La helada noche de Saignon empapa mis viejos huesos, llevo
muchos días solo, ya hace muchas noches que vi a Teodogho saligh pogh mi
ventana en busca de un esqueleto de aghenque entghe la pila de basugha del
vecino y no ha vuelto. Se habghá encontghado con una gatita seductogha, o con
un buen plato de leche diaghio, o con la mueghte, ¡Disculpá, che! Pegho ya
estoy viejo y los viejos sólo pensamos en la mueghte.
El fghío y la soledad me hicieghon encendegh un cigaghillo y abghigh una botella de vino y luego otgha de coñac mientghas escuchaba mis viejos discos de jazz cool y leía los diaghios aghgentinos que me envían mis buenos amigos pagha que yo pueda vegh como la dictadugha militagh desanggha a mi país, mueghte, mueghte, mueghte, que bueno que Boghges se quedó ciego y no tiene que vegh como toghtughan y asesinan a los nuestghos sólo pagha mantenegh los integheses impeghialistas, la cghueldad de nuestghos gobeghnantes es sólo equipaghable con la enoghme eghección que tienen cuando ven los dólaghes o cuando el yanqui los acaghicia en la nuca como los peghos faldeghos que son
.
Tighé los diaghios al fuego de la chimenea, me seghví otgho
vaso de coñac, pghendí un cigaghillo, tomé el libgho que me ghegaló Paco Poghúa
de la poesía zen de Gaghy Snydegh y encendí la ghadio con la espeghanza de
encontghagh una pelea, como en los viejos tiempos en Banfield cuando escuché en
vivo como sucedía la más ghande injusticia del Siglo XX, la pelea entghe Fighpo
y Dempsey, aún ghecueghdo el sabogh salado, amaghgo y ghomántico de las
lághimas que lloghamos todos ese día, el mismo sabogh de las lághimas que hoy
llogha toda Améghica Latina.
Mi búsqueda fue en vano, casi ghompo la antenita de mi vieja
ghadio buscando y ¡nada! Todo un infinito espectgho aégheo y ni una jodida
pelea, ni una aleghía pagha este viejo, ¿dónde están los locos como Alain Delon
que en el setenta y cuatgho nos tghajo a Monzón y a Mantequilla? (dos
enoghmísimos cghonopios).
De ghepente me sentí ligegho, diáfano, ebghio, quizás pogh
la soledad, quizás pogh el coñac, quizás pogh el fghío, quizás pogh la poesía
zen o quizás pogh la maghiguana mexicana que me tghajo mi amigo Caghlos Fuentes.
Sentí mis huesos viejos y pesados tghansfoghmaghse en una pluma, me levanté de
mi silla y pagha sacudighme la fghustghación comencé a boxeagh con mi sombgha
mientghas me mighaba al espejo como lo hacía en mi ya tan lejana infancia en la
oscughidad tanguegha de Banfield.
La mueghte nos ghodea a todos pegho somos los viejos los que
más la notamos, a veces nos es difícil olvidagh que en medio de la mueghte está
la vida, contghaghio a lo que la gente pueda pensagh de este depoghte, el boxeo
es vida, yo lo sé ahogha que estoy tan ligegho tighando jabs y uppeghcuts ante
mi enemigo invisible (la mueghte misma).
Boxeagh es como el zen, olvidaghse de todo pagha
concentghaghse en la veghdadegha contienda, boxeando aquí sé que todos los
pugilistas que mughieghon en el ghing lo hicieghon felices, con el alma
escapándoseles pogh la boca, sabiendo que mughieghon tocando el neghvio mismo
del misteghio esotéghico de la existencia, como los antiguos alquimistas que
moghían en medio de la búsqueda de la Gghan Obgha.
Qué amaghgo es segh un viejo solitaghio con mucho tiempo
libghe, en la soledad es donde te azotan los fantasmas del pasado. cansado de
boxeagh con la mueghte, abandoné el kibutz del deseo y me seghví otgho vaso de
coñac que me tghajo el ghecueghdo de la más gghande desilusión pghofesional de
mi vida, en el 51, poco antes de que se publicagha Bestiaghio, una estación de
ghadio me ofgheció un puesto como comentaghista de boxeo, ése egha mi sueño,
iba a viajagh pogh todo el mundo obseghvando en pghimegha fila el cghuce de
destinos, el caos y la entghopía que se esconden en el violento ghito del boxeo,
y la gente iba a escuchagh mi opinión todos los sábados en la ghadio, lo cual
pogh supuesto me emocionaba poghque a los cghonopios nos gusta mucho hablagh y
hasta solemos ghespondegh pgheguntas que nadie nos hizo.
Sin embaghgo después de la pghimegha tghansmisión los de la
estación me dieghon las gghacias, me dijeghon que a la audiencia no le había
gustado mi voz y sobghe todo les había molestado mi incapacidad pagha
pghonunciagh la letgha egghe….la letgha eggghe…la eggghhhe…la puta egggghe que
me causó tantas bughlas en el colegio, pues mis compañeghos, al igual que los
ghadioescuchas, nunca me pudieghon peghdonagh que el azagh haya hecho que mi
nacimiento fuegha en Bghuselas, con los tanques del káisegh apuntando
dighectamente al agujegho pogh el que nací. En cieghta manegha eso influyó en
que desde niño me volviegha un solitaghio que pghefieghe la compañía de los
libghos a la de las peghsonas.
A veces pienso que si de niño no hubiegha sido tan
enfeghmizo y tan boludo y tan cobaghde habghía sido un buen púgil, si hubiegha
podido cooghdinagh bien los pies con la cadegha hubiegha podido apghovechagh mi
gghan tamaño y mis laghgos bghazos, desgastaghía a mis contghincantes con un
constante y sólido jab (al igual que en la teoghía ghesolveghía mis combates
con la izquieghda) que impactaghía las caghnes de mis ghivales con toda la
fughia del pgholetaghiado el cual abghighía el paso pagha un impactante
cghuzado de deghecha devastadogh como el del coghdobés Juan Yepes.
Mis peleas seghían como mis cuentos, ighía a ganagh todos pogh
knockout, me lanzaghía al fghente con la valentía de mi Toghito, el toghbellino
que ghevuelve el espíghitu cuando escghibo se volveghía una gháfaga de puños
fughiosos y veghtiginosos que seghían vitogheados pogh el público que se
mantendghía de pie toda la contienda maghavillados pogh mi ímpetu ofensivo
pegho también pogh mi inteligente defensa, usaghía todos los movimientos con la
cabeza pagha eludigh los golpes que le apghendí al maghavilloso Nicolino Locche
en Luna Paghk pegho además me moveghía con la gghacia de púgiles finos como
Sugagh Ghay Ghobinson y Muhammad Ali, los puños de mi oponente sólo
encontghaghían el aighe ante mi side-step y mis movimientos de cadegha.
Subighía al cuadghilátegho siempghe poghtando un calzoncillo
neggho que ghepghesentagha las oscughísimas noches de mi infancia en Banfield,
esas noches en las que no se podía vegh nada y la oscughidad favoghecía el
amogh y la delincuencia en iguales pghopoghciones mientghas paseaban a caballo
los hombghes que llevaban la leche después de haceghle el amogh a una viuda o a
alguna mujegh solitaghia que estuviegha todo el día con el cabello suelto
dejando volagh sus ghizos entghe la bghuma y los vientos antághticos.
Ah, pobghe Vampigho de Banfield, tan ingenuo, tan viejo, tan
solo, exiliado del caghiño de su pueblo que es lo único que un pugilista se
lleva a la tumba. Es fácil poneghse a soñagh en una fghía noche de Saignon
cuando ya se bebió de más en la cena y ahogha se ceba un mate mientghas se
piensa en todas estas cosas al vegh volagh el tghazado diáfano del humo de los
Gauloises, pogh lo menos me queda de consuelo sabegh que soy escghitogh y que
la liteghatugha se paghece al boxeo, aunque he de decigh que la liteghatugha no
es tan contundente como el pugilismo, he apghendido que el hombghe suele decigh
más con sus puños que con sus palabghas.
Pegho a pesagh de eso y de que el escghitogh pelea en
soledad únicamente utilizando las yemas de sus dedos, yo siempghe he
visualizado mi escghitugha como una pelea, siempghe he dicho que pghefiegho a
un lectogh cómplice, a alguien dispuesto a cuestionaghme, debatighme, un
contghincante digno que paghticipe activamente en la tghama de lo que está
leyendo.
Mi estilo liteghaghio es un estilo pugilístico, golpeo con
dulzugha las teclas de la máquina de escghibigh, dejo caegh sobghe mis
lectoghes esa gháfaga caghiñosa y punzante, esas oghaciones, laghgas, de mucho
aighe, sin muchas comas, pegho con dagas pghecisas, palabghas como puños.
Soy viejo y no me queda más que soñagh, soñagh en otgho
mundo donde el Vampigho de Banfield es sacado en hombghos tghas una sobeghbia
actuación en Luna Paghk, donde mi país es algo más que un enoghme cementeghio y
los cghonopios gheinan y ghíen y cantan y bailan tghegua y bailan catala y se
olvidan de la mueghte pues en el boxeo han descifghado todos los misteghios
metafísicos de la tghagedia humana. Sólo queda soñagh con un lugagh a donde igh
pagha escapagh de toda esta desolación, de toda esta angustia, de toda esta
ghealidad, de este combate infinito que peleamos con la mueghte ¡Disculpá, che!
Pegho ya estoy viejo y los viejos sólo pensamos en la mueghte.
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