La Generación Beat
es un canto de sirenas, un Sutra que va tejiendo un universo de colores dentro
del mundo plástico, conformista y aburguesado de los suburbios norteamericanos.
El universo Beat es
un universo rebelde, un universo adolescente, un universo iluminado y
motorizado por la explosión de la bomba atómica, un universo habitado por el
canto-vómito marginal de vagabundos locos y desnudos que eyaculan en la cara de
la enajenación, exigiendo libertad.
Los beats son
santos locos que iluminan con velas la infinita mancha de la nada en busca de
los grandes secretos de la existencia, en busca del significado de este absurdo
infinito, su luz revela vísceras, sangre, enfermedad y muerte. Sus temas tienen
que ver con la marginalidad, todos sus personajes suelen ser marginados,
apátridas, vagabundos, fugados y locos, locos, locos.
Pero la
marginalidad es algo mucho más grande que el centro donde se encuentra la
sociedad, sería un error suponer que todos los marginados viven en
circunstancias similares, dentro de los confines de un concepto tan enorme y
tan abstracto existe un sistema de castas tan salvaje como el que existe en el
núcleo de la sociedad capitalista, de esta idea se debe partir si se quiere
analizar Marica.
Aunque hacia el
final de su vida, reconociendo la importancia histórica que el movimiento beat
tuvo en la lucha por los derechos civiles, William Burroughs decidió
reivindicarse como miembro de este movimiento, la verdad es que pasó una gran
parte de su vida negándolo, diciendo que, si bien era amigo de los beats, él no
era uno de ellos. Esto hay que atribuirlo a varios motivos, el primero es que ninguna banda
emo quiere ser llamada una banda emo, el segundo es que a diferencia de Jack
Kerouac, Allen Ginsberg o Gregory Corso, la marginalidad no proviene de una
cuestión étnica o de clase, su marginalidad tiene que ver con su sexualidad,
además Burroughs era considerablemente más viejo que Ginsberg o Kerouac y a
diferencia de ellos, él no era un mugroso beatnik, era un caballero de Harvard.
Lo interesante de todo esto es entender
que Burroughs se sentía marginado aún de su grupo marginal, así es William Lee,
el alter ego en el que Burroughs se disuelve en esta novela que, aunque fue
publicada en la década de los 80, fue escrita en la de los 50, esto se nota,
pues si bien Burroughs llegó a ser reconocido por su estilo literario
experimental, Marica está escrito en una prosa bastante directa y
personal, muy similar a la de Yonqui.
Pero a diferencia de Yonqui, Lee
no está rodeado por los adictos desesperados de Nueva York, cada uno de ellos
un maravilloso y entrañable personaje, sino por la seca y banal escena de
pálidos y aburridos personajes norteamericanos refugiados en México, es
interesante como ni Lee ni los otros parecen mezclarse con los mexicanos, en su
actitud hay una presunción de superioridad moral e intelectual común en los
gringos, una actitud que se mantiene vigente tanto en los americanos que
permanecen en su país como en los que hoy merodean por las colonizables calles
de la colonia Roma.
El México de Burroughs no es el México fellaheen[1],
beato, sagrado y puro que aparece en toda la obra de Kerouac, México para
Burroughs es un lugar crudo, absurdo y violento, pero extrañamente entrañable y
libre, esa libertad es lo que lo atrae de la Ciudad de México, que para Burroughs
es una ciudad de colores chillantes pero amigables cubierta por una niebla gris
de polución, degradación y violencia:
“Un ciudadano le pidió fuego a otro. Como
el segundo no tenía cerillas, el primero saca un punzón y lo mata. En México el
asesinato es la manía nacional.”[2]
En este escenario que construye durante
la primera parte del libro, Burroughs pinta a Lee como un hombre banal,
solitario, inadaptado y atormentado por haber asesinado a su esposa (hecho que
sólo menciona en el prólogo), aunque es capaz de convivir con sus compatriotas
en México —algunos de los cuales son homosexuales, como él — es incapaz de tener una conexión profunda con alguien, lo cual es algo
que desea con todas sus fuerzas, pues el estar alejado de la droga hace que su
libido se encienda, esto cambia cuando conoce a Gene Allerton, un joven
americano avispado que parece interesado en Lee.
Toda la primera parte del libro está
escrita en un tono personal y hasta tierno (un adjetivo que muy rara vez se
utiliza para describir el crudo trabajo de Burroughs). Lee y Allerton comienzan
una relación plagada por celos, inseguridades y las demás vicisitudes que
atraviesan todas las relaciones prohibidas por la sociedad, lo cual le causa a
Lee mucho dolor.
Finalmente un día Lee se decide a
abandonar México e ir a Ecuador en busca de la ayahuasca, pero antes del viaje
le propone a Allerton que lo acompañe, esto cambia por completo la naturaleza
de su relación que ahora sí se vuelve una relación de Sugar Daddy-Sugar Baby en
forma, Lee comienza a pagarle a Allerton por ser su acompañante y amante.
En Ecuador el libro da un giro, la niebla
gris se disipa y la ternura desaparece por completo, Lee se transforma en un
hombre cruel y manipulador, por fin aparece en plena forma el Burroughs sátiro
que todos conocemos y amamos, a su vez es en Ecuador donde se revela el
verdadero tema central del libro, que es el mismo de toda la obra de Burroughs,
el control. El control es la razón por la que Burroughs está buscando la
ayahuasca:
—Mientras estamos en
Ecuador debemos dedicarnos al yage —dijo Lee—. Imagínate: controlar el
pensamiento. Desmontar a alguien y reconstruirlo a tu gusto. Te molesta algo de
una persona y dices: “¡Yage! quiero quitarle de la mente esa manera de
funcionar.” se me ocurren algunos cambios que me gustaría hacerte, muñeca. —Miró
a Allerton y se relamió—. Con algunas modificaciones hoy serías tanto más agradable,
desde luego, pero tienes esas pequeñas peculiaridades irritantes. Me refiero a
que no siempre estás dispuesto a hacer exactamente lo que yo quiero que hagas.[3]
El
control es la obsesión de Burroughs, parece estar en contra de cualquier clase
de comportamiento colectivo o servil (por ejemplo solía referirse al lenguaje
como un virus), para él la sociedad no es otra cosa que un antinatural método
de control a su vez subordinado a un control por parte del poder central que
usa todo los medios que tiene a la mano para mantener ese poder.
Lee
busca la ayahuasca pues cree que es capaz de ejercer control sobre las
personas, ahora ¿Qué quiere controlar Burroughs? ¿A Allerton? Seguro, pero en
el subtexto hay algo más, sobre todo en la escena en la que fantasea
sexualmente con los niños ecuatorianos, si bien el violar a niños del tercer
mundo fue una práctica sexual común entre los homosexuales adinerados de
aquella época, Lee encuentra un fallo en ella, si bien no cree que su
homosexualidad sea una enfermedad, sabe que es la razón de su marginalidad,
desde este punto de vista la adicción a los opiáceos inclusive puede ser vista como una manera de controlar esa conducta al
reducir su libido, sin embargo es un círculo vicioso pues la heroína es la más
perfecta manera de control que existe, pues es tan adictiva que al no
consumirla, te enferma.
De
eso va el libro, esta no es una historia sobre la homosexualidad, no es un
libro erótico, ni una novela rosa, es la historia de un marica rico y su
manera capitalista de lidiar con su homosexualidad. Porque a diferencia de Ginsberg, quien desde la cuna fue influenciado por el
comunismo, Burroughs fue amamantado por el capitalismo, pudo disfrutar de los
privilegios banales de la burguesía, la posición política de Burroughs es la
misma que la de un libertino del Siglo XVIII.
Para concluir quisiera decir que aunque
dista mucho de ser su mejor trabajo, este libro de Burroughs está dentro de la
estética y la personalidad de la literatura beat, es la prueba definitiva de
que Burroughs fue parte (importante) de aquel movimiento literario, es un libro
sobre la marginalidad, es un libro profundamente personal, es un libro que
empieza en una niebla que poco a poco se va disipando, en el centro hay un
hombre que lleva una máscara sobre otra, sin embargo poco a poco la niebla se
va disipando y las máscaras se van cayendo y para el final del libro, la trama,
la estética y la personalidad del libro pertenecen enteramente a la Generación
Beat, este libro es Burroughs saliendo del clóset y gritando ¡Soy Beat!
[1]
Fellaheen es un término árabe que se usa para describir a los campesinos en
Medio Oriente, aunque originalmente tenía una connotación negativa, Kerouac y
los beats lo resignificaron para referirse a las culturas marginales en
resistencia.
[2]
[3]
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