Por Omar Colio
Cuando hace unos meses el Perro Bermúdez anunció que la Copa
Mundial de Qatar sería su última, yo me acordé de aquel chiste de Los Simpson
cuando Krusty, el payaso anuncia su retiro y en la conferencia de prensa una
reportera le pregunta: “Pero Kusty, ¿Por qué ahora, por qué no hace veinte
años?”
Y sí, la verdad es que el pobre Perro es uno de la larga
lista de personalidades del medio deportivo a quienes la edad les ha jugado una
mala pasada y han terminado por convertirse en una parodia de sí mismos.
(¡Saludos, José Ramón!)
Lo que sí es
innegable es que su voz es una voz histórica del futbol mexicano, ahora ¿Es
esto merecido?, O sea, la verdad el Perro Bermúdez nunca se distinguió por ser
un gran poeta, ni un gran conocedor del lenguaje, ni un narrador cuya habilidad
para modular su voz cause vértigo en los aficionados, ni siquiera un tipo
elocuente.
El "Perro" Bermúdez con Ángel Fernández, un poeta del micrófono. |
El Perro más bien se caracterizó por gritar lemas cursis
como ¡Tirititito! y ¡ZAMBOMBAZO! en su voz exageradamente grave en la que a
veces es difícil distinguir las vocales (por eso la comunidad del mame lo
considera uno de los grandes precursores del lenguaje inclusivo) y por ponerle
un pésimo apodo a cuanto jugador le pasaba de frente.
El Perro es, en broma, conocido como un precursor del lenguaje inclusivo. |
Sin embargo, su voz es un recuerdo de una época, de una
estética, su voz es un icono de los años noventa, trae a la mente el recuerdo
de esa entrañable selección del 98, o de esos Diablos Rojos invencibles del
Ojitos Meza. El Perro Bermúdez es para mí esos domingos por la mañana en los
que me levantaba temprano para ver Más Deporte, pero también es un icono del
eterno mal gusto que reina en la televisión mexicana.
Pero volvamos a su voz, estoy seguro de que cuando envejezca
olvidaré mucho antes las voces de personas que he conocido y amado mucho antes
que la del Perro, su voz, o, mejor dicho, toda su figura es una maravillosa
encarnación del absurdo, por ello es tan memorable.
La verdad es que le estoy tirando mucha bilis al Perro
porque cuando era un pinche chamaquito enajenado por la televisión y el futbol
que no se perdía ni un minuto de la “espectacular” acción de la liga mexicana,
el Perro era mi ídolo.
Bueno, no mi ídolo, porque si bien desde muy temprana edad
manifesté deseos de dedicarme a algo que tuviera que ver con la crónica
deportiva, de niño idolatraba a los jugadores, nunca idolatré a un
comentarista. (Hice bien).
Lo que sí es cierto es que el pinche Perro Bermúdez era de
lejos mi narrador favorito, no sé por qué, quizás lo estrambótico de su
narración lo hacía el comentarista perfecto para los oídos de un niño, en
aquella época en la que mi cabeza era presa de la ignorancia y el enajenamiento
televisivo. sí fui fanático del nido de las arañas y la guarida de los topos.
Pero cambió el Siglo y cambiaron las ideas, no sólo yo, sino
toda la afición mexicana le dio la espalda al Perro, que ya nos había aburrido
con su rutina de siempre a la que cada vez le ponía menos esfuerzo, ser
narrador de futbol, ser uno bueno es un trabajo difícil, se requiere de un
grado de originalidad y elocuencia que Bermúdez alguna vez tuvo, pero que a
causa de la falta de esfuerzo por pulir su material, con el paso de los años éste
terminó siendo ese cantar súper rancio que todos conocemos, ese meme, esa broma.
Yo dejé de escuchar al Perro cuando le empezó a decir a
Leobardo López “El caballo”, ya no quise ver como se hundía más, ése apodo era
insostenible, supe que ése era el punto de no retorno, así que me bajé del
vagón de Enrique Bermúdez de la Serna para no volver más, he de confesar que me
tardé en bajarme, ya algunos años antes el Perro había dejado de ser la voz más
escuchada entre los aficionados al futbol mexicano, ya había sido superado por
Cristian Martinoli en el corazón de la mayor parte de la afición mexicana.
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¿Alguien se acuerda de Leobardo López? |
Pasaron los años y se nos olvidó que ya estábamos hasta la
madre del Perro, la afición se empezó a sentir nostálgica, empezamos a extrañarlo,
yo mismo llegué a decir que me gustaría escuchar al Perro Bermúdez una vez más,
por los viejos tiempos, la aclamación popular fue tal que trajo al Perro de
regreso.
Y cuando regresó, hasta yo, que soy antisistema, prendí la
tele para oírlo y la verdad…fue un asco, me di cuenta de que el Perro Bermúdez
era un mucho mejor narrador en mi memoria de lo que lo era en la realidad. Así
pasa en general con todo lo nostálgico, la nostalgia es algo entrañable y por
ello estúpidamente redituable, por eso hoy en día ya no se crea nada nuevo, la
cultura popular está llena de refritos. Piensen en esto la próxima vez que
quieran gastar su dinero yendo al cine, la nostalgia sólo es hermosa en el
interior, una vez que la dejas salir lo que aparece no es bello, es el horrible
e insípido monstruo de la realidad.
Como prueba está la despedida del Perro, la verdad no vi el
mundial por Televisa, pero como se pusieron muy perros para tener la
exclusividad de los highlights en Youtube, pude escuchar su narración de los
momentos más emotivos y dramáticos del Mundial y…Chale, pobre Perro, la verdad
se escuchaba ya completamente perdido, la verdad qué bueno que se va ahora, porque
si no sólo seguiría arruinando aún más su “legado”.
El Perro en sus años de UFFFFF, UFFFFFF y Recontra UFFFFFFFFF |
La mejor narración del Perro
¿Si Bart Simpson hubiera envejecido igual que todos,
seguiría amando a Krusty cuando tuviera treinta? Ufff…basado en mi experiencia lo
dudo mucho. La verdad es que muchas cosas que me gustaban en esa época hoy me avergüenzan,
qué les digo, el Perro Bermúdez no es un narrador para lectores de Nietzsche,
es un Nepo Baby (Su padre fue un importante comunicador en Guadalajara) y sobre
todo es otro producto de la fábrica de mierda que es la televisora en la que
trabaja, me da ñáñaras el hecho de que millones de mexicanos lo hayamos vuelto
el narrador de futbol más importante de este país en su momento, la neta qué
vergüenza, supongo que así de avergonzados se han de sentir aquellos a los que
les gustaba Chespirito….
Pero en fin, por los buenos tiempos no quiero terminar esta
nota siendo tan negativo, quiero hablar aunque sea un poquito bien del Perro,
quiero darle honor a quien honor merece y recordar la que para mí es la mejor
narración de su carrera.
Yo sé que muchos dirán que fue su relato de aquel gol de
último segundo del Matador Hernández contra Países Bajos, pero para mí su mejor
narración vino muchos años después, en un momento en el que ya no estaba en la
cima, pero en el que la verdad narró un gol icónico mejor que el mismísimo Martinoli.
Por supuesto que no es una idea original, en realidad lo que
hizo el Perro fue rememorar la mejor narración de un gol mexicano en un Mundial,
la de Fernando Marcos en el Mundial del ’66 cuando desesperado le pidió a Enrique
Borja que no fallara un gol en un momento en el que se encontraba solo frente a
la portería francesa. ¡Borja, no falles!
Es de lejos la mejor narración de un gol mexicano en una Copa del Mundo, sigue siendo
el zeitgeist mexicano en los mundiales, permanece siendo una alegoría del
sentimiento que los mexicanos tenemos por el Tri.
Pero avancemos 44 años en el tiempo y vayamos al gol que me
refiero, el del Chicharito Hernández contra Francia en el Mundial de Sudáfrica
2010, mientras el comentarista de TV Azteca nacido en Mar del Plata lo narró
como cualquier otro gol, nuestro querido Perro tuvo la rapidez mental de
recordar al gran maestro de los comentaristas deportivos mexicanos y exclamó:
¡Chícharo, no falles! Una vez que el delantero de las Chivas esquivó al arquero
Hugo Lloris.
Nada poético, poco original, pero efectivo.
En fin, ¡Adiós, Perro! Gracias por todos esos momentos, por
favor no vuelvas.
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