Por Omar Colio
La novena japonesa, máxima ganadora del Clásico Mundial de Beisbol, se llevó la victoria en un dramático encuentro. |
No quiero que esto sea interpretado como una patada en los
huevos de la alicaída selección mexicana de beisbol. Al contrario, creo que es
innecesario señalar que esta novena se ganó el respeto y cariño de toda la
nación con su epopeya en el diamante. Si bien esto es una crítica, les aseguro que
se trata de una crítica constructiva, pues quiero derribar el estereotipo que
dice que el peor enemigo de un mexicano es otro mexicano, ya que creo que el
clima de negatividad que suele reinar entre nosotros es en parte responsable de
esta derrota.
Así que quiero comenzar por darle todo el mérito del mundo a
esta escuadra mexicana que superó hasta la más optimista de las expectativas e
hizo mucho más brillante la magnífica gesta deportiva que ha resultado ser el
Clásico Mundial de Beisbol 2023, pues a pesar de todos los asegunes que pueda
generar la pésima organización de un evento como éste por parte de las Grandes
Ligas, cuya ineptitud es tan atroz que hace parecer competente a la mismísima
FIFA, las palabras del mánager Benjamín Gil son ciertas, ningún representativo
mexicano ha llegado tan lejos en un campeonato mundial de categoría mayor de
deportes de conjunto.
Antes de ponernos filosóficos sólo quiero tomar un segundo
para resaltar lo magnífico que fue el juego de pelota de ayer. ¡Madre mía, qué
juego! Tuvo de todo, excelente pitcheo, bateo a la hora clave, increíbles
jugadas a la defensiva, estuvo lleno de momentos dramáticos y a fin de cuentas
fue una gran voltereta, vaya juego, dignísimo ejemplo de lo que debe ser una
semifinal de Clásico Mundial de Beisbol, fue de esos pinches juegos
maravillosos que nos hacen recordar por qué amamos este maldito deporte.
Randy Arozarena se ganó la admiración de la afición mexicana con su magnífica actuación a la ofensiva y a la defensiva en el Clásico Mundial de Beisbol. |
Y sí, la selección mexicana se quedó tendida en el terreno, murió en la raya y de la manera más mexicana posible, sería fácil escribir una epopeya al respecto, el pueblo mexicano ama estas historias, le encantan los cuentos de quien pierde de esta manera, nuestra cultura está plagada de cientos de historias así, pero la verdad no me siento con ganas de escribir eso, las derrotas me ponen reflexivo, activan la parte de mi cerebro dedicada al pensamiento filosófico, así que, aunque créanme que sé que en este momento no hay deportista en el mundo que merezca un cantar de gesta más que Randy Arozarena, me enfocaré en lo que a mí me parece lo más interesante de esta derrota, el porqué de todos los porqués del deporte mexicano, ¿Por qué los atletas mexicanos se desploman en el momento clave?, de cualquier modo, yo creo que de cierta manera este equipo ya se transformó en un mito, pero desde tiempos inmemoriales, para la humanidad los mitos han sido una manera de explicar conductas culturales.
Aunque es cierto que el juego no solamente se perdió en la
novena entrada (el manejo de Gil fue cuestionable, especialmente en la séptima
cuando mandó a JoJo Romero a trabajar con cuidado a Shohei Ohtani, lo que
resultó en una base por bolas para el fenómeno de los Angels y trajo a batear a
la carrera del empate en los spikes de Masataka Yoshida, mismo que hizo buena
su oportunidad desapareciendo la bola por todo el jardín derecho), sin embargo
es en lo que se enfocará este texto, porque como mencioné antes, el caerse en
el momento de más apremio es el cuento de nunca acabar en el deporte mexicano,
quien haya visto los pasados Juegos Olímpicos de Tokio se habrá dado cuenta de
ello al ver la inusitada cantidad de deportistas mexicanos que se quedaron
cortos en el momento clave y ese pequeño desliz fue suficiente para dejarlos
fuera del medallero.
Esta es una constante en el deporte mexicano, antes de ayer
los ejemplos más claros de este mal los tenía el futbol, particularmente la
eliminación del Mundial de Francia 98 ante Alemania y el famosísimo #NoEraPenal
en Brasil 2014 que es el ejemplo perfecto de esto, pero éste no es un mal que
sólo exista en el futbol, se presenta también en otros deportes, de esto hay
muchísimos ejemplos en los clavados y en esta misma selección mexicana de
beisbol que ya tuvo colapsos en la novena entrada contra Italia en los Clásicos
Mundiales de 2013 y 2017. Por lo cual se puede concluir que hay un problema psicológico
en los deportistas mexicanos que les hace desmoronarse en el último momento, en
el instante en el que el deporte va más allá del terreno de la mera habilidad
física hay algo que afecta profundamente la psique del deportista mexicano, lo
cual es preocupante, ya que la tesis central de Deporte Ultravioleta es que el
deporte dice mucho de nosotros.
Y claro que esto no
es universal, hay muchísimos ejemplos de deportistas mexicanos brillando en
momentos clave especialmente en el boxeo, pero sí es una constante en el
deporte mexicano, particularmente en los deportes de conjunto.
Y miren, yo entiendo la complejidad del momento, entiendo la
jerarquía del rival, no quiero ni crucificar a Giovanny Gallegos ni mucho menos
restarle mérito a la tardía hazaña de los japoneses, yo entiendo que Gallegos
era definitivamente el mejor brazo disponible para Gil en el bullpen, la
elección obvia para ser el cerrador de esta selección mexicana, es cierto que
no me sentía tan seguro con él como me sentiría si por ejemplo Joakim Soria hubiera
sido el taponero, pero desgraciadamente Soria se retiró dos años muy temprano,
Gallegos es lo mejor que hay y para abrir su labor tenía que enfrentarse ni más
ni menos que a Shohei Ohtani, el mejor pelotero del planeta, el Babe Ruth
del Siglo XXI.
A pesar de que México se mantenía arriba en el marcador por
una carrera, el panorama ya lucía desolador, muy en el fondo yo sabía que la
selección mexicana no iba a poder mantener su mínima ventaja, estoy seguro de
no haber sido el único mexicano con
aquella terrible certeza, con aquella terrible sensación de impotencia, sabíamos
el final de esta historia, conocíamos esta tragedia, llevamos viviéndola 500
años.
Ohtani respondió mandando al callejón entre derecho y central
el primer pitcheo de Gallegos (un cambio de velocidad fuera de la zona) para
poner la carrera del empate en posición de anotar, en ese momento mi opinión
como antropólogo educado por el anime —en el que no importa que tan oscura sea
la circunstancia, Gokú nunca se rinde y al final siempre gana— fue: Chale,
culturalmente estamos jodidos.
Estaba en lo cierto pues Gallegos regaló un pasaporte a Yoshida
y antes de si quiera poder sacar un out, antes de que nos diéramos cuenta y
mientras la televisora de ultraderecha que trasmitió el juego ponía en pantalla
una estampita de San Juditas Tadeo con la cara de Randy Arozarena y los
narradores le pedían a la audiencia que rezara ¡Ja! como si rezar sirviera de
algo, como si rezando Giovanni Gallegos fuera a salir de esa apremiante
situación, Munetaka Murakami destrozó su recta y disparó un elevado que trazó un
a bellísima elipsis por todo el jardín central y ante la impotente mirada de
Alek Thomas se hundió en las profundidades del parque como se nos hundió el
corazón en el estómago, como se hundieron las posibilidades de la novena
mexicana cuando ese batazo golpeo la barda. Jaque Mate. México se quedaba
eliminado en la orilla otra vez.
Pero como dije antes, esto no se trata de revivir la tragedia
que llevamos 500 años sufriendo, se trata de encontrar soluciones, como dijo
Marx: “los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos;
de lo que se trata es de transformarlo”, mi hipótesis es que los problemas de
los deportistas mexicanos en los momentos clave proviene de la educación
colonialista emanada de la moral católica que recibimos los mexicanos desde la
cuna, factor que como Gregorio Hernández Zamora y muchos teóricos más apuntan,
causa una serie de trabas en nuestra psique que debemos urgentemente analizar,
pero para lo que respecta a este escrito el principal de ellos es que la
educación de siervos que recibimos es lo que nos hace sentir indignos de
gloria, lo que nos hace tener miedo al éxito, lo que nos hace que no creamos
ser capaces de triunfar, de realizar cosas chingonas.
Yo sé que el problema en realidad es mucho más complejo que
eso, pero por lo pronto ahí se las dejo para que lo piensen, también sé que el
hecho de que México no sea una potencia en el deporte no es culpa de las aptitudes
físicas o psicológicas de los mexicanos, sino de la corrupción inherente al
sistema que en nuestro país está por todas partes, entre ellas el deporte.
También sé que es un milagro que a pesar de todo esto existan deportistas mexicanos
de élite, pero si queremos que triunfen primero tenemos que solucionar estos
problemas graves en nuestra cultura, mientras sigamos recibiendo una educación
colonialista y servil esta historia se repetirá una y otra vez.
No me cabe duda que esta selección mexicana de beisbol ya se
ha establecido dentro de la mitología del deporte mexicano, mismo que a mí me
recuerda el mito de Sísifo, en el que como castigo por ofender a los dioses,
Sísifo se veía obligado todos los días a arrastrar una pesada piedra por la empinada
ladera de una colina hasta llegar a la cima y una vez que llegaba ahí la piedra
siempre rodaba hasta el fondo haciendo que Sísifo tuviera que bajar y volver a
realizar su castigo otra vez, esa para mí es la historia del deporte mexicano,
una historia sin fin, un doloroso eterno retorno, una tragedia que ya conocemos
y que si no hacemos nada por cambiarla estaremos condenados a repetirla una y
otra y otra vez.
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