Cuando el invitado no llega

Por Omar Colio

La impotencia de un 0-0.

Cuando era niño, a los narradores de futbol les encantaba ir al lugar común de: “Ya pasaron X minutos en el Estadio X, el invitado de lujo todavía no ha llegado” para referirse a un 0-0. Todavía hay algunos mañosos que lo usan. La alegoría es muy obvia, pero las metáforas son la némesis de los niños. Cuando eres niño todo es nuevo, estás descubriendo el mundo, tienes la mente abierta a todo, eres una esponja dispuesta a adquirir más y más conocimiento, tu inexperiencia te hace interpretar todo literalmente y cuando alguien te tira una curva así, cuando alguien dobla el lenguaje, tu inocencia no te permite ver que estás siendo engañado, que quien lanza esa especie de hechizo lingüístico te está engañando para deleitarte. Supongo que la sacudida de mente que te da al darte cuenta de que se puede deleitar al mundo torciendo el lenguaje es tan grande para algunos que terminan convirtiéndose en escritores, o en estafadores, que a fin de cuentas son la misma cosa.  Créanme, no hay nadie que esté más lleno de mierda que un escritor.

Lo que quiero decir mientras escribo esto sentado en un nido de mentiras oliendo a m…agnolias, es que de niño yo no entendía que esos narradores se referían al gol, a la máxima expresión de alegría en el deporte, al orgasmo máximo, a lo que nos cautiva del futbol, lo que nos vuelve sus esclavos. Yo pensaba que aludían a un invitado de lujo de carne y hueso, inclusive algunos de ellos se referían a este invitado como “su majestad”, por lo cual yo suponía que debía ser alguien de la realeza, ¿Quién es el rey del futbol? ¡Pelé! ¡Eureka! Ahora lo entendía todo, habían invitado al Rey Pelé a la transmisión del partido, pero siendo el rey del futbol, Pelé seguramente tenía mejores cosas que hacer que ir a un Tecos contra Puebla, por ejemplo grabar un comercial de Viagra. Qué curioso que desde mi inocencia relacionara al vocero de un medicamento para la impotencia con un 0-0. ¡Pobre de mí! No entendía que la tan constante ausencia de ese invitado era un problema histórico del futbol mexicano.



Ah, qué bello es tener la habilidad de doblar al mundo como si fuera un pedazo de papel en las manos de un maestro del origami usando sólo las palabras, con razón desde muy joven quise ser comentarista deportivo. Hay que admitirlo, en el papel es un gran empleo, eres querido y hasta admirado, viajas por todo el mundo, recibes un sueldo más grande que el de la abrumadora mayoría de la población de un país víctima del imperialismo sólo por ver y opinar acerca de un juego, por vivir eternamente en la exageración, en la hipérbole, en el barroco, por engañar a los otros para deleitarlos. Ser un comentarista deportivo exitoso es como ser prestidigitador, la meta es tener aficionados timados pero felices. El mundo es un lugar extraño.

La narrativa de la Selección Mexicana rumbo a esta Copa del Mundo por parte de los astutos maestros del origami lingüístico era desoladora, todo estaba manchado de pesimismo, la hipérbole negativa repetida hasta al cansancio permeó en los sentimientos de la afición mexicana —que normalmente apoya a la Selección con la fe que sólo tienen los niños—y la hizo esperar lo peor, por lo cual el resultado de 0-0 contra Polonia puede parecer positivo, pero la verdad es que considerando las circunstancias en las que se encuentra el Grupo C después de la inesperada victoria de Arabia Saudita sobre Argentina, el 0-0 es un resultado indeseable.

La dura realidad es que en este siglo la selección mexicana ha disputado 21 partidos de Copa del Mundo y en ellos sólo ha logrado marcar 21 goles, apenas 1 por partido. Actualmente el Tri se encuentra en una racha de 204 minutos (lo cual equivale a más de 3 partidos completos) sin poder anotar en la máxima justa del futbol, el último gol mundialista gritado por la afición mexicana fue al minuto 66 del segundo juego de fase de grupos de 2018 contra Corea del Sur y fue anotado por…Chicharito Hernández.

Y eso es lo triste, que teniendo a disposición al máximo artillero en la historia de la selección disponible, se haya decidido prescindir de él. Miren, yo entiendo que Javier Hernández dista mucho de estar en su mejor momento y que Tata Martino ha dejado claras las razones para no convocarlo, no pretendo tener la superioridad moral para pedir que se le convoque y tampoco estoy diciendo que con él en la cancha de Doha las cosas hubieran sido diferentes, pero ¡Carajo! Éste era un partido pintado para un centro delantero con las características de Chicharito.

Por más que la selección haya logrado hilar más ideas en ataque que las que había logrado tejer en todo el tiempo desde el brote de la pandemia, por más que Chucky Lozano recuperó balones en territorio polaco y se encontró en posición ventajosa para elaborar una jugada venenosa, por más que Alexis Vega izado por un vendaval de emociones lo intentó todo en su incisiva lucha por causarle daño a la defensa polaca, por más que los laterales Jorge Sánchez y Jesús Gallardo se incorporaron al ataque para ganar por superioridad numérica en las bandas, por más que hasta el mismísimo Uriel Antuna tuvo oportunidades cuando entró de cambio, las chances mexicanas casi siempre terminaron en la nada. ¿Cuántas veces un jugador mexicano con la pelota en una posición de peligro tuvo que perder un tiempo para esperar que sus compañeros se integraran al ataque?

Lo que hizo falta contra Polonia fue un delantero con presencia en el área, alguien que fuera una preocupación constante para los centrales polacos, alguien que estuviera ahí para concluir las jugadas, un futbolista con las características que hipotéticamente hubiera ofrecido Chicharito. Si quieres que Pelé se presente al Tecos contra Puebla primero hay que invitarlo. El 9 de México hoy fue un fantasma. Jugamos como nunca, no anotamos como siempre.

No quiero que esto se interprete como una crítica desmedida a Henry Martín, quien hizo lo que pudo en un sistema de juego que no le permite explotar sus virtudes, en realidad el problema de la falta de gol en la selección mexicana va mucho más allá de Javier Hernández, Raúl Jiménez o Henry Martín, el problema es la falta de delanteros mexicanos, es una cuestión de fondo que tiene que ver con un sistema corrupto (que no da tiempo de analizar aquí, pero que tocaremos en el futuro) que no le tiene confianza al delantero mexicano lo que imposibilita su formación, lo que daríamos hoy por un Jared Borgetti, un Carlos Hermosillo, un Omar Bravo, o hasta por un Jesús Olalde.

A lo mejor fui muy lejos con ese último, qué les digo compatriotas, no les tengo que explicar la frustración que nos causa esta anorgasmia colectiva en Copas del Mundo, eso de estar en la supuesta fiesta más grande del universo y no poder hacer estallar el cosmos, no poder realizar eso que nos hará felices (la historia de la vida de la clase obrera mexicana) nos hace sentir como a Pelé la primera vez que tuvo que recurrir a la pastilla azul que anunciaba.

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¡¡¡François!!!

A veces que no llegue el invitado es algo bueno, el mundo está lleno de invitados indeseables: el octavo pasajero, el chahuistle, la clamidia, el Museo Británico, cualquier político, Robert Lewandowski tirándote un penal en contra, etcétera.

Si bien las sensaciones que quedan después del empate a cero en un partido parejo en el que México creó más oportunidades al ataque son amargas, serían mucho peores si el invitado de lujo hubiera llegado en la forma de un gol polaco.

México jugó un buen partido en términos defensivos, en ningún momento se vio sorprendido por los intentos de contragolpe polacos, pero la más clara del encuentro fue sin duda el penal a favor que tuvieron ellos en los botines del mismísimo Robert Lewandowski.

Hay pocas situaciones más ominosas que en la que se encontró el Tri en ese momento, con la baja por lesión de Karim Benzema, Lewandowski es indiscutiblemente el mejor centro delantero de todo el torneo, al menos lo es en el papel. El tipo es una estrella del futbol mundial, un asesino despiadado que colecciona goles como el Museo Británico colecciona riquezas robadas de todo el mundo.

El asesino despiadado disparó desde los once pasos ¡¡¡Y se encontró con un pantagruélico Memo Ochoa!!! ¡¡¡Qué atajadón!!! Lewandowski tiró hacia donde deberíamos jalar todos, abajo y a la izquierda, donde más le duele a los porteros, pero Memo Ochoa no se achicó ante el gigante, lo engañó (para nuestro deleite) fintando que iba a tirarse a la derecha y aprovechó ese impulso para lanzarse a la izquierda y rechazar el remate una vez que Lewandowski mordió el anzuelo.

Lo de Ochoa es admirable pero no sorpresivo, si bien comparar la huella dejada en la historia del futbol mundial por Ochoa con la dejada por Lewandowski es como comparar el tamaño de Qatar con el de Júpiter, Memo Ochoa demostró que en lo que se refiere exclusivamente a la Copa del Mundo, Ochoa es un titán y Lewandowski es un perro chihuahua.

En su quinto mundial, el guardameta de los rizos acabó con el debate de quién es el mejor portero en la historia de la selección mexicana, en México, tierra de arqueros, no ha habido un mejor cancerbero que Ochoa. Ni Campos, ni la Tota, ni nadie. Inclusive me atrevo a decir que no es exageración ir más allá y declarar que en lo que se refiere a consistencia en las actuaciones en Copa del Mundo no hay un mejor jugador mexicano que Ochoa, que una y otra vez ha sido el salvador de las aspiraciones futbolísticas mexicanas.

Aunque hay que darle su mérito a Ochoa, también hay que decir que un penal bien cobrado no hay quien lo detenga, no importa lo grande que sea un portero. Los narradores de futbol adictos a los clichés y a los lugares comunes que mencioné al principio se referirían a la falla de Lewandowski con algo así como: “Al mejor cazador se le va la liebre”, pero lo que pasó en realidad fue que el cazador fue cazado por su presa, quien secretamente era más grande que el cazador más grande del mundo, meh…ya me parezco a ellos con esa frase tan mediocre, quién sabe, a lo mejor hubieran dicho algo como: “Tal vez Lewandowski hubiera podido penetrar la valla mexicana si hubiera seguido el consejo de Pelé y se hubiera tomado la pastillita azul”.

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