Por Omar Colio
¡Este libro es el espíritu de la juventud! ¡Este libro es la
lujuria por la vida!
La obra de Kerouac es su vida escrita en prosa, cada letra
es un paso en el camino, una mueca, un silbido, un movimiento, el orgasmo de un
vagabundo que camina ciegamente por los eternos caminos del dharma. Una vida
exquisitamente triste, llena de bellas alegorías que ilustran la desolación de
un mundo lleno de hambre y cenizas y drogas y sexo y jazz y vértigo y tristeza
y efímeros momentos de felicidad, es cuerpo y alma, yin y yang en constante
sucesión, placer y tragedia y tragos y tragos y tragos, tantos tragos y bocanadas
de vacío y vitalidad con tantos maravillosos borrachos, que ebrios de alcohol o
marihuana o peyote o beatitud –¡Ebrios de Dios! —cuentan historias increíbles,
que dementes se hunden en la noche para poder saltar desde la luna. Su vida es
su obra y su obra es jazz –¡Bop, Bam, Wham!— porque su prosa es un poema
sagrado que viene desde la infinita mente del cosmos, es el orgasmo de Dios que
no merece ser interrumpido ni editado.
En el camino relata la historia de la amistad entre
Kerouac—Sal Paradise en el libro— y Neal Cassady —inmortalizado en esta obra
bajo el seudónimo Dean Moriarty—una leyenda no sólo de la Generación Beat sino
también de los hippies, desde el momento en que es presentado nos damos cuenta
que es un hombre especial, un loco sabio igual al que está ilustrado en la
primerísima carta del tarot, un hombre con hambre de todo, con una inquietud
gelatinosa e infinita que lo hace salir disparado en todas direcciones al mismo
tiempo en busca del presente, en busca de la esencia misma de la vida.
Ésa es la trama, no hay mucho más que agregar, es un libro
sobre el camino, es la aventura de la vida, son cinco vertiginosos viajes a
través de Estados Unidos y las sagradas tierras de México a toda velocidad
siendo el pasajero de los dos locos más agradables del mundo, que van a toda velocidad porque van en busca de la
vida, en busca del padre, en busca de Dios, son dos locos teniendo locas
aventuras rodeados de gente aún más deliciosamente loca que ellos, gente que
arde por dentro y sale disparada como cohetes.
Encendido por la explosión de la bomba atómica, este libro
ilustra el zeitgeist de la posguerra, por ello, por su autenticidad, se
convirtió en un hito de la contracultura que inspiraría a millones de almas
rebeldes, que vibrando a la misma frecuencia que su prosa-jazz vinieron a
enriquecer el panorama de la cultura popular en la segunda mitad del Siglo XX.
Así que, preparen sus consciencias para el viaje metafísico,
abran su corazón, desempolven sus mejores huaraches, abróchense los cinturones
y alístense para la aventura, porque como diría Kerouac “"Todavía nos
quedaba mucho camino. Pero no nos importaba: la carretera es la vida”
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