota tienen un humor tan negro, que escogieron al turbulento Domingo Germán como el elegido para pasar a la historia, todo es muy divertido y todo es muy triste, ésta es una historia triste como cada vez que ganan los Yankees. 



Comentarios