Como todo ser humano razonable, odio las monarquías, quiero
decir, no hay mayor muestra de desigualdad y de explotación del hombre por el
hombre que un rey. Aunque debo admitir que nadie en la historia de la humanidad
mereció ser nombrado rey más que Pelé.
¿Por qué digo esto? Bueno, para responder esta pregunta sólo
basta con abrir Youtube y ver uno de esos videos recopilatorios de Pelé jugando
al futbol. Hasta un amante del arte como yo dirá que hay mucha más belleza en
esos videos que en el Museo de Louvre y en el del Prado combinados, y eso que
los que de verdad lo vieron jugar dirán que esos videos no le hacen justicia.
Pelé era de esos tipos que nace con estrella, desde que era
un niño que jugaba descalzo tenía algo especial, tenía el toque, a los diecisiete
años era capaz de lanzar dardos de espaldas que daban justo en el centro del
blanco, pero el toque no sólo es eso, ni tampoco es el increíble dominio
del balón que mostró en las canchas, el toque es lo que tienen aquellos
que han experimentado una Iluminación mística, el toque es lo que en el
fondo buscan los bodhisattvas, es alcanzar al presente, es el poder de habitar
el momento, de ser el momento y manipularlo a tu antojo, es saber doblar el
tiempo, es estar permanentemente ungido por el universo, es embelesar al mundo con
tu magia y ponerlo a tus pies.
A los 17 años, Pelé se coronó a sí mismo con aquel gol
legendario que marcó en la Final del Mundial del ‘58, esa tarde en Estocolmo
Pelé tomó las riendas del universo ante la sonrisa y el aplauso del mundo
entero que se rindió instantáneamente ante él. No había sentido en resistirse,
Pelé claramente había sido elegido por el universo como monarca, había algo que
se sentía bien al coronarlo, era como encontrar una pieza faltante que
simplemente embonaba.
Pelé era el rey del fútbol y el fútbol es lo que como
especie hemos decidido que es la cosa más importante e interesante del mundo,
si no me creen sólo revisen los ratings del Mundial.
Selló su legado ganando otros dos campeonatos mundiales que pusieron a Brasil en el lugar especial que ocupa en la historia del futbol, esto será lo único que vamos a mencionar respecto a sus logros deportivos, primero porque me parece que ese récord es inalcanzable y segundo porque qué hueva hacer un listado de todo lo que logró en la cancha este cabrón, fue tanto que no terminaríamos nunca.
No le veo sentido a repetir aquí la historia de Pelé que ya
se ha narrado hasta el cansancio, ya saben cuál, ésa que parece sacada de un libreto de Disney que empieza justo después del Maracanazo cuando un joven
Edson Arantes do Nascimiento ve llorar a su padre y le promete ganar el Mundial
para Brasil algún día, la verdad es que no me la creo. Por supuesto que no tengo
evidencias para refutar los hechos de esa historia, pero para mí tiene mucho de
mito (creo que parte de esto es la controversia sobre cuántos goles anotó en
realidad) y otro poco de marketing. Es una historia segura, vendible,
aspiracionista.
Además de que ha sido repetida ad nauseam, no le veo caso a
habitar en esa historia en este texto porque bueno, Pelé no es un personaje
interesante. Pelé es una apuesta segura del marketing, un personaje recto, sin
mucha carne en el hueso. Yo creo que Edson Arantes do Nascimiento seguramente
fue un personaje complejo, pero el problema es que nunca conocimos a Edson Arantes
do Nascimiento, sólo conocimos a Pelé, al rey y a toda la maquinaria que estaba
detrás de su imperio.
Me parece más interesante en todo caso voltear la mirada y
ver todo lo que representó Pelé para el mundo, ver el impacto de su huella en
la cicatriz que nos deja tras su partida.
Como dije, Pelé se coronó como rey del fútbol y el mundo
entero le sonrió, bajo la sonrisa de los grandes capitalistas —los verdaderos
reyes de este mundo —Pelé se convirtió en la primera superestrella global del
futbol, por eso él es el rey, porque nunca antes hubo nadie como él, por supuesto
que en la primera mitad del Siglo XX hubo grandes futbolistas que se
convirtieron en estrellas, pero todos ellos fueron poca cosa en cuanto a popularidad
si los comparamos con Pelé, Pelé fue el primer futbolista admirado por todo el
planeta, el arquetipo del futbolista actual, el hombre más famoso del mundo. Una
vez que se coronó en Suecia fue la cara del deporte más popular y se mantuvo así
por los últimos 64 años de su vida.
El mundo nunca había visto a un atleta que generara tanto
interés como Pelé, su mera presencia convocaba multitudes en todo el mundo, sólo
con su presencia logró hazañas como detener por un momento la guerra civil
nigeriana e inclusive interesar un poco al público estadunidense en el futbol.
También fue el primer deportista negro superestrella, si bien
la terrible historia de racismo existente en todo el planeta hace de esto un
gran mérito, también hay que decir que lo que Pelé hizo con su éxito personal
no contribuyó en nada a la justicia social para los de su etnia ni para los de
su clase.
Y eso es lo que cuando volteamos a ver su historia hace que
la veamos acartonada, políticamente correcta, segura, blanca. A pesar de que Pelé
tuvo — como prácticamente todos los grandes futbolistas de la historia — sus orígenes
en la pobreza, una vez que se instauró en el trono y ganó mucho dinero simplemente le sonrió a los verdaderos reyes
del mundo, nunca se comprometió con ninguna causa, nunca dijo nada a pesar de que
durante toda su vida millones y millones de sus compatriotas sufrieron bajo
incontables regímenes injustos, represivos y asesinos, no fue como su paisano
Sócrates, que veía en el futbol una plataforma en la cual se podía inspirar elcambio social, Pelé siempre respondió a la dinámica del futbol como pan y circo,
eso nunca hay que olvidarlo.
Pero tampoco hay que olvidar sus hazañas en la cancha, ni su
toque, su modo de vivir plenamente, ni su capacidad de contemplar todo
el infinito universo, sonreírle y simplemente comérselo.
A partir de este día el deporte más popular del mundo ha
quedado huérfano. Descansa en paz Pelé, mago de las canchas, rey del futbol y
del universo. Ojalá tu muerte sea el inicio de la muerte de todas las
monarquías.
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